Don Lorenzo Milani. Michele Gesualdi
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Название: Don Lorenzo Milani

Автор: Michele Gesualdi

Издательство: Bookwire

Жанр: Документальная литература

Серия: Educar

isbn: 9788428832144

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СКАЧАТЬ un joven como Lorenzo hace que salga urticaria con solo verlo. Varias veces expresó su parecer de que Lorenzo, tan «insolente» como era, no podía ser promovido.

      En el examen, el joven Lorenzo siguió siendo coherente con su postura y, frente a la comisión examinadora, simplemente enmudeció. Quería suspender, y a toda pregunta, incluidas las más simples, respondió sereno y sonriente: «No sé, no lo he estudiado». La comisión constaba de tres miembros: el titular de la cátedra, Mons. Tirapani, Mons. Enrico Bartoletti, rector del seminario y docente de Hebreo y Teología, y un padre carmelita de Monte alle Croci. Frente a esta escena muda, Tirapani se irritó y exclamó: «¡Vosotros mismos lo veis! Calla también para las cosas más sencillas. No se le puede promover». Don Bartoletti, sacerdote con una visión mucho más amplia, conocía bien a Lorenzo y se dio cuenta de que la actitud era intencionadamente contestataria, por lo que echó agua al fuego: «No precipitemos las cosas, hay que darle confianza, estoy seguro de que es un joven valioso, solo tiene un fuerte deseo de ir a lo profundo en esta materia. En otras está muy preparado». Se le hizo otra pregunta, sumamente simple, y con su habitual sonrisa y su cabeza rapada respondió una vez más: «No sé, no lo he estudiado».

      Tirapani extendió los brazos desconsolado: «¿Lo habéis oído? ¿Lo habéis oído?». El padre carmelita intentó ayudarle y, en voz baja, le sugirió una respuesta; y él, creando un embarazo general, respondió con calma: «El padre me sugirió que...».

      La defensa de Don Bartoletti consiguió que no fuese suspendido y que se le admitiera al año siguiente, aunque con el mínimo de calificación.

      Si ese modo de comportarse producía perplejidad y dudas en Mons. Tirapani, con sus compañeros se produjo el efecto contrario: toda barrera cayó, y Lorenzo pudo insertarse en el grupo. Efectivamente, no es difícil que quedaran fascinados por un tipo como él, intransigente y lleno de ironía consigo mismo, dominado por una mezcla de severidad y dulzura, un poco mal hablado, pero profundo en su razonamiento y en continua búsqueda para elaborar pensamientos nuevos.

      En el dormitorio que compartían se creó un fuerte lazo de amistad y solidaridad. Los compañeros organizaron pequeñas escenas con sátiras divertidas, citando a veces también simpáticamente a Lorenzo y llamándole «pintor futurista asceta».

      Por las tardes se encontraban para profundizar en los contenidos de las lecciones de la mañana y para buscar también otros aspectos y puntos de vista desde los cuales examinar las problemáticas. Particularmente viva era la confrontación sobre las cuestiones morales y sociales. Junto a Lorenzo se distinguían Bruno Borghi, Danilo Cubattoli, Alfredo Nesi, Auro Guibbolini, Renzo Rossi y Bruno Brandani, que animaban las discusiones, a veces también con algún acento crítico, hasta el punto de que un día el rector llamó a Renzo Rossi y le dijo: «Si tú, Milani, Borghi y Cubattoli dejarais el seminario, aquí retornaría la paz».

      Lo referido por Renzo Rossi halla una confirmación indirecta en un escrito de Lorenzo seminarista. Se trata de una «tragedia» de un solo acto, una suerte de diálogo sobre la vida del seminario y el drama que viven cuando uno de ellos lo abandona en el momento de los votos. Lorenzo inserta en el diálogo estas dos frases: «Se equivoca la jerarquía en amar al seminario más que a los seminaristas», y «El buen orden del seminario, la uniformidad, la regularidad, el bien del seminario está antes que el de los individuos».

      No sabemos si la «tragedia» subió a escena, pero ilustra la vivacidad y profunda religiosidad del grupo del que formaba parte Lorenzo.

      Lorenzo introdujo a sus compañeros más allegados también en el conocimiento de su familia, y varias veces los invitó durante las vacaciones a la finca de Gigliola.

      Él había renegado de su condición social, pero nunca renegó de su familia. Más aún, introducía a su madre en todo, le contaba con riqueza de detalles su vida en el seminario, le hablaba de sus compañeros y superiores, le pedía ayuda con la vestimenta de clérigo, obligándola a interesarse por sobrepellices, sotanas, alzacuellos, calcetines negros, toda ropa por la que su cultura sentía alergia, pero ella se hacía violencia por amor a su hijo.

      Sacerdote ayudante en Montespertoli

      En julio de 1947, Lorenzo Milani es ordenado sacerdote. Sus compañeros celebran la primera misa y, después, festejan en sus parroquias de procedencia. Él no tiene una parroquia así, por lo que oficia la primera misa en la iglesia de Don Bensi y festeja con los compañeros en la hacienda de la familia.

      Fue una fiesta con cantos gregorianos tan elevados y armoniosos que se escuchaban también desde fuera. El novel sacerdote Milani también tocaba el acordeón.

      En los meses que siguieron a la ordenación, todos los demás fueron asignados de forma estable como vicarios para ayudar a párrocos en las distintas parroquias de la diócesis. En el caso de Don Lorenzo, la curia tuvo dificultades para encontrar un sacerdote que le acogiera y decidió colocarlo provisionalmente en la parroquia de Montespertoli.

      Él obedeció con algún malestar, porque su familia tenía tierras en ese municipio, con aparceros que lo llamaban il signorino, «el señorito».

      Las aparcerías de la hacienda de Milani en Gigliola estaban en la región agraria de Montespertoli, en el valle de Chianti, dominadas por una gran casa señorial con canchas de tenis y un parque rodeado por entero por una alta valla de alambre detrás de la cual corrían dos fieros perros de Maremma listos para abalanzarse contra quien se acercara para curiosear. Aneja a la propiedad se encontraba la casa del mayoral, cuidador de los intereses de los dueños, que pasaban el invierno en Florencia y se trasladaban a la casa solariega durante el invierno o algún fin de semana.

      Durante el día, el novel sacerdote Milani ayuda al párroco, pero tiene que regresar a la señorial casa de la familia para comer y dormir, y esto es para él un motivo más de sufrimiento, porque la señal es clara: estás en esta parroquia como aprendiz, pero aquí no podrás quedarte.

      En cualquier caso, Lorenzo no se deja llevar por la autocompasión, sino que abre bien sus ojos nuevos a la realidad que lo circunda y comienza a intuir una verdad que afinará en los años siguientes: a saber, que la verdadera supremacía del fuerte sobre el débil está en la posesión de la cultura: para quien la posee, todo es libre elección; para los demás, solo triste suerte.

      Lorenzo tiene solo 24 años, posee los instrumentos de ganador heredados de la familia. Ahora está entre los perdedores, cargado con la nueva fuerza que ha encontrado en el Evangelio, con la alegría de vivir y con el futuro por delante.

      Él conjuga entonces esas fuerzas y decide emplearlas en favor de aquellos a los que la sociedad quiere vencidos y sometidos. Por eso propone a los chicos de las familias pobres que giran en torno a la parroquia que acudan a clase después del horario escolar, que él dará gratuitamente.

      Abre de par en par para ellos las puertas de la casa familiar, pone a su disposición la cancha de tenis, pide que alejen los perros guardianes y organiza la escuela en una sala de la casa.

      Los contrastes con el mayoral son inevitables en razón de lo que este considera un uso impropio de la hacienda. No eran esos los intereses de la familia Milani. Don Lorenzo responde que hablaría del asunto con su madre, pero que no desea ser obstaculizado. A su madre, empeñada en cuidar de la propiedad tras la muerte de su esposo, le dice: «Es mucho más hermoso y mejor para nosotros que estén jugando y estudiando dentro que mirando desde fuera llenos de rabia contra nosotros».

      Pero es difícil ser comprendido y tener colaboración de alguien que, como el mayoral, recibe su paga por otros servicios. Milani busca una solución que pueda gestionar solo.

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