Cuentos completos. Эдгар Аллан По
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Читать онлайн книгу Cuentos completos - Эдгар Аллан По страница 26

Название: Cuentos completos

Автор: Эдгар Аллан По

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Colección Oro

isbn: 9788418211171

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СКАЧАТЬ sostenía el perrito de la duquesa. El conde Zutano jugaba con sus tarritos de sales aromáticas y su Alteza Real Perengano se inclinaba sobre el asiento de la duquesa.

      Me acerqué al artista y este alzó su nariz.

      —¡Oh, qué hermosa! —suspiró su Gracia.

      —¡Oh, qué bella! —murmuró el marqués.

      —¡Oh, qué repugnante! —refunfuñó el conde.

      —¡Oh, qué detestable! —gruño su Alteza Real.

      —¿Cuánto quiere usted? —preguntó el artista.

      —¡Por su nariz! —exclamó su Gracia.

      —Mil libras —contesté, tomando asiento.

      —¿Mil libras? —repitió el artista, reflexivo.

      —Mil libras —dije.

      —¡Sublime! —susurró él, en éxtasis.

      —Mil libras —dije.

      —¿Usted, la garantiza? —indagó, orientándola de manera que se iluminara.

      —La garantizo —contesté, bufando por ella con fuerza.

      —¿Y es totalmente original? —preguntó, tocándola ceremonialmente.

      —¡Por supuesto! —contesté, retorciéndola.

      —¿No se han sacado copias de ella? —volvió a interrogar, estudiándola bajo un microscopio.

      —Ninguna —dije, alzándola.

      —¡Sorprendente! —exclamó, sorprendido completamente ante la belleza de la maniobra.

      —Mil libras —dije yo.

      —¿Mil libras? —dijo él.

      —Exactamente —dije yo.

      —¿Mil libras? —dijo él.

      —En efecto —dije yo.

      —Las tendrá usted —declaró el artista—. ¡Qué pieza tan perfecta!

      Me entregó el dinero de inmediato y comenzó a dibujar mi nariz. Alquilé un apartamento en la calle Jermyn y envié la nonagésima novena edición de mi Nasología a Su Majestad, junto a un retrato de la probóscide. El Príncipe de Gales, pobre libertino intrascendente, me invitó a cenar.

      Todos éramos “leones” y recherchés.

      Allí estaba un Platonista moderno que refirió a Porfirio, a Yámblico, a Hierocles, a Máximo Tirio, a Plotino, a Proclo y a Siriano.

      Estaba un defensor de la perfectibilidad humana. Habló de Turgot, de Price, de Priestley, de Condorcet, de De Staël y del “Estudiante Ambicioso de Mala Salud”.

      Estaba Sir Paradoja Positiva. Hizo resaltar que todos los filósofos eran locos y que todos los locos eran filósofos.

      Estaba Ético Estético. Habló sobre el fuego, la unidad y los átomos, el alma bipartita y preexistente, sobre la afinidad y la discordia, sobre la inteligencia primitiva y las homeomerías.

      Estaba Fricassée del Rocher de Cancale. Habló del Muritón, de la lengua roja, de la ternera a la St. Menehoult, de las coliflores con salsa velouté, de la marinada a la St. Florentin y de las jaleas de naranjas en mosaïques.

      Estaba Teología Teólogo. Mencionó a Eusebio y a Arrio, la herejía y el concilio de Nicea, el puseyismo y el consustancialismo, el homousios y el homouioisios.

      Estaba Bíbulo O’Barril. Quien describió al Latour y al Markbrünnen, al Mousseux y al Chambertin, al Richbourg y al St. George, al Haubrion, Leonville y Medoc, al Barac y al Preignac, al Grâve y al Sauternes, al Lafitte, al St. Peray. Inclinó la cabeza ante el Clos de Vougeot, y, entrecerrando los ojos, habló de la diferencia que hay entre el jerez y el amontillado.

      Estaba el Señor Tintontintino, de Florencia. Declamó sobre Cimabue, Arpino, Carpacio y Argostino, sobre la melancolía de Caravaggio, sobre la amenidad de Albano, sobre los colores de Tiziano, sobre las damas de Rubens y sobre las bufonadas de Jan Steen.

      Estaba el Presidente de la Universidad de Fum-Fudge. Señaló su opinión de que la luna se llama Bendis en Tracia, Bubastis en Egipto, Diana en Roma y Artemisa en Grecia.

      Había un Gran Turco originario de Estambul. No paraba de pensar que los ángeles eran corceles, gallos y toros; que alguien en el sexto cielo tenía setenta mil cabezas y setenta mil lenguas y que la tierra era sostenida por una vaca color celeste con cientos de cuernos.

      Estaba Poligloto Delfino. Nos narró la suerte que habían corrido las ochenta y tres tragedias perdidas de Esquilo, las cincuenta y cuatro oraciones de Iseo, los trescientos noventa y un discursos de Lisias, las cincuenta y cuatro oraciones de Isaías, los ciento ochenta tratados de Teofrasto, los himnos y ditirambos de Píndaro, el octavo libro del tratado de las secciones cónicas de Apolonio y las cuarenta y cinco tragedias de Homero el joven.

      Estaban Ferdinando Fitz Feldespato Fósilus. Nos dio cátedra de todo lo concerniente a los fuegos subterráneos y las formaciones terciarias, sobre los aeriformes, los fluidiformes y los solidiformes; sobre el cuarzo y la marga, el esquisto y la turmalina, el yeso y la roca ígnea, talco y cal, blenda y hornablenda; sobre la mica y la piedra pómez, la cianita y la lepidolita; sobre la hematita y la tremolita, el antimonio y la calcedonia; sobre el manganeso y todo lo que usted imagine.

      Y también estaba yo. Y hablé de mí, de mí, de mí y de mí. De la nasología, de mi folleto y de mí. Mostré mi nariz y hablé de mí.

      —¡Qué sorprendente inteligencia! —exclamó el príncipe.

      —¡Soberbia! —dijeron sus invitados.

      Y al día siguiente su Gracia la duquesa Fulana me hizo una visita.

      —¿Asistirá usted al Salón de Almack, hermosa criatura? —me preguntó, dándome unas palmaditas en el mentón.

      —Asistiré… por mi honor... —contesté.

      —¿Con nariz y todo? —volvió a preguntar.

      —Tan cierto como que estoy vivo —le respondí.

      —Pues bien, mi vida, aquí tiene mi tarjeta. ¿Puedo contar con que usted estará allí?

      —De todo corazón mi querida duquesa.

      —¡Bah, no me importa el corazón! Diga, más bien: “De toda nariz”.

      —Con cada pedacito de ella, amor mío —le dije, y después de halarme una o dos veces la nariz, me hallaba en el Salón de Almack.

      Los diversos salones estaban colmados hasta la sofocación.

      —¡Ya viene! —dijo uno en la escalera.

      —¡Ya viene! —dijo otro un poco más arriba.

      —¡Ya СКАЧАТЬ