Si Ella Huyera. Блейк Пирс
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу Si Ella Huyera - Блейк Пирс страница 6

Название: Si Ella Huyera

Автор: Блейк Пирс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Зарубежные детективы

Серия:

isbn: 9781094304090

isbn:

СКАЧАТЬ abuela no es suficiente propósito? —preguntó DeMarco.

      —Oh, lo es... Es solo que… No sé.

      Su voz se apagó y DeMarco respetó su silencio… por un momento. —Este caso —dijo DeMarco—, luce bastante claro, ¿correcto? ¿Leíste los archivos?

      —Lo hice. Y parece muy planeado. Pero sin pistas ni indicios ni la más pequeña sugerencia por parte de la policía local. Será un reto.

      —Entonces… la víctima más reciente es una mujer de cincuenta y cuatro años. Sola en su hogar, hace dos tardes. No hay señales de que hayan forzado la entrada. Fue descubierta por el marido al regresar del trabajo. Luce como un estrangulamiento que también cortó el cuello.

      —Y eso nos habla del objeto con que la asesinaron —dijo Kate—. ¿Qué será que además puede cortar el cuello?

      —¿Alambre de púas?

      —Habría habido más sangre —comentó Kate—. La escena sería más que espeluznante.

      —Y los reportes dicen que este sitio estaba bastante limpio.

      —Eso explica por qué la policía local está teniendo tales problemas. Pero tiene que haber un lugar de inicio, ¿correcto?

      —Bien, vamos a averiguarlo —dijo DeMarco, rodando cada vez más despacio el auto y haciendo un gesto con la cabeza hacia la derecha—. Llegamos.

      ***

      Había un solo policía esperándolas cuando ingresaron a la vía de acceso en forma de U. Estaba sentado en su patrulla, bebiendo una taza de café. Inclinó la cabeza educadamente ante Kate y DeMarco mientras estas se aproximaban a su auto. Llevaba uniforme, y la placa en forma de estrella indicaba que era el sheriff. Si Kate tuviera que especular diría que no le quedaba mucho tiempo en el cargo. Estaría cerca de los sesenta; era patente en la frente llena de arrugas y en el tono gris de sus cabellos.

      —Agentes Wise y DeMarco —dijo Kate, mostrando su placa.

      —Sheriff Bannerman —dijo el viejo policía—. Encantado de que hayan llegado hasta aquí. Este caso nos ha desconcertado en verdad.

      —¿Le importaría llevarnos adentro y darnos los detalles? —preguntó Kate.

      —Por supuesto.

      Bannerman las condujo por los anchos escalones hasta un porche decorado de manera minimalista. Dentro, la casa tenía el mismo estilo, lo que hacía que la residencia ya de por sí amplia se viera más grande. La puerta principal se abría a un vestíbulo revestido con baldosas que conducía a un ancho salón, y a una curvilínea escalera que terminaba en el segundo piso. Bannerman las guió por el pasillo y a la derecha. Ingresaron a una espaciosa sala de estar, cuya pared opuesta estaba ocupada por una biblioteca tan sencilla como enorme. La sala de estar contenía también un elegante sofá y un piano.

      —El despacho de la víctima está justo por aquí —dijo Bannerman, conduciéndolas a traves de la sala de estar bacia un área revestida de la misma manera que el vestíbulo. Un sencillo escritorio estaba pegado de la pared opuesta. A la derecha, una ventana se abría a un jardín en rotonda. Un florero con ramas de la planta de algodón se hallaba colocado en una esquina. Lucía sencillo y era claramente falso, pero encajaba muy bien en la habitación.

      —El cuerpo fue descubierto ante su escritorio, en esta misma silla —dijo Bannerman. Hizo un gesto dirigido a una silla de escritorio muy sencilla. El tipo de sencilla que suele ostentar una etiqueta con un precio exorbitante. El solo verla hizo que Kate sintiera la comodidad en su espalda.

      —La víctima era Karen Hopkins, lugareña durante la mayor parte de su vida, creo. Estaba trabajando cuando la asesinaron. El correo-e que nunca terminó estaba todavía en la pantalla cuando su marido descubrió el cuerpo.

      —Los reportes dicen que no había señales de que hayan forzado la entrada, ¿es eso correcto? —preguntó DeMarco.

      —Es correcto. De hecho, el marido nos dijo que todas las puertas estaban cerradas cuando él llegó a casa.

      —Así que el asesino cerró antes de marcharse —dijo Kate—. No es inusual. Sería una forma infalible de despistar a los investigadores. Con todo… tuvo que entrar de alguna manera.

      —La Sra. Hopkins es la segunda víctima. Hace cinco días, hubo otra. Una mujer como de la misma edad, asesinada en su casa mientras su marido estaba en el trabajo. Marjorie Hix.

      —Usted dijo que Karen Hopkins estaba trabajando cuando fue asesinada —dijo Kate—. ¿Sabe qué era lo que hacía?

      —De acuerdo a su esposo, no era en realidad un trabajo. Era solo una actividad complementaria para ganar algo extra de dinero y acelerar el retiro. Mercadeo en línea o algo así.

      Kate y DeMarco se tomaron un momento para examinar la oficina. DeMarco revisó la papelera junto al escritorio y los folios de papel en la pequeña bandeja en el borde del mismo. Kate recorrió el piso buscando posibles fragmentos, hasta quedar parada una vez más junto al florero de falsas ramas de algodón. Casi instintivamente, estiró la mano y tocó la suave cabeza de uno de los tallos. Justo como imaginó, era falso pero su suavidad era casi calmante. Notó que varios de los tallos estaban rotos antes de volver su atención al escritorio.

      Bannerman mantuvo una respetuosa distancia, paseándose entre el límite de la sala de estar y la ventana, mirando hacia el jardín que se hallaba fuera de la oficina.

      Karen notó de inmediato que el escritorio miraba hacia la pared. No era demasiado inusual; tenía entendido que para la gente con problemas de atención era una excelente forma de mejorar su concentración. También sabía que ello significaba que probablemente nunca supo lo que venía hasta que sucedió.

      Sus sospechas se volvieron automáticamente hacia el marido. Quienquiera que la mató había entrado a la casa silenciosamente y hecho muy poco ruido.

      Eso, o ya estaba aquí y ella no sospechaba nada.

      De nuevo, todos los indicios apuntaban al marido. Pero era una calle ciega: basándose en todo lo que sabían, el marido tenía una sólida coartada. Ella podía verificarla pero la historia le decía que no solía haber fisuras en las coartadas laborales.

      Antes de enunciar tal cosa a DeMarco o Bannerman, puso un pie en la sala de estar. Para pasar a la oficina, uno tenía que pasar por la sala de estar. El piso estaba cubierto con una muy hermosa alfombra oriental. El sofá parecía que raramente era usado y el piano lucía como una antigüedad —de la clase que nunca era tocado pero que era agradable de ver.

      En las paredes había un surtido de libros, muchos de los cuales le parecieron que nunca habían sido abiertos… solo eran libros de mesa de café que se veían bonitos en los estantes. Casi al final del estante más alejado vio libros que lucían en cambio gastados y usados: algunos clásicos, unas pocas novelas de suspenso en tapa blanda, y varios libros de cocina.

      Buscó algo extraño o fuera de lugar pero no encontró nada. DeMarco entró también a la sala de estar. Frunció el ceño y se encogió de hombros.

      —¿Ideas? —preguntó Kate.

      —Creo que necesitamos hablar con el marido. Incluso con tan sólida coartada, quizás pueda desvelar algún pequeño dato.

СКАЧАТЬ