Название: El Guion Cinematográfico como pieza audiovisual autónoma
Автор: Adriana Villamizar Ceballos
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 9789587462562
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Sería un desacierto considerar que después de leer uno que otro libro sobre guion, o así sean todos, la escritura podrá realizarse llenando los puntos necesarios de los que se habla en los manuales, y que, además, seguir estos pasos será garantía de una película exitosa. Mayor y más craso error. Aunque sí es claro que estudiar la escasa literatura sobre el quehacer guionístico es esencial, no podríamos creer que hay una fórmula específica para causar fascinación, primero en el productor que apueste por un guion que llegue a su despacho, segundo, en el espectador, y tercero, en ese público tan etéreo, complicado y tan imprevisible, como lo es el jurado y la crítica de los diversos festivales de cine que puede ocasionar desde ovaciones y premios, hasta tomates e improperios que acaben con las intenciones triunfalistas de los cineastas realizadores.
El proceso de escritura y concepción de un guion es distinto para cada historia, la investigación es diferente, así como la escogencia de la estructura adecuada para contarla, o la creación de los personajes, y a su vez, la intención del autor en la cinematografía y en la atmósfera que tendrá su filme. Pero en donde es imprescindible no improvisar es en esa semilla que, si pretendemos sea considerada como “inmortal”, no puede descuidarse en el guion, ese primer peldaño del largo proceso, que, en la mayoría de las ocasiones, requiere hacer cine, y más en un país como Colombia.
El gran gurú actual de la escritura del guion, como ha sido llamado Robert Mckee, advierte sobre la creación del personaje que realmente donde más debemos detenernos es en nosotros mismos. Y es que no debería suscitar temor adentrarnos en esas diferentes caras, personalidades, actitudes y “vueltas de tuerca” que pueden generar nuestras propias experiencias, el problema sería que nos quedáramos, de alguna manera, mirando “nuestro propio ombligo” y no lográramos salir de allí, terminaríamos entonces construyendo una infinidad de clones de nuestro propio carácter.
Mckee (2002) propone otro tipo de indagación:
Como el doctor Frankestein, construimos personajes con los fragmentos que hemos ido encontrando. Un escritor debe tomar la mente analítica de su hermana y unirla al ingenio cómico de un amigo, añadiendo la inteligente crueldad de un gato y la ciega persistencia del Rey Lear. Tomamos prestados trozos y pedazos de la humanidad, fragmentos crudos de la imaginación y de la observación allá donde los encontramos y los unimos para crear las dimensiones de la contradicción, tras lo cual lo pulimos todo para construir las criaturas a las que llamamos personajes. Una de las tristes verdades de la vida es que sólo hay una persona en este valle de lágrimas a la que realmente podremos llega a conocer, nosotros mismos (p. 459).
En lo que se refiere directamente al relato audiovisual, no solo debería ser analizado desde su simiente originario en las 36 situaciones dramáticas planteadas por el dramaturgo, poeta y novelista italiano Carlo Gozzi, y luego recopiladas y citadas por el escritor y crítico literarios y teatral Georges Polti (1895), condiciones como la ambición, los celos injustificados, los crímenes o los adulterios, generan a su vez diversos argumentos universales, que igualmente podrían ser objeto de investigación en la que se entable el qué, quién, dónde, cuándo y cómo, presentes en la narración audiovisual, para de esta manera permitir una profundización en el estudio de las historias que aspiran narrarse audiovisualmente, y a su vez la razón por la que esos argumentos son abordados, tanto por guionistas profesionales como por estudiantes formados académicamente en escuelas de cine y comunicación en Colombia, asignaturas y carreras, por cierto, bastante jóvenes.
Cuando se aborda la narración visual, y más específicamente, el contar historias audiovisualmente, me he atrevido a sostener que la puesta en escena de un relato cinematográfico es, a veces, demasiado similar al escenario de un crimen. Nada puede escapársele al investigador de la vida diaria que es el escritor: una colilla de un cigarrillo, un imperceptible punzón en el que se aplicó una inyección letal en la mano del cuerpo, que yace sobre ese espacio cercado por las cintas amarillas, y que no permite el acceso de curiosos, o un objeto que ni siquiera se tomó como evidencia y más tarde podría resolver la entraña del asunto.
Podría pensarse que en estas afirmaciones lo que prima es un gusto por un género específico, ¿y por qué no?, pero el efecto no es tan delimitado. El camino iniciático en la escritura del guion cinematográfico arranca con un minucioso trazado del mapa de ruta que debe estar presente desde el momento en que el escritor, como viajero, escoge la trama principal de la historia que aspira llevar a la pantalla.
Y ese mapa de ruta, por supuesto, es un viaje por la historia que se plantea, por el conflicto universal que se expone, y es también el descubrimiento de un gran motivo para que los personajes encarnen una búsqueda y una pelea a muerte contra los obstáculos, esa peripecia que plantea Christopher Vogler en El viaje del escritor (2002), cuando se apropia del mito del viaje del héroe para no solo emparentarlo con la construcción dramática de un relato, sino con la travesía que emprende el autor mismo para contar una historia:
El modelo del viaje del héroe tiene un alcance universal, ocurre en todas las culturas y en todas las épocas. Sus variantes son tan infinitas como pueda serlo la especie humana en sí misma, siendo así que en todos los casos su forma básica permanece inalterada. El viaje del héroe integra varios elementos increíblemente tenaces que emergen desde los más recónditos confines de la mente humana, interminablemente, y que sólo difieren en los detalles propios de cada cultura, si bien su quintaesencia es siempre la misma (p. 42).
La propuesta de Vogler es que el autor sea el héroe del viaje en la creación y construcción del relato, y esa es también la aventura que se le presenta a los guionistas autores cuando emprenden el recorrido por el libro cinematográfico, y que, según los expertos, solo tendrá su “verdadero” final cuando en la pantalla se superponga la palabra Fin. Pero este es precisamente el cuestionamiento en esta indagación, esa primera gran pregunta que se hace el guionista al entregar a producción su versión definitiva para la filmación del largometraje que ha escrito.
Tal vez una de las razones que hacen considerar el guion como una pieza inacabada, pueda ser la falta de rigor en la escritura misma del producto audiovisual como tal. Y aquí habría que detenerse nuevamente y aclarar, que cuestionar la intransigencia en la escritura del relato cinematográfico no se refiere directamente a la solidez del guionista, mejor, tendríamos que centrarnos más en la concepción misma que tienen los equipos de producción del libro cinematográfico como un “documento transitorio”, y no como un relato visual acabado.
Antes he mencionado que por el momento no se determinaría la formación de los guionistas, pero es clave hacerlo en este punto, y con el fin de ahondar puntualmente en la producción cinematográfica colombiana, donde en la mayoría de los casos el guionista es también el director. Para precisarlo aún más, en el afán de tener un total dominio de su realización, gran parte de los directores noveles se dan a la tarea de escribir su guion, así no sea su especialidad, y este se convierte más en una guía elaborada con poca rigurosidad, tanto técnica como literaria, y como una pauta que solamente él dilucida, porque en esa gran mayoría de experiencias es él, como autor y director, quien aspira impartir todos los lineamientos del universo que quiere llevar a la pantalla con su filme.
Igualmente, cuando se han realizado adaptaciones de obras literarias, casi siempre se ha contado con la colaboración del autor literario, y lo que prima es que en escasas películas se ha negociado un guion original para una filmación en el que el productor o director no hayan intervenido directamente en su escritura. A esto podemos sumarle que en el país los escritores audiovisuales son muy pocos y aunque actualmente hay diversas escuelas de formación en cine, son también escasos los profesionales formados que optan por dedicarse por entero a la escritura cinematográfica.
Es necesario establecer una importante СКАЧАТЬ