El ecosistema del silencio fértil. Eduardo Meana Laporte
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Название: El ecosistema del silencio fértil

Автор: Eduardo Meana Laporte

Издательство: Bookwire

Жанр: Сделай Сам

Серия: Sagradamente humano

isbn: 9789505007899

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СКАЧАТЬ sin que sientas que eso es un problema. Es como detenerte a mirar un árbol hermoso. Quién te dijo que un libro debe ser una prueba de velocidad. ¿No serán los mismos que te tratan de vender un tour de muchas ciudades en pocas jornadas, quizás…? ¿O que nos aseguran que para mantener muchos “amigos” basta verles algunas fotos y leer algunas frases que deciden editar?

       Reaccionemos.

       Andemos juntos por el corazón que se extravió en la palabrería, se reconoce capaz de más sentido y solidez, y busca paz. El camino del silencio es el camino hacia ti mismo. Me conmueve percibir la búsqueda de tantas y tantos: una búsqueda de plenitud, de sentido, que no se mide por lo material, ni en vacaciones soñadas, ni por logros, ni excesos, ni escapes.

      Viajemos juntos sin apuro. Quienes nos hemos alejado de nuestra alma paso a paso, necesitamos volver paso a paso. Dale tiempo a este libro. Fue escrito -como su libro hermano- con tiempo, amor, y memoria de muchos que charlaron conmigo sus pesares y búsquedas.

       En el centro de ti mismo, te espera un premio; es una gracia de paz, pero no se te dará sin intentar paso a paso, párrafo a párrafo, comprender, acallar y dejar atrás, desandándolos, a tus ruidosos, engañosos laberintos.

      Diez vectores a los que apunta este librito, junto con su ‘libro hermano’: “Si el Silencio te fecunda, el Encuentro te renace” …, para que se transformen en…

       …diez caminos interiores, diez propósitos espirituales, diez semillas a sembrarnos:

       Recuperar el silencio hoy para recuperar mismidad, libertad, humanidad e identidad.

       Cultivar el silencio como un ecosistema que cuida la vida, la renueva y la fecunda.

       Retirarse, crítica y creativamente de la palabrería vaciante, manipuladora y utilitarista.

       Regenerar el silencio receptivo, que abre al tú de Dios y de los otros.

       Enraizar desde un silencio de intimidad los encuentros humanizadores y la comunión.

       Existir desde el silencio personal como cuna de una palabra significativa y dialogal.

       Elegir la fertilidad de la escucha, que sólo el ecosistema del silencio sabe nutrir.

       Resignificar el silencio de Dios, misterio ante nuestra fe asombrada, discipular, silenciosa.

       Hacer del silencio receptivo la clave de la contemplación de Dios en el actuar cotidiano.

       Reencontrar la fuente silenciosa de la propia identidad única, donándose desde el Tú divino.

      Comenzar este viaje implica ajustar nuestros mapas. Y casi siempre, eso incluye distinguir localidades de nombres parecidos. A veces hay lugares con el mismo nombre en comarcas muy, muy lejanas.

       Así sucede con el Silencio.

       Hay un Silencio en la Comarca de la Vida; y es el Ecosistema más humano, el que necesitamos para ser receptivos, dialogales, contemplativos y fecundos.

       Pero hay estaciones de silencios en algunas comarcas de muerte. Necesitamos descartar de entrada estos silencios que matan. Nuestro viaje también es aprender a evitar estos destinos.

       En primer lugar, no hablo por supuesto aquí del silencio impuesto a los otros por intimidación, tortura del tipo que sea, chantaje; pues ese no es un silencio elegido sino una censura sufrida: y es siempre señal de una opresión intolerable.

       Partimos del silencio como opción… ¿Opción humanizadora, de vida? Eso buscamos. Pero…

       Pero aún debemos distinguir, como en todo lo humano, la posibilidad de pervertir esta opción, y hacer del silencio elegido un instrumento deshumanizador.

       Ya sea como silencio hostil, como arma, como signo quizás de una herida que busca vengarse hiriendo más, éste es un silencio hecho ninguneo. Es un ignorar deliberado, una manera de quitarle al otro la palabra pues se le quita al otro su calidad de interlocutor, y se lo reduce a un ‘nadie’, ‘para mí tú no existes’.

       O también, se pervierte al silencio elegido viviendo sólo en combativos silencios tácticos, que buscan solamente neutralizar las palabras que están por venir: silencios como radar, que no acogen sino detectan, detectan en función de un contraataque, receptan para agredir.

       Todo lo anterior genera su fruto, de su misma especie: esos tipos de silencios mortíferos que parten en realidad de un ‘no escuchar’, llevan al otro a que se calle, lo llevan a su propio silencio de muerte, a la solitariedad, al aislamiento…, así son las discusiones, y los vínculos, cuando uno hace silencio sólo para destruir las palabras del otro y rebajar el ser del otro a la irrelevancia.

       Y tantas veces, esta experiencia de coerción, moral, emocional, abusiva, colectivista, física, social, en que una persona es obligada a callarse, genera el silencio del miedo.

       En todos estos sentidos, el silencio no se trata de ningún ecosistema.

      Y ya no es una ‘nodriza de la palabra’ sino un ‘asesino de la palabra’. Y no es silencio un lugar de identidad personal sino de confusión, desidentificación, desvalimiento. Y no un manantial nutricio de la mejor expresividad, sino el desamor ejercido o sufrido donde está vulnerada la comunión.

       Es que los humanos podemos hacer de cualquier dimensión humana, según con qué intención la vivimos, un lugar de vida o un lugar de muerte.

      Y aquí estamos queriendo aproximarnos al tesoro del Silencio como dimensión vivificante. Pero no podemos hacerlo, si no reflexionamos acerca de sus formas deformadas, y del trabajo que implica pasar de la palabrería a la interioridad fértil.

       La ternura, por ejemplo, también nos muestra esta doble posibilidad: está llamada a ser un lugar de vida; pero los humanos podemos contaminar la ternura hasta deformarla, pudrirla, y hacerla, ya deformada, un lugar ambiguo de posesividad y dependencia; y así devenir en cadenas de muerte.

      También ocurre esta posibilidad con el silencio; en un extremo tiene estas dimensiones mortíferas. Es el silencio de los enemigos, el silencio desolador de la hostilidad.

       Y también es mortal el silencio del no atreverse a decir las cosas que son. El elegir un silencio de miedo personal que nos aísle en el propio dolor. De esa dimensión me ocupo de alguna manera cuando, a lo largo de todo el libro “Santa Resiliencia”, pondero el valor de la palabra, y hablo de la necesidad de poner palabras, nombrar, alumbrar la verdad existencial.

      Pues una de las claves del proceso de fortalecimiento y re-identificación existencial de la resiliencia, para quien transita desde adversidades, es la palabra: la palabra del diálogo en comunión de ayuda, la palabra con sentido que llamamos ‘logos’, portador de nueva vida y luz y belleza, la palabra asumida como trabajoso camino de verdad personal que desvela el ser, la palabra que desenreda la atadura mortífera, la palabra que intuye un ‘para qué de tanto dolor’ hacia una luz de esperanza.

       Por eso, doy por seguro, amigo mío, amiga mía, que sabes y puedes cotejar en ese librito mi total afirmación СКАЧАТЬ