Название: Antes De Que Anhele
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Зарубежные детективы
isbn: 9781094303871
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Ellington, por otra parte, picó el anzuelo. “No. No he hecho amigos como esos, pero sabes una cosa, mamá, la verdad es que preferiría enfocarnos en el día de hoy. Y en Mackenzie, una mujer que no me va a hacer morder el barro como la primera esposa que tuve y a la que pareces sentirte apegada”.
Dios mío, esto es terrible, pensó Mackenzie.
Tuvo que tomar una decisión en ese preciso instante, y supo que podía llegar a afectar la opinión que se hiciera de ella su suegra, pero ya lidiaría con eso más adelante. Estaba a punto de hacer un comentario, para excusarse y que así Ellington y su madre pudieran tener esta conversación tan tensa en privado.
Entonces, sonó el teléfono. Lo miró y vio el nombre de McGrath. Se lo tomó como la oportunidad que necesitaba, sosteniendo el teléfono cerca de ella mientras decía: “Lo siento mucho, pero tengo que responder a esto”.
Ellington le lanzó una mirada escéptica mientras ella se alejaba un poco por la acera. Mackenzie respondió la llamada mientras se ocultaba detrás de unos matos de rosas de lo más artesanal.
“Al habla la agente White”, respondió.
“White, necesito que vengas cuanto antes. Ellington y tú, creo. Hay un caso que os tengo que asignar lo antes posible”.
“¿Estás en tu despacho en este momento? ¿Un domingo?”.
“No estaba, pero esta llamada me ha traído aquí. ¿Cuándo podéis vosotros dos estar aquí?”-
Mackenzie sonrió y le miró a Ellington, que seguía riñendo con su madre. “Oh, creo que lo podemos hacer bastante rápido”, dijo.
CAPÍTULO CUATRO
Como era domingo, no había nadie sentado al escritorio de la zona de espera que tenía afuera el despacho de McGrath. De hecho, la puerta de su oficina estaba abierta de par en par cuando llegaron Mackenzie y Ellington. Mackenzie llamó a la Puerta antes de pasar al interior sin esperar a una respuesta, sabiendo lo riguroso que podía ponerse McGrath cuando se trataba de su privacidad.
“Pasad adentro”, les gritó McGrath.
Al entrar, se encontraron a McGrath sentado a su escritorio, revolviendo entre unas carpetas. Había papeles esparcidos por todas partes y su escritorio parecía encontrarse en un leve estado caótico. Ver al generalmente ordenado McGrath en tal estado hizo que Mackenzie se preguntara qué tipo de caso había conseguido alterarle tanto.
“Os agradezco que hayáis venido tan deprisa”, dijo McGrath. “Ya sé que utilizáis la mayoría de vuestro tiempo libre para planear la boda”.
“Eh, me arrancaste de las garras de mi madre”, dijo Ellington. “Me pondré a trabajar en cualquier caso que quieras darme”.
“Está bien saberlo”, dijo McGrath, seleccionando una pila de papeles unidos con clips del revoltijo de su escritorio y arrojándoselo a Ellington. “Ellington, cuando empezaste a trabajar como agente de campo, te asigné la limpieza de un caso en Salem, Oregón. Alguna cosa con las consignas de almacén. ¿Te acuerdas?”.
“Lo cierto es que sí. Cinco cadáveres, todos aparecieron muertos en unidades de almacenamiento. Nunca se encontró a ningún asesino. Se dio por sentado que, cuando se implicó el FBI, se asustó y se detuvo”.
“Ese es. Ha habido una búsqueda continua por el tipo, pero no ha dado ningún resultado. Y han pasado ya casi ocho años”.
“¿Le encontró alguien al final?”, preguntó Ellington. Estaba hojeando los papeles que le había entregado McGrath. También Mackenzie pudo echar una ojeada y ver los pocos informes y detalles de los asesinatos de Oregón.
“No, pero han empezado a aparecer cadáveres en unidades de almacenamiento de nuevo. Esta vez es en Seattle. A uno le hallaron la semana pasada, que podía ser juzgado de coincidencia, pero encontraron otro más ayer. El cadáver llevaba muerto algún tiempo, al menos cuatro días por la pinta que tiene”.
“Entonces, ¿es bastante certero decir que ya no se están considerando los casos de Seattle como incidentes aislados?”, especuló Mackenzie.
“Eso es, con lo que el caso es tuyo, White”. Entonces McGrath se volvió hacia Ellington. “No estoy Seguro sobre si enviarte también a ti. Me gustaría hacerlo porque vosotros dos os las arregláis para trabajar bien juntos a pesar de la relación, pero con la boda tan cerca en el tiempo…”.
“Es su decisión, señor”, dijo Ellington. A Mackenzie le sorprendió bastante ver lo frívolo que estaba siendo sobre ello. “Aunque creo que mi historial con el caso de Oregón podría beneficiar a Macken—la agente White. Además de lo de dos cabezas y todo eso…”.
McGrath lo ponderó durante un momento, mirándolos alternativamente al uno y al otro. “Lo permitiré, pero puede que este sea el último caso en que os pongo juntos. Ya tengo a bastante gente incómoda con que una pareja que está comprometida trabaje en equipo. Cuando os caséis, podéis olvidaros de ello”.
Mackenzie lo entendía y hasta pensaba que era buena idea en principio. Asintió mientras McGrath hacía su presentación mientras tomaba los papeles que tenía Ellington en la mano. No se tomó el tiempo de leerlos allí mismo, porque no quería ser grosera, pero los examinó por encima lo bastante como para hacerse una idea.
Se habían hallado cinco cadáveres en consignas de almacenamiento en 2009, todas ellas en un periodo de diez días. A uno de los cadáveres parecía que le habían matado hacía poco, mientras que a otro le habían matado tanto tiempo antes de que lo descubrieran que la carne había empezado a pudrirse en los huesos. Habían detenido a tres sospechosos, pero todos ellos habían salido a la calle gracias a coartadas o a falta de pruebas reales.
“Por supuesto, tampoco nosotros estamos preparados para afirmar que hay un enlace directo entre los dos, ¿no es cierto?”, preguntó.
“No, todavía no”, dijo McGrath. “Pero esa es una de las cosas que me gustaría que averiguaras. Busca conexiones mientras estés buscando a este tipo”.
“¿Alguna cosa más?”, preguntó Ellington.
“No. Se están encargando del transporte en este preciso instante, pero deberíais estar volando en menos de cuatro horas. Realmente me gustaría resolver este asunto antes de que este maniaco pueda cargarse otras cinco personas como hizo antes”.
“Pensé que no estábamos diciendo que hubiera un enlace directo”, dijo Mackenzie.
“No oficialmente, no”, dijo McGrath. Y entonces, como si no pudiera evitarlo, sonrió con sarcasmo y se volvió hacia Ellington. “¿Y tú vas a vivir con ese tipo de escrutinio para el resto de tu vida?”.
“Oh sí”, dijo Ellington. “Y estoy deseando hacerlo.”
***
Estaban a mitad de camino del apartamento antes de que Ellington se molestara en llamar a su madre. Le explicó que les habían reclamado y le preguntaba si le gustaría quedar con ellos cuando regresaran. Mackenzie escuchaba de cerca, apenas capaz de entender la respuesta de su madre. СКАЧАТЬ