Название: El oficio del sociólogo en Uruguay en tiempos de cambio
Автор: Miguel Serna
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789876918053
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El Mides conoce muy bien sus acciones, la población sobre la que actúa, y tiene perfectamente definidos los problemas que se propone combatir, definidas las metodologías para esa acción, y hace un muy preciso seguimiento de los impactos o las consecuencias de su acción. Lo hace de dos modos. A través de la Dirección Nacional de Evaluación y Monitoreo (Dinem) con toda una batería de indicadores y estudios que el propio Ministerio elabora. Y a través de un riquísimo proceso de discusión interno, pero que llega al Estado desde fuera de él ya que lo traen los “operadores” (que es el nombre que se les da a los trabajadores sociales que implementan la acción social) a partir de la experiencia cotidiana que ellos hacen en los barrios y junto con las familias de las que se ocupan. Se despliega y se construye así una afilada inteligencia colectiva que permite sentir el pulso de la acción del Estado casi cotidianamente. Subrayo esto porque no es frecuente que en un ministerio se produzca un diálogo tan aceitado y de tal horizontalidad. Sin embargo, esos debates internos a la acción pública no habían merecido, hasta ahora, el examen sociológico. A esto se le suma la producción de conocimiento que aportan otros agentes públicos, tan importantes como el Instituto Nacional de Estadísticas. Entonces, ¿qué aportar y con qué propósito a partir de una nueva investigación?
“La vida es más compleja de lo que parece…” (cantabile, sobre melodía de Jorge Drexler). Estos versos y estos compases de esa canción contienen con simpleza la hipótesis que funda el punto de partida de nuestra investigación: que la vida es más compleja de lo que parece luego de que la sociología ha pasado por allí para simplificarla. Simplificarla, claro, para poder categorizarla, pensarla y dar herramientas o puntos de apoyo para actuar sobre ella. La sociología simplifica la vida para sacarla de esa complejidad que vuelve toda acción imposible. Es el natural proceso de conceptualización propio del conocimiento científico y de la consecutiva creación de tecnología para intervenir en ese mundo complejo.
¿Cómo ocurrió esa simplificación? Caricaturizando apenas, podemos decir que las políticas sociales del Mides fueron diseñadas y son evaluadas y discutidas en el Uruguay de hoy a partir de su capacidad para “combatir la pobreza”. Esto es así porque ese fue el espíritu con el que fue creado el Mides frente a la terrible urgencia social en la que vastos sectores de la ciudadanía se encontraban en el comienzo de siglo. Así fue presentada su misión en el espacio público, respondiendo a una de las grandes promesas con las que la izquierda llegaba al poder: reducir la indigencia, combatir la pobreza, achicar el desempleo… atacar la cuestión social, preferimos nosotros. Pero no fueron así las cosas. La expresión “cuestión social” no estaba presente en el discurso público y había caído en el olvido de una izquierda que actuó, debe decirse, con cierta distracción adoptando las categorías que, no debemos ocultárnoslo, habían elaborado sus enemigos.
En la década de 1980, el modo en que las sociedades latinoamericanas tenían de enfrentar la cuestión social sufrió un vuelco de ciento ochenta grados. Hasta entonces, en el centro de la cuestión social estaba la figura del trabajador y todas las preguntas giraban en torno a la problemática del trabajo. En esos años, como consecuencia de una serie de artilugios sobre los que hemos escrito mucho, se dejó de prestar atención al trabajador para no mirar sino al pobre.3 Este cambio no se produjo porque se tratase de personas diferentes, porque el pobre fuese otro que el trabajador, y tampoco porque las actividades o las prácticas hubiesen cambiado, sino porque las ciencias sociales comenzaron a considerar el problema de modo diferente y le dieron al Estado una nueva categoría y una nueva problemática resumidas en el término “pobreza”. Esta nueva problematización se sintetiza básicamente a través de la “curva de la pobreza” con la que se representa gráficamente la evolución del número de personas o de hogares que están por encima o por debajo de la famosa “línea de la pobreza”, a su vez determinada por un valor de referencia del ingreso de las personas y los hogares. Unos años después, cuando comenzó a hacer agua el proyecto político que en la década de 1990 algunos llamaban “del Consenso de Washington”, apareció otra curva junto con la de la pobreza. La curva del desempleo permitió recuperar una parte del terreno perdido por aquel cambio tan radical que llevó del trabajador al pobre. Muchos comenzaron así a hacer sonar la alarma y se atrevieron a decir que el trabajo no había desaparecido de la faz de la Tierra como algunos tan imprudentes como irresponsables se atrevían a afirmar alegremente, e incluso se atrevieron a recordar que el trabajo constituía el primordial principio organizador de nuestras sociedades y de los individuos que las componen.4 Se pudo así observar que había una estrecha pero no por ello menos compleja relación entre la evolución de las curvas de la pobreza y del desempleo. Hacia el final de los años 90 esas dos curvas aumentaban simultáneamente, lo que daba razón al pensamiento de izquierda que así podía denunciar al neoliberalismo con el apoyo de pruebas estadísticas. Pero el resultado de ello fue que en lugar de volver a su primigenia concepción de una cuestión social basada en el trabajo que se dedicara a observar y a permitir actuar sobre las relaciones sociales, la izquierda mantuvo, adoptó e hizo propia la curva de la pobreza como prisma de observación de la cuestión social, pero sumándole la curva del desempleo.
Las curvas proveyeron a la izquierda de un arma muy eficaz. Y así llegaron al poder, con las curvas en la mano. Y a poco de andar, esas curvas tuvieron un comportamiento virtuoso. Las políticas económicas y sociales implementadas por los gobiernos de izquierda en América Latina produjeron un descenso de la curva de la pobreza y junto con ella la del desempleo. De ningún modo se observó críticamente a estos indicadores pues brindaban al mismo tiempo la posibilidad de una crítica del modelo anterior y la convicción de que los cursos de acción elegidos eran los correctos. Medidas la derecha y la izquierda con la misma vara, se hacía evidente que la opción de izquierda daba mejores resultados.
Fue por ello que los gobiernos progresistas no cambiaron ese modo de mirar la cuestión social producido y elaborado bajo el neoliberalismo, porque esos indicadores los reconfortaban, les daban razón. Lo que ellos ponían en práctica resultaba eficaz a la luz de los mismos criterios que habían utilizado para evaluar a los gobiernos neoliberales de los años 90 y que eran sus principales enemigos. Allí se encuentra una de las razones por las que la llegada de la izquierda al poder no se tradujo por un cambio en el enfoque neoliberal de la cuestión social.
No es cierto que ningún cambio se haya producido. Aparecieron otros tópicos. Pero si uno recuerda el miedo presente entre las filas de la izquierda de perder las elecciones en octubre de 2019 –como efectivamente sucedió–, lo que se escuchaba decir era: “Pero, miren, el coeficiente de Gini, la curva de la pobreza y de la indigencia, todos los indicadores han bajado. No puede decirse que nos fue СКАЧАТЬ