Название: Si Ella Huyera
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Зарубежные детективы
isbn: 9781094304090
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—¿Dónde se está quedando? —preguntó Kate.
—En casa de su hermana, como a cinco kilómetros de aquí.
—Sheriff, ¿tiene un archivo de la primera víctima?
—Lo tengo. Puedo hacer que alguien le envíe por correo-e una copia si gusta.
—Eso sería grandioso.
Bannerman tenía tanta edad como experiencia. Sabía que las agentes habían terminado su escrutinio de la residencia Hopkins. Sin que se lo dijeran, se giró para encaminarse a la puerta principal con Kate y DeMarco detrás de él.
Al caminar hasta sus autos, agradeciendo a Bannerman por reunirse con ellas, el sol finalmente había alcanzado su sitio de permanencia en el cielo. Eran poco más de las ocho de la mañana y Kate sentía que el caso ya estaba casi en movimiento.
Esperaba que fuese un buen presagio.
Por supuesto, cuando se subieron al auto y notó que unas nubes grises venían flotando, intentó ignorarlas.
CAPÍTULO TRES
Bannerman había llamado para avisarle al marido que el FBI venía a hablar con él. Cuando Kate y DeMarco llegaron a la casa de su hermana diez minutos después, Gerald Hopkins estaba sentado en el porche con una taza de café. Al subir los escalones, Kate vio que el hombre estaba agotado. Sabía cómo se veía la pena, y nadie se veía bien con ella. Pero cuando la fatiga formaba parte de la ecuación, era mucho peor.
—Gracias por aceptar hablar con nosotras, Sr. Hopkins —dijo Kate.
—Por supuesto. Cualquier cosa que pueda hacer para encontrar al que hizo esto.
Su voz sonaba ronca y débil. Kate imaginó que había pasado buena parte de los últimos dos días llorando, sollozando, y quizás incluso gritando. Y durmiendo muy poco entretanto. Contemplaba su taza de café, sus ojos pardos parecían a punto de cerrarse en cualquier instante. Kate pensó que de no haber estado envuelto en tan horrendo pesar, Gerald Hopkins sería probablemente un hombre apuesto.
—¿Está su hermana? —preguntó DeMarco.
—Sí. Está adentro, encargándose de los… arreglos —hizo una pausa, inhaló con fuerza para luchar con lo que Kate supuso eran unas ganas de llorar, y luego tembló un poco. Sorbió un poco de café y prosiguió—. Ella ha sido increíble. Manejando todo, enfrentando las cosas por mí. Manteniendo alejados a los entremetidos de esta ciudad.
—Sabemos que la policía ya lo ha interrogado, así que seremos breves —dijo Kate—. Si puede, me gustaría que describiera la última semana que pasó con Karen. ¿Podría hacerlo?
Se encogió de hombros. —Supongo que fue como cualquier otra semana. Me iba al trabajo, ella se quedaba. Yo venía a casa, hacíamos todo lo básico de una pareja casada. Habíamos caído en un programa… algo aburrido. Algunas parejas lo llamarían rutina.
—¿Pasaba algo malo? —preguntó Kate.
—No. Nosotros solo… No sé. En los últimos años, desde que los chicos se fueron, de alguna manera dejamos de intentarlo. Todavía nos amábamos pero todo era muy simple. Aburrido, ¿entiende? —suspiró y se estremeció una vez más— Oh, Dios, los chicos. Todos ya vienen para acá. Henry, el mayor, debería estar aquí en la próxima hora. Y luego yo tengo… tengo que atravesar por esto...
Bajó la cabeza y dejó escapar un gemido desesperado que acentuó unos sollozos entrecortados. Kate y DeMarco se apartaron, para darle espacio. Le tomó dos minutos calmarse. Cuando lo hizo, enjugó sus ojos y las miró como si se excusara.
—Tome su tiempo —dijo Kate.
—No, está bien. Es solo que desearía haber sido un mejor esposo hacia el final, ya sabe. Yo siempre estuve cerca, pero nunca estuve realmente allí. Creo que ella se estaba sintiendo sola. De hecho, sé que así era. Es solo que yo no quería invertir un mayor esfuerzo. ¿No ha sido miserable de mi parte?
—¿Sabe de alguien con quien ella pudo haberse reunido en los últimos días? —preguntó Kate— ¿Alguna reunión, cita, o algo parecido?
—Ni idea. Karen se encargaba de la casa. Ni siquiera sé que pasaba en mi propia casa… en mi propiavida la mitad del tiempo. Ella lo hacía todo. Hacía la contabilidad, fijaba las citas y la agenda, planeaba las cenas, cuidaba su condenado jardín, estaba pendiente de los cumpleaños y las reuniones familiares. Yo era bastante inútil.
—¿Nos permitiría tener acceso a la agenda de ella? —preguntó DeMarco.
—Lo que necesiten. Cualquier cosa. Bannerman y sus hombres ya tienen acceso a nuestra agenda conjunta. Hacíamos todo en nuestros teléfonos. Él puede indicarles.
—Gracias. Sr. Hopkins, le dejamos por ahora, pero por favor... si piensa en algo de interés, ¿podría por favor contactar con nosotras o con el Sheriff Bannerman?
Asintió, pero era evidente que estaba a punto de sollozar de nuevo.
Kate y DeMarco se marcharon, dirigiéndose de regreso a su auto. No había sido una reunión muy productiva, pero convenció a Kate de que no había forma de que Gerald DeMarco hubiera asesinado a su esposa. Uno no puede simular un dolor como ese. Había visto muchos hombres en el curso de su carrera y siempre había reconocido cuando era auténtico. Gerald Hopkins tenía un gran pesar y ella lo compadecía profundamente.
—¿Próxima parada? —preguntó DeMarco mientras se ponía detrás del volante.
—Me gustaría regresar a la casa de los Hopkins… quizás hablar con los vecinos. Él mencionó ese jardín, justo fuera de la oficina. Había una casa vecina que podía verse desde esa ventana. Es una pequeña posibilidad, pero quizás valga la pena probar.
DeMarco asintió y salió de la via de acceso. Se dirigieron de regreso a la residencia Hopkins cuando la primera de esas nubes que anunciaban tormenta se colocaba delante del sol.
***
Comenzaron con el vecino que estaba a la derecha de la residencia de los Hopkins. Tocaron la puerta principal sin obtener respuesta. Tras aguardar treinta segundos, Kate tocó de nuevo con el mismo resultado.
—¿Sabes? —dijo Kate— Después de trabajar durante tanto tiempo en vecindarios como este, casi esperas que al menos un miembro de la pareja esté en casa.
Tocó una vez más y como nadie respondió, se dieron por vencidas. Se marcharon, cruzando el patio de los Hopkins para probar suerte con el otro vecino. Al hacerlo, Kate miró hacia el césped entre las dos casas. Apenas podía ver el borde de la casa que era visible desde la ventana de la oficina de Karen Hopkins. Miraba la parte trasera de esa casa, cuyo frente estaría situado en la calle que cortaba aquella donde vivían los Hopkins.
Al dirigirse a la casa de la izquierda, Kate notó las primeras gotas de lluvia provenientes de las nubes tormentosas. Comenzaron a subir los escalones en el momento en el que su celular vibró en el bolsillo. Lo sacó y revisó la pantalla. Era Melissa. Un pequeño СКАЧАТЬ