Название: Corrientes pedagógicas contemporáneas
Автор: Juan Carlos Pablo Ballesteros
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9789508441447
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El pensamiento de John Dewey
John Dewey (1859–1952) fue profesor en la Universidad de Michigan (1884–1888), Minnesota (1888–1889), Michigan (1889–1894), Chicago (1894–1904) y Columbia, Nueva York (1905–1929). Sus fuentes principales fueron la filosofía de Hegel, el evolucionismo de Darwin y el pensamiento de William James. Definió su postura como instrumentalismo y sostuvo que el pensamiento es un producto de la evolución biológica. Sostuvo que la ciencia debe ayudar a lograr una reconstrucción racional de la vida humana, por lo que su filosofía prestó especial atención a la educación y a los problemas sociales y políticos. Sus obras son muy numerosas, entre las que se pueden mencionar La escuela y la sociedad (1900), Democracia y educación (1916), La reconstrucción de la filosofía (1920), Naturaleza humana y conducta (1922), Libertad y cultura (1939), El hombre y sus problemas (1946), etc.
Una cuestión que es importante destacar en Dewey es la relación que hay en toda acción humana entre motivos y consecuencias. Existen, sostiene, dos posiciones unilaterales que deben ser superadas. Por un lado está la de Kant, quien considera que los resultados obtenidos no cuentan para determinar la moralidad de la acción, porque no dependen de la buena voluntad. Por otro lado está la posición de Jeremías Bentham (1748–1832), que sostiene que la moral consiste en producir consecuencias que contribuyan al bienestar general y que los motivos no cuentan en absoluto. Dewey sostiene, en consonancia con los otros pragmatistas de su época, que en la acción humana lo que interesa fundamentalmente son las consecuencias previstas y deseadas. Pero si las consecuencias son deseadas los motivos también cuentan. Dewey identifica «conocimiento» con «método científico». Por eso sostiene que la «racionalidad» es una cuestión que se refiere a la relación medios y consecuencias y no a primeros principios fijos, como premisas definitivas o como contenidos de alguna certidumbre.
Rechaza que pueda haber una correspondencia exacta entre el conocimiento y lo que las cosas son. Esta certidumbre es reemplazada por Dewey por la creencia racional fundamentada, o lo que denomina en la Lógica «asertibilidad garantizada», ya que, a diferencia de Peirce, el término «creencia» le parece ambiguo. Este resultado provisorio del conocimiento dirige la conducta humana, pues su finalidad es la solución de problemas prácticos.
Precisamente, Dewey entiende por «pragmatismo» la doctrina según la cual la realidad posee un carácter práctico. La realidad carece de una entidad subsistente y solamente es para nosotros la suma de condiciones en las que se desarrolla la acción. En La influencia del darwinismo en la filosofía, de 1909, Dewey sostiene que la publicación de El origen de las especies alteró las filosofías que descansaban en el supuesto de la superioridad de lo que es fijo y final y de que el cambio y el origen son signos de lo defectuoso y lo no real. Por eso la tarea de la inteligencia no es el descubrimiento de la existencia de una realidad previamente constituida a la que deba adecuarse, porque no hay un orden de esencias fijas e intemporales dadas de una vez para siempre.
Dewey afirma que desde el punto de vista lógico la verdad absoluta es un ideal que no se puede realizar en la medida en que otras observaciones y experiencias sean posibles. Los conceptos tienen un carácter instrumental porque son los medios que permiten reorganizar el medio circundante. Si tienen éxito en esta tarea, son verdaderos. Dewey es muy enfático al sostener que quienes se oponen a esta concepción instrumentalista de la verdad son quienes conservan la herencia de la concepción filosófica clásica que sostiene la existencia de una Realidad Suprema como verdadero Ser, distinta de una realidad inferior e imperfecta. El concepto pragmático de la verdad, sostiene en La reconstrucción de la filosofía, rechaza radicalmente semejante punto de vista. No busca un cuerpo fijo de verdades superiores en que apoyarse; no mira hacia atrás, hacia algo que ya existe, sino hacia delante, hacia las consecuencias. La verdad solamente es lo comprobado en un momento de la investigación, que prosigue indefinidamente. Por eso sostiene que el pragmatismo se diferencia del empirismo histórico en que no insiste en el análisis de los fenómenos antecedentes sino en los consecuentes, no en los precedentes a la acción, sino en sus posibilidades. Dewey llamó instrumentalismo a su modo de concebir el pragmatismo, afirmando que tiene por principal cometido considerar cómo funciona el pensamiento en la determinación experimental de consecuencias futuras. Aquí nuevamente está la influencia de Darwin, porque Dewey afirma que tomar el futuro en consideración conduce a la concepción de un universo cuya evolución no está acabada. Pero está también la influencia de Peirce, de quien nuestro autor se reconoce deudor en distintos lugares de su Lógica.
Para Dewey la filosofía no es un conocimiento especializado reservado al ámbito académico, sino algo cuya materia y tarea surgen de las presiones y reacciones que se originan en la comunidad misma en que surge una filosofía determinada, cuya función es tratar de resolver los problemas de los seres humanos en su contexto social y cultural. El instrumentalismo de Dewey, en consecuencia, le da al pensamiento la tarea de reconstruir el presente estado de cosas y no el de contemplarlo.
Ahora bien, ¿cómo explica Dewey entonces la acción humana y su sentido? Para este filósofo pensamiento y acción son interdependientes. Todo pensamiento comienza con un problema a resolver, donde el pensamiento mismo es la respuesta. El pensar siempre está contextualizado, y lo que se designa como creencia, duda, idea, etc., no es sino una conducta en la que el organismo y el medio actúan conjuntamente o en interacción. La inteligencia, por otra parte, solamente es una cualidad que acompaña a determinados tipos de interacción, en los cuales el pensamiento es la herramienta con que cuenta el organismo racional para resolver las situaciones problemáticas. Pero para poder hacerlo es necesario que las experiencias previas sean de tal naturaleza que permitan resolver situaciones nuevas. De allí la importancia que Dewey asigna al hábito para la eficacia de la acción. Un hábito, escribe en Democracia y educación, «es una forma de destreza ejecutiva, de eficacia en la acción. Un hábito significa una habilidad para utilizar las condiciones naturales como medios para fines. Es un control activo sobre el ambiente mediante el control sobre los órganos de la acción».6 Nuestras ideas dependen de la experiencia, lo mismo que nuestras sensaciones. Y ambas, experiencias y sensaciones, son resultado originalmente de los instintos, pero inmediatamente de los hábitos. Así, las ideas dependen de los hábitos y los pensamientos y propósitos conscientes dependen de las acciones.7
Dewey considera que la razón totalmente libre de la influencia de los hábitos es una ficción. Los hábitos son secundarios y adquiridos, no innatos. Están formalmente precedidos por los instintos y los impulsos, pero para Dewey «en la conducta lo adquirido es lo primitivo».8 Los instintos y los impulsos, aunque preceden en el tiempo nunca son primarios de hecho, son secundarios y dependientes, porque el ser humano comienza su vida con la ayuda de los adultos, que tienen sus hábitos ya formados. Esto no significa que la función del hábito, para Dewey, sea reiterar las conductas ya establecidas, porque reiterar las conductas o adaptarse a nuevas circunstancias depende de la clase de hábito que intervenga. Precisamente para él la acción inteligente, con previsión de resultados, tiene como resultado la reestructuración de los hábitos adquiridos. La inteligencia, para Dewey, es el proceso de rehacer lo antiguo uniéndolo a lo nuevo. «Es la transformación СКАЧАТЬ