Название: E-Pack Escándalos - abril 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413484273
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¿Qué habría hecho entonces? Lord Lawton le había dejado claro que su ayuda se circunscribía a ayudarla a encontrar empleo. Y no tenía nadie más a quien acudir en Londres. Sus padres y todas las demás personas a las que conocía se quedaban en Lawton.
¡Pero el marqués la había contratado! Incluso después de haber perdido la paciencia con él. Incluso después de su discursito acerca de su amor por el conocimiento.
Afortunadamente era un rasgo que le serviría para trabajar como institutriz porque era su única cualificación para el puesto.
—Bien —dijo, sin saber qué otra cosa decir—. Excelente.
Él volvió a enarcar las cejas.
Ay, Dios, ¿y si cambiaba de opinión?
Se aclaró la garganta mientras lograba encontrar una frase digna de una buena institutriz.
—¿Puedo preguntarle por los niños? ¿Cuántos estarían a mi cargo, y a quién debo responder acerca de sus cuidados?
Aquello había sonado muy profesional.
Él frunció el ceño como si la pregunta le molestara.
—Son solo dos.
Ella intentó sonreír.
—¿De qué edad?
—El niño, siete. La niña, cinco.
—Una edad deliciosa —respondió. Tan pequeños no podían ser difíciles de tratar—. ¿Y están en Brentmore Hall?
Charlotte y ella habían buscado en una Topografía de Gran Bretaña y en un viejo volumen de Debrett’s en la biblioteca de Lawton para intentar averiguar algo sobre el marqués. Al parecer su esposa había fallecido hacía poco más de un año, pero aparte de eso solo habían podido saber que la casa del marqués, Brentmore Hall, estaba en Essex.
—Por supuesto que están en Brentmore —espetó—. ¿Dónde iban a estar si no?
¿Le habría ofendido su pregunta? Conversar con él era como caminar sobre cáscaras de huevos.
Iba y venía por la estancia como una pantera, un enorme gato salvaje al que Charlotte y ella habían visto en una ocasión en la Torre de Londres. Aquel felino negro iba y venía en su jaula de un lado para el otro, de un rincón al otro, letalmente peligroso y deseando escapar.
El cabello del marqués era tan oscuro como el pelo de la pantera. Lo mismo que sus ojos. Y cuando se movía era como si él también desease liberarse.
En cualquier caso, no tenía por qué rugirle a ella.
—No podía saber dónde viven —respondió, altanera—. Por eso se lo pregunto. También porque deseo saber dónde voy a vivir yo.
—Perdóneme una vez más, señorita Hill. Es que no estoy acostumbrado a entrevistar institutrices.
Ella enarcó las cejas y él añadió:
—La anterior falleció inesperadamente.
—¿Falleció? ¡Pobrecitos niños! Primero su madre y luego su institutriz.
Sintió una oleada de compasión por las criaturas. Era demasiado para unos niños tan pequeños.
Él siguió mirándola y Anna se dio cuenta de que alguna emoción había palpitado tras sus ojos negros, aunque no podría decir exactamente cuál.
—¿Cómo lo sobrellevan?
—¿Sobrellevarlo? —parecía sorprendido—. Razonablemente bien, según Parker.
—¿Parker?
—Mi administrador —explicó—. Afortunadamente se hallaba en Brentmore y se ha ocupado de todo.
—¿Usted no ha visto a sus hijos?
Él la miró fijamente.
—No desde que ocurrió esto último, de lo cual hace ya algunos meses.
Anna apretó los labios. Fue el único modo de mantenerse callada. La institutriz de Charlotte siempre le decía que tenía que controlar su lengua y que nunca debía perder la compostura, lo que no dejaba de resultarle confuso ya que también debía enseñarle a Charlotte a ser sincera y a decir lo que pensaba.
Mejor cambiar de asunto.
—Entonces, ¿será a él a quien deba informar?
Dios mío… ¿habría percibido su desaprobación en el tono?
—Me informará a mí —replicó, clavándole su mirada de pantera—. En cuestiones de orden menor, los niños dependerán totalmente de usted. Será usted quien decida sobre sus necesidades y cuidados, y el resto del servicio no interferirá en sus decisiones.
Anna lo miró con los ojos abiertos de par en par, y la expresión de él se volvió severa.
—Si no se siente capacitada para llevar a cabo la tarea dígamelo ahora, señorita Hill.
Aún podía perder el puesto, y respiró hondo.
—Estoy perfectamente capacitada para la tarea, milord, pero me gustaría saber hasta dónde alcanza mi responsabilidad.
Su mirada parecía retenerla cautiva, una mirada que de pronto se llenó de tristeza.
—Proporciónele a mis hijos lo que necesiten para ser felices.
Por un momento tuvo la impresión de que aquel hombre había perdido la máscara que llevaba y su agonía había quedado al descubierto, y aquella imagen la impresionó todavía más que la de la pantera al acecho.
—Haré cuanto esté en mi mano.
—Entonces hemos terminado, señorita Hill. Le haré saber cuándo saldremos hacia Brentmore.
Y salió de la estancia.
Ella le dedicó una breve reverencia, pero él no la vio. Un instante después entró el mayordomo para acompañarla a la puerta.
Estaba a punto de cruzar el umbral cuando la voz del marqués la detuvo.
—No se vaya.
Estaba en la escalera y desde allí la miraba.
La ansiedad volvió a hacer presa en ella. ¿Y si había cambiado de opinión?
—Está lloviendo —se explicó.
No solo llovía, sino que el agua caía a raudales.
—No me preocupa mojarme —le aseguró.
—Estará empapada en cuestión de segundos.
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