La Reina Roja. Victoria Aveyard
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Название: La Reina Roja

Автор: Victoria Aveyard

Издательство: Bookwire

Жанр: Книги для детей: прочее

Серия: Reina Roja

isbn: 9786077357254

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СКАЧАТЬ para recordar hasta el último segundo de mí. Yo no tengo nada que dejarle. Pero antes de que pueda entretenerme más o ponerme a llorar, un agente me toma del brazo para apartarme.

      Las palabras que siguen se abren paso entre mis labios, aunque salen apenas como algo más que un murmullo:

      —Los quiero.

      La puerta se cierra entonces detrás de mí, echándome de mi casa y de mi vida.

      Atravesamos la aldea a toda prisa por la calle que conduce a la plaza del mercado. Pasamos por la ruinosa casa de Kilorn. Él acostumbraba estar despierto a estas horas, a medio camino del río para iniciar temprano sus labores, cuando aún está fresco, pero esos tiempos han quedado atrás. Supongo que ahora duerme hasta mediodía, para disfrutar de las pocas comodidades que puede antes de alistarse. Parte de mí quisiera gritarle adiós, pero no lo hago. Él irá a husmear después, me buscará y Gisa se lo contará todo. Riendo para mis adentros, recuerdo que Farley me espera hoy para que le pague una fortuna. Se llevará un chasco.

      En la plaza nos aguarda un flamante vehículo negro. Cuatro ruedas, ventanas de cristal, diseño impecable: parece una fiera lista para devorarme. El agente sentado en los controles pisa el acelerador cuando nos acercamos, escupe humo negro en el aire fresco de la mañana. Me meten atrás sin decirme nada y la asistente apenas alcanza a deslizarse a mi lado antes de que el vehículo arranque, corriendo por la calle a velocidades que yo no habría imaginado nunca. Éste será mi primer y último viaje en un transporte así.

      Quiero hablar, preguntar qué sucede, saber cómo me castigarán por mis crímenes, pero sé que mis palabras caerán en oídos sordos. Me asomo a la ventana, veo desaparecer la aldea mientras entramos al bosque, marchamos de prisa por el ya conocido camino del norte. No está tan lleno como ayer y hay agentes de seguridad desperdigados por la carretera. La Mansión está bajo control, dijo la asistente. Supongo que se refería a esto.

      El muro de cristal de diamante brilla al frente, refleja el sol que sale de la arboleda. Quiero entrecerrar los ojos pero no los muevo. Debo mantenerlos bien abiertos.

      La entrada hierve de uniformes negros, todos los agentes de seguridad que inspeccionan y vuelven a inspeccionar a los viajeros que llegan. Cuando nos detenemos, la asistente me guía junto a la fila a través de la puerta. Nadie protesta ni se preocupa por verificar nuestras identificaciones. Seguro que ella es conocida en estos lares.

      Una vez dentro, la asistente me mira.

      —Por cierto, soy Ann, pero aquí nos conocemos por nuestro apellido. Llámame Walsh.

      Walsh. Este nombre me suena.

      —¿Eres de…?

      —De Los Pilotes, como tú. Conozco a tu hermano Tramy y ojalá no hubiera conocido a Bree, un verdadero rompecorazones —Bree ya se había ganado fama en la aldea antes de marcharse. Una vez me contó que temía menos que los demás el alistamiento porque la docena de jóvenes sanguinarias a las que dejaría aquí eran mucho más peligrosas—. A ti no te conozco, pero lo haré, sin duda.

      No puedo evitar ponerme a la defensiva.

      —¿Qué quieres decir?

      —Que trabajarás aquí largas horas. No sé quién te contrató ni qué te hayan dicho sobre tus deberes, pero se ve que ya empiezan a irritarte. No vas a ocuparte de cambiar sábanas y limpiar platos. Tendrás que mirar sin ver, oír sin escuchar. En este lugar somos objetos, estatuas vivientes hechas para servir —ella suspira y se vuelve, abre de golpe una puerta hendida precisamente junto a la entrada—. Sobre todo ahora, con esto de la Guardia Escarlata. Ningún momento es bueno para ser Rojo, pero éste es pésimo.

      Cruza la puerta, aparentemente en dirección a una pared. Yo tardo un momento en darme cuenta de que baja un tramo de escaleras y desaparece en la semioscuridad.

      —¿Mis deberes? —insisto—. ¿Qué deberes? ¿Qué es esto?

      Ella voltea en la escalera, casi entornando los ojos frente a mí.

      —Fuiste llamada para ocupar un puesto de servicio —dice, como si fuera la cosa más obvia del mundo.

      Trabajo. Un puesto. Casi me desmayo de sólo pensarlo.

      Cal. Me dijo que tenía un buen trabajo, y ahora ha movido algunos hilos para conseguirme uno. Tal vez, incluso, trabajaré bajo sus órdenes. El corazón me da un vuelco ante esta posibilidad sabiendo lo que significa. No voy a morir y ni si quiera a combatir. Trabajaré y viviré. Y más tarde, cuando encuentre a Cal, lo convenceré de que haga lo mismo por Kilorn.

      —¡Apúrate, no tengo tiempo para llevarte de la mano!

      Tropezando detrás de la asistente, desciendo a un túnel sorpresivamente oscuro. Las paredes están alumbradas por lámparas pequeñas, que apenas permiten ver. Arriba hay tubos, que zumban de agua corriente y electricidad.

      —¿Adónde vamos? —pregunto por fin.

      Casi consigo oír el desaliento de Walsh cuando se vuelve hacia mí, confundida:

      —A la Mansión del Sol, por supuesto.

      Por un segundo, creo sentir que mi corazón se detiene.

      —¿Que qué? ¿Al palacio, al mismo palacio?

      Ella golpetea la insignia en su uniforme. La corona titila bajo la escasa luz.

      —Ahora estás al servicio del rey.

      Tienen un uniforme listo para mí, pero apenas reparo en él. Estoy demasiado asombrada por lo que me rodea, la piedra de color marrón claro y el centellante piso de mosaico de esta sala olvidada en la casa de un rey. Otros sirvientes pasan trajinando en un desfile de uniformes rojos. Examino sus caras, busco a Cal para darle las gracias, pero él no aparece por ningún sitio.

      Walsh permanece a mi lado, me susurra algunos consejos.

      —No digas nada. No oigas nada. No hables con nadie porque nadie hablará contigo.

      Casi no distingo sus palabras; los dos últimos días han sido un desastre para mi corazón y mi espíritu. Siento que la vida simplemente decidió abrir las compuertas para que me ahogara en un torbellino de vueltas y revueltas.

      —Llegaste en un día muy agitado, quizás el peor que veremos nunca.

      —Vi las embarcaciones y las naves aéreas… Los Plateados han venido río arriba durante semanas —digo—. Más que de costumbre, aun para esta época del año.

      Walsh me apresura, y pone en mis manos una charola de copas relucientes. Seguro que estos utensilios podrían comprar mi libertad y la de Kilorn, pero la Mansión está protegida en cada puerta y ventana. Yo no podría escapar jamás en medio de tantos agentes, ni siquiera con todas mis habilidades.

      —¿Qué sucederá hoy? —pregunto tontamente. Un mechón de mi cabello oscuro cae sobre mis ojos, y antes de que yo pueda quitarlo, Walsh lo retira y lo sujeta con un brochecito, con movimientos rápidos y precisos—. ¿Es una pregunta idiota?

      —No, yo tampoco lo sabía hasta que empezamos a prepararnos. Después de todo, no se ha celebrado un acto igual en los últimos СКАЧАТЬ