Название: El santo amigo
Автор: Teófilo Viñas Román
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Cuestiones Fundamentales
isbn: 9788432152214
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En cualquier caso, el citado pasaje del «amigo anónimo» nos permite también afirmar que, para san Agustín, los aspectos más humanos y nobles de la amistad que existieron en su relación amistosa, antes del encuentro con la verdad cristiana, no debían quedar fuera del concepto de una buena amistad, puesto que ella echa sus raíces en lo más hondo del corazón del hombre (valor humano), para cobrar dimensión plena y grandeza total cuando el Espíritu Santo derrame su «ágape» en el corazón de los amigos. Y es que Agustín no se cierne en un ambiente artificial, desencarnado o falsamente místico, que pudiera haberse creado después de su conversión, como alguna vez se ha pensado[39].
No, no era él hombre de renunciar en el campo de la amistad a lo que consideraba radicalmente válido y que, con la sola apertura a la acción benéfica de Dios, que es dador de todo lo bueno, podía pasar a ser auténtico valor cristiano. Esto mismo explica e incluso confirma que no renunciase a ninguna de las fórmulas clásicas, según hemos visto. Lo cual no va a impedirle afirmar con toda claridad que para vivir la amistad con plenitud, es decir, para que sea vera, se hace absolutamente necesaria la fe en el Dios cristiano; lo mismo que para vivir con plenitud la fe cristiana hay que hacerlo desde el «amor mutuo y gratuito», pero también desde el «amor heroico» (caridad) que se ha de tener al enemigo, proclamado por Jesús en el Evangelio: amad a vuestros enemigos (Mt 5,44).
Por otra parte, el Doctor de la gracia añadirá que todo esto es don gracioso del mismo Dios, pero que al hombre le corresponde no recibir en vano el regalo de la amistad que le hace el Señor. En el texto siguiente abunda el Santo en este sentido:
Nuestro amor mutuo (= caridad, amistad) ha de ser tal, que procuremos, por todos los medios a nuestro alcance, atraernos mutuamente por la solicitud del amor, para tener a Dios con nosotros. Este amor nos lo da el mismo que dice: como yo os he amado, para que así vosotros os améis recíprocamente. Por esto Él nos amó: para que nosotros nos amásemos mutuamente, concediéndonos, por su amor, el poder estrechar con el amor mutuo nuestro lazo de unión; y así, enlazados los miembros con un vínculo tan dulce, seamos el cuerpo de tan excelsa cabeza[40].
A este respecto, escribía S. Álvarez Turienzo, otro experto en el pensamiento agustiniano: «Acaso viene a perturbar nuestros hábitos el intento de sustituir la noción, tan clara y rica, de caritas por la de vera amicitia o amor amicitiae. Pero Agustín no vivía ni pensaba fuera del mundo. La tradición con la que dialoga y de la que, además, era privilegiado conocedor, no disponía ni de experiencia ni de palabra mejores para referirse a la práctica más plena, que es la de la amicitia»[41].
Efectivamente, la vera amicitia es el grado más alto de la caridad; nos lo dijo el Señor en la noche de la Última Cena: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos (Jn 15,13). «El amor al enemigo (caridad), preconizado también por Cristo, es más heroico, pero el amor al amigo (caridad-amistad) es más noble», dirá fray Luis de León, en sintonía con san Agustín[42].
BREVE ELENCO AMICAL AGUSTINIANO
Adentrarse por la mayor parte de las obras de san Agustín es caminar con la certeza de que en cualquier momento nos va a sorprender con una confidencia amiga. Y es que la amistad era para él una melodía que sonaba con frecuencia en su interior y brotaba espontánea, hecha mensaje. Pues bien, en ese recorrido por sus obras he seleccionado un breve florilegio, correspondiente a distintas etapas de su vida. Lo ofrezco ahora como colofón de las definiciones de amistad que acaba de darnos el Santo:
— En el estado actual solo me afectarían tres cosas: el temor a perder a mis amigos, al dolor y a la muerte[43].
— Inestimable es la amistad de los hombres por la unión que hace de muchas almas con el dulce lazo del amor[44].
— Durante toda la vida, en todo lugar y tiempo, ténganse amigos o procúrese tenerlos[45].
— ¿Qué piensas que fue lo que más me deleitó de tu carta, sino el haberme hecho amigo de un tal varón a quien yo no había visto?[46].
— En este mundo hay dos cosas necesarias: la salud y una persona amiga[47].
— ¡Feliz quien te ama a ti, Señor, y ama al amigo en ti y al mismo enemigo por ti![48].
— Deliciosa es la amistad de los hombres por la unión que hace de muchas almas con el dulce nudo del amor[49].
— ¿Quiénes suelen o, al menos, deben tener más amistad entre sí que aquellos que se cobijan bajo un mismo techo, en una misma casa?[50].
— Entre las agitaciones y penalidades de la sociedad humana, ¿qué consuelo mejor hallamos que la fe sincera y el mutuo amor de los buenos y auténticos amigos?[51].
— Bienaventurado el que te ama a ti, Señor, y al amigo en ti, y al enemigo por ti, porque solo no podrá perder al amigo quien tiene a todos por amigos en Aquel que no puede perderse[52].
— Nadie puede ser amigo de un hombe si no lo es primero de la misma verdad; y si tal amistad no es gratuita, no existe en modo alguno[53].
— Ama verdaderamente al amigo quien ama a Dios en el amigo o porque ya está o para que esté en él.[54]
[1] Confesiones, I, 220, 31.
[2] Lisis, 270; Republica, IV, 24a y 44c.
[3] Ética a Nicómaco, VIII, 9, 1159b; Política, II, 5, 1263a
[4] Diógenes Laercio, V, 20.
[5] Carmina, 1, 3.
[6] Laelius de amicitia, VI, 20.
[7] Op. cit., XXI, 80.
[8] Ibid., XXI, 81
[9] Ibid. XIII, 47.
[10] Epistola. 155, 1-2.
[11] Laelius de amicitia, V, 20.
[12] Contra acad., III, 6, 13.
[13] Cf. Epistola 155, 1, 2.
[14] Epistola 258, 1-4.
[15] Laelius de amicitia, VIII, 26.
[16] Contra duas epistolas, I, 1 1.
[17] In Iohan. evangelium, 65, 2.