Название: E-Pack Escándalos - abril 2020
Автор: Varias Autoras
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
Серия: Pack
isbn: 9788413484273
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—Hazla pasar.
Dejó la carta y se sentó tras su mesa.
—La señorita Hill, milord —anunció Davies.
Una dulce voz de mujer musitó:
—Milord…
Brent alzó la mirada y las sensaciones de su cuerpo se dispararon.
De pie ante él estaba la apasionada joven que había estado observando por la ventana. Dio dos pasos hacia él y quedó lo bastante cerca como para poder percibir su aroma a lavanda y ver que sus enormes ojos eran de un intenso color azul y más vibrantes que el azul de su vestido, bastante poco propio de una institutriz, dicho sea de paso. Tras el marco de unas oscuras y rizadas pestañas, aquellos ojos lo miraban con la misma esperanza y el mismo temor que había visto en ellos a través del cristal.
De cerca no le defraudó. Tenía una piel tan blanca y tan sin mácula como una estatua de Canova y respiraba juventud. Tenía los labios sonrosados y tentadoramente húmedos, y lo peor de todo era que su evidente nerviosismo lo empujaba a la ternura, un peligro mucho mayor que la respuesta básica de su cuerpo.
—Anna Hill, señor —se presentó, haciendo una pequeña reverencia.
Le resultaba imposible apartar la mirada de la gracia con que se movía, del brillo expectante de su mirada, del suave movimiento de su pecho.
Desde luego, aquella joven no era institutriz, eso quedaba patente con tan solo verla. Era una joven de clase, hija de algún miembro de la buena sociedad vestida para impresionar.
La muchacha alzó la barbilla desafiante y él bajó la mirada a sus papeles.
—Esto es imposible, señorita —fuera cual fuera su juego… si pretendía comprometerlo para lograr casarse con él o cualquier otra idea igualmente absurda, no pensaba entrar en él—. Puede marcharse.
Pero ella no se movió.
Volvió a mirarla e hizo un gesto con la mano.
—He dicho que puede marcharse.
Dos círculos rojos le aparecieron en las mejillas e irguiéndose, dio la vuelta y caminó con suma dignidad hasta la puerta. Sí, sin duda era una joven con clase.
Cuando había abierto ya, el marqués volvió a hablar:
—Que esto le sirva de lección, señorita Hill.
Ella se volvió enarcando las cejas.
—¿De lección, señor?
Brent se levantó sin pensar y se acercó a ella en dos grandes zancadas mientras la joven le mantenía la mirada. Puso la mano en la puerta, pero sin saber en realidad si era para abrirla del todo o para cerrarla.
—No se le habría abierto la puerta de mi casa de no ser por el hecho de que estoy aguardando la llegada de una mujer que viene a solicitar el puesto de institutriz —explicó, y bajó deliberadamente la mirada a su pecho para hacerle comprender lo peligroso que podía ser encontrase a solas con un hombre—. Y usted no lo es.
Pero ella no se dejó intimidar.
—¿Cómo puede saber lo que soy, señor, si no se ha dignado tan siquiera a escuchar mis calificaciones para el puesto?
¿Calificaciones? ¡Ja!
Con una mano le tocó suavemente el hombro.
—No viste usted como una institutriz.
Ella le apartó la mano.
—No sé quién piensa usted que soy, señor, pero he venido para interesarme por el puesto de institutriz. He de admitir que carezco aún del guardarropa propio de ese trabajo —sus ojos azules brillaron de dolor—, ya que mis ropas me las proporcionó lady Charlotte, para quien trabajaba como dama de compañía.
—¿Lady Charlotte?
Bajó la mirada.
—La hija del conde de Lawton.
¡Aquel era el nombre! Sintió deseos de golpearse en la frente. Lord Lawton era quien había organizado aquel encuentro. Dios bendito… aquella mujer era la institutriz.
Entonces fue ella quien se mostró confusa.
—¿Acaso lord Lawton no le explicó mis circunstancias?
Aquella noche había bebido una buena cantidad de coñac, y no recordaba bien lo que Lawton le había podido explicar, aparte del hecho de que conocía a una institutriz y eso era lo que él necesitaba.
—Explíquemelas usted, señorita Hill.
Cerró la puerta e interpuso una distancia más respetable.
Ella bajó la mirada.
—He sido la dama de compañía de lady Charlotte, y dado que ahora ha sido presentada ya en sociedad, no necesita más de mis servicios.
—¿Dama de compañía? —preguntó con escepticismo—. Pero si parece que acabara de salir de la escuela y fuese usted quien necesitara carabina.
—He dicho que era la dama de compañía de lady Charlotte, no su carabina. Yo… he sido su acompañante desde que éramos niñas. La situación era un tanto… —buscó la palabra correcta—… inusual.
Brent se cruzó de brazos.
—Explíquemela.
Parecía molesta y en guardia al mismo tiempo.
—Me he criado con lady Charlotte. Ella es hija única y extremadamente tímida, y necesitaba una acompañante; una hermana mayor, digamos —lo miró a los ojos antes de continuar—. También he de decirle que era… que soy hija del servicio de lord Lawton. Mi madre es lavandera y mi padre lacayo.
Brent se encogió de hombros. Su propio linaje era tan inapropiado como el de ella. Su madre era tan pobre como solo podía serlo una mujer irlandesa, y él se había pasado los primeros años de su vida en la granja que su abuelo tenía arrendada en Culleen.
Hasta que su abuelo inglés se lo llevó de allí. Un tío de cuya existencia no sabía una palabra había muerto inesperadamente y de pronto él se vio convertido en heredero de un título del que no sabía una palabra y enviado a una tierra hasta entonces enemiga para él.
—He sido educada como una dama —continuó la señorita Hill—. He estudiado las mismas lecciones que lady Charlotte y aprendido lo mismo que ella —del bolsillo de la capa sacó un documento y se lo entregó—. Aquí lo tiene todo por escrito.
Al tomar el papel sus manos se rozaron СКАЧАТЬ