Donde Habitan Los Ángeles. Emmanuelle Rain
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Название: Donde Habitan Los Ángeles

Автор: Emmanuelle Rain

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Современная зарубежная литература

Серия:

isbn: 9788835401490

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СКАЧАТЬ tienes razón... Había perdido toda esperanza. Después de tanto tiempo esperaba haberlo superado, pero nada ha cambiado.

      —¿Sabes al menos dónde buscarla? —le preguntó Otohori—.Yo podría echarte una mano. Tus poderes ahora son limitados.

      —No, pero la encontraré de una modo u otro. Gracias igualmente. Me voy.

      En cuanto salió de casa, corrió tan rápido como pudo hacia la gran cancela de forja negra, que se abrió permitiéndole salir y seguir la tenue estela áurea que Magda había dejado. Técnicamente ya no era un ángel de la guarda y, de todos modos, nunca había sido el de Magda, pero, a pesar de todo, sentía un fuerte vínculo con la muchacha.

      Siguiendo su instinto, tomó el mismo camino que Magda, hasta llegar a un barrio un tanto sucio, en la periferia de la ciudad, y se paró en las inmediaciones de una tienda de animales.

      «Bueno, esto era obvio», pensó al acordarse de su pasión por los animales y, sin más dilación, entró.

      —Buenas tardes —lo saludó el propietario.

      —Hola. ¿No está Magda? —preguntó al mismo tiempo que escudriñaba el local.

      —No. Se ha cogido medio día libre, no se encontraba bien. ¿Eres amigo suyo?

      —Sí —dijo luciendo su mejor sonrisa.

      —Encantado. Yo soy Mark, su jefe.

      El propietario del establecimiento sonrió al recién llegado. Le agradó saber que Magda no se apartaba del todo de la vida social...

      —El placer es mío. Me llamo Jess.

      —¿La conoces desde hace mucho tiempo? Hace casi tres años que trabaja conmigo y jamás la he visto con alguien...

      —No soy de por aquí —mintió el ángel—. Conozco a Magda de hace mucho, incluso antes de que se mudara a esta zona. Me comentó que trabajaba aquí, así que me he pasado.

      Jess miraba a su alrededor, aparentemente interesado por los productos a la venta, para aparentar que estaba lo más relajado posible.

      —Como no está, intentaré pasarme la próxima vez que el trabajo me traiga a la ciudad... —Esperaba que se lo tragara y le diera la dirección.

      —¿Por qué no te pasas por su casa? Total, seguramente la encontrarás allí. No sale mucho...

      —A decir verdad, no tengo su dirección... Desde que se mudó, hemos estado en contacto por correo electrónico o por teléfono. He probado a llamarla, pero no contesta. Quizás esté descansado.

      Si le decía dónde vivía Magda, le ahorraría un montón de tiempo, dado que ya había perdido bastante para llegar hasta ese punto.

      —Espera... —Mark cogió papel y boli y le apuntó la dirección—. Toma, creo que un poco de compañía le vendrá bien, esta mañana parecía muy deprimida.

      «Un tipo tan atractivo debe poner de buen humor a cualquiera», pensó Mark.

      —Gracias, Mark. Eres muy amable.

      Dicho esto, salió y se dirigió a casa de Magda.

      Ni siquiera sabía qué le iba a decir, pero, aun así, debía verla, no podía perder más tiempo. Ahora que la había encontrado, no la dejaría marchar.

      Capítulo 4

      Para no pensar

      «Ya está. La tarta de queso está lista. Ahora prepararé también las magdalenas que tanto le gustan a Nathan».

      Magda estaba inmersa en la preparación de una marea de dulces, únicamente para perder el tiempo y tener la mente ocupada para no pensar...

      —Después de hornear las magdalenas, empezaré a preparar la cena —dijo dirigiéndose a nadie en particular. Mientras sacaba los ingredientes del frigorífico, el sonido del timbre le hizo sobresaltarse. Se limpió las manos en el delantal rojo y fue a contestar—. ¿Quién es?

      —Magda, soy Jess.

      —¿Jess? —su corazón empezó a latir con fuerza por la sorpresa.

      —Nos vimos esta mañana. Quería saber cómo estabas.

      Jess no sabía muy bien qué decir, solo esperaba que Magda le dejara entrar.

      Pasaron unos segundos que a él le parecieron una eternidad, y, finalmente, oyó el portal abrirse.

      —Tercer piso —le informó la muchacha.

      Con el corazón en un puño, el ángel subió las escaleras y llamó a su puerta.

      —Ya voy. Un segundo.

      «¿Y ahora qué hago? Soy un desastre, voy perdida de harina».

      «Ya está, pequeña. No te da tiempo a cambiarte. Además, así estás muy mona y femenina», le dijo Mori entre risas.

      «Muchas gracias por el apoyo, Mori...».

      —¿Magda, me dejas entrar?

      —Sí, ahora mismo voy. —Abrió la puerta y se encontró, por segunda vez, delante de aquel hombre altísimo de boca sensual y ojos oscuros—. Menudas cosas pienso justo ahora —dijo en voz baja.

      —Disculpa, ¿qué dices? —le preguntó Jess.

      —Nada. Cuidado de que no salgan los animales mientras pasas.

      Se dirigió a la cocina un poco agitada.

      —Acabo de hacer tarta de queso, ¿quieres?

      Jess siguió a Magda hasta la pequeña cocina roja que tenía una minúscula mesa cuadrada de madera clara justo en el centro.

      —Sí, gracias. A decir verdad, tengo un poco de hambre. Apenas he comido desde ayer por la noche.

      —Más o menos como yo. ¿Te apetece té o café?

      —No te preocupes por mí. Con la tarta basta.

      —Pues hago té. —Magda sonreía al hombre sentado en su cocina, el cual parecía todavía más inquieto que ella—. Disculpa por esta mañana, no pretendía tratarte mal, solo que no me esperaba verte. Ha sido como viajar al pasado.

      Se dirigió a los fogones sobre los que colocó la tetera.

      Jess permanecía impresionado mientras observaba su dulce sonrisa. La joven le pedía perdón a pesar de que no tenía por qué... Pero ella siempre había sido así: amable y comprensiva. Evidentemente, los horrores del pasado la habían cambiado, y eso la volvía aún más apreciada en su corazón. Se dijo que la protegería a toda costa, que no habría razón en el mundo por la que Magda sufriría de nuevo.

      —No tienes que disculparte. Estabas en tu derecho a sentirte molesta, y yo no he hecho nada por facilitar las cosas.

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