Название: La verdad en los tiempos de la posverdad
Автор: Rafael Gómez Pérez
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Pensamiento Actual
isbn: 9788432152238
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Tomás, a pesar de las intrigas de los partidarios de Saint Amour, en agosto de 1257 es admitido como Maestro[5]. Empieza la época de las cuestiones disputadas. Lleva una vida intensa de trabajo; explica, disputa, compone, publica, predica… Por esta época (de 1256 a 1259) aparece la cuestión disputada De Veritate [6].
Pero antes de exponer e interpretar la solución que da santo Tomás en el De Veritate a la cuestión de la mutabilidad de la verdad, es interesante revivir de algún modo el clima particular del autor en aquellos meses y el general de las cuestiones disputabas. Si es cierto, como afirma Synave, que las tres primeras cuestiones del De Veritate fueron compuestas en 1256, si Tomás pronunció su lección magistral a mediados de abril del mismo año[7] y el curso académico acababa con la fiesta de san Pedro, 29 de junio, el tema del art. 6 de la q. 1 del De Veritate cobra un interés especial que no puede quedar sin un intento de interpretación. Precisamente en aquellos meses Tomás medita en aquellas palabras del Salmo 11, «diminutae sunt veritates a filiis hominum». Es cierto que conoce la materia de la Biblia de memoria y que su oración estaría llena de sugerencias bíblicas: su Enarratio in Psalmis no es pura labor intelectual, sino fruto de meditación asidua. Pero mal podía olvidar unas palabras que acompañaron su conocimiento de haber sido promovido Maestro. Difícilmente podía olvidar unas palabras que dijo junto al Sagrario. Además, su conocimientos de los que primi philosophati sunt le ha dado la convicción de que sí es posible (y hasta qué punto) menguar en la verdad.
Pasan unos meses, y en una de las disputas ordinarias afronta el problema de forma clara, sin titubeos: Utrum veritas creata sit inmutabilis.
Si se piensa en De Veritate como en algo vivo nacido o desarrollado en una discusión —aunque se trate de una discusión ordenada— es casi imposible concebir que Tomás liquidase la cuestión de la inmutabilidad o mutabilidad de la verdad de un plumazo, enterrándola en el último artículo de la q. 1, sin más gloria que la de documentar un acto académico. Por eso, ayudará sin duda a entender, no ya el contenido de la cuestión, sino el ardor que santo Tomás puso en ella, la descripción —aunque somera— del ambiente en que se desarrollaba una disputa en el siglo XIII, en la Universidad de París.
Martin ha señalado la evolución del género de las disputas, tomando como puntos claves la obra de Roberto de Melún Quaestiones de Divina Pagina, hacia el 1201. Nota, antes que nada, que la disputatio no es ya en el siglo XIII una abierta discusión entre maestros[8], sino un complemento a la enseñanza ordinaria, que se desarrollaba a través de la Lectio, la Explicatio y el Commentarium. La Disputatio era algo común, normal; se celebraba cada quince días, aproximadamente. Existían además las disputationes solemnes, una en la cuarta semana de Cuaresma (semana mediana) y otra en el segundo domingo de Adviento. El tema de las disputationes (salvo las de quodlibet, a elegir) se sabía de antemano.
Llegado el día fijado, el maestro proponía la cuestión que había sido objeto de un previo estudio por parte de la mayoría de los asistentes. En nuestro caso, se trata de Tomás, que pregunta: Disputatur utrum veritas creata sit inmutabilis. Empezaba la serie de argumentos en contra (opponens) por parte de los Maestros o bachilleres presentes. Quien sostenía la tesis contraria se oponía a la vez y contestaba a estas objeciones (responsio). El Maestro seguía el hilo de la discusión y al final, con la determinatio zanjaba definitivamente el problema... si tenía la altura suficiente para zanjar definitivamente el problema.
La disputatio era, pues, algo dinámico, que obedecía a un interés real, era una derivada de un ambiente intelectual de verdad implicado en la resolución de estas interrogaciones filosóficas o teológicas. Cuando se anunció la disputatio Utrum veritas creata sit inmutabilis no se pensó que este problema tenía idéntica trascendencia que preguntarse, por ejemplo, Utrum Michaël Archangelis sit maior quam Gabriel, si el arcángel Miguel es mayor que Gabriel.
Se desvalorizó la quaestio disputata cuando la decadencia de la escolástica trajo consigo la decadencia de sus instituciones pedagógicas. Sin embargo, sería anti-histórico creer que buscar una solución a la pregunta “si la verdad es inmutable” en el siglo XIII era una exigencia vital porque la crisis de la época lo exigía.
El siglo XIII no es el siglo XX. La solución de Tomás, su determinatio en el problema de la inmutabilidad o mutabilidad de la verdad creada, posee, como toda verdad a la que llega el hombre, una cara inmutable, y otra histórica, temporal, mudable. Esta última es la de su siglo, no en el sentido de que el siglo XIII impusiera ciertas condiciones, sino en otro más profundo: son esas condiciones, esas modalidades que se dieron en el siglo XIII las que caracterizan y dibujan las soluciones del siglo XIII. Por eso es interesante intentar por lo menos un ensayo sobre cómo valoraría santo Tomás el problema Utrum veritas creata sit inmutabilis. Antes sin embargo, convendrá ver qué cambios externos introduce en De Veritate respecto al Comentario a las Sentencias, cambios que, por lo demás, vienen exigidos por la misma naturaleza de la cuestión.
[1] Cfr. FOREST, A., La constitution métaphysique de l’être fini, Paris 1932, pp, 331-36., donde se recogen citas explícitas de Avicena en estas primeras obras de santo Tomás.
[2] Comentario a In de Coelo et mundo, lect. 22, n. 228.
[3] En Fontes Vitae S. Thomae. PRÜMMER, M.H., Laurent Sr. Maximin, Tolosae, 1927-37, pp. 398-399.
[4] Otras traducciones de los Salmos no se refieren a las verdades. Así, por ejemplo, la de M. GARCÍA CORDERO, en Libros de los Salmos, edición bilingüe, BAC, Madrid, 1963: «Porque no hay piadosos, ya no hay fieles entre los hijos de los hombres». Pero santo Tomás lee “veritates”, de ahí su inclusión en este contexto.
[5] DENIFFLE, obra citada, p., 366.
[6] Según Synave, P., La révélation des vérités divines naturelles d´aprés St. Thomas d’Aquin, Paris Mélanges Mandonnet, I, 1930., pp. 335-357) el orden cronológico de las cuestiones De Veritate es este: 1256: q.1- q. 3, a.5. q.3, a. 6, q. 12, a. 8., q.12, a. 9, q. 24, a. 4. 1259 q.24, a. 5- q. 29.
[7] Cfr. Deniffle, Obra citada, I, p. 321.
[8] Al ejemplo de las que sostuvieron Abelardo y Roscelin o san Bernardo con Abelardo.
8.
ESTUDIO COMPARATIVO DEL COMENTARIO A LAS SENTENCIAS Y EL DE VERITATE
LA GRANDEZA DE SAN AGUSTÍN estriba en gran parte en su concepción modo divino de toda verdad humana. Verdad tiene para él un significado inefable, que no puede dejar de referirse a la verdad divina, esa Verdad que resume todas las otras verdades en las que conocemos y juzgamos.
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