E-Pack Escándalos - abril 2020. Varias Autoras
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Название: E-Pack Escándalos - abril 2020

Автор: Varias Autoras

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия: Pack

isbn: 9788413484273

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СКАЧАТЬ lleno y Anna lo echó en el fregadero para dejar todo aquello a remojo.

      —¿Y ahora?

      —Ya ha hecho más que suficiente, mi… Egan —respondió con una sonrisa agradecida.

      No volvió a la silla que ocupaba antes, sino que se quedó a un lado con los brazos cruzados sobre el pecho.

      Ella siguió yendo y viniendo por la habitación recogiendo ropa sucia y trastos y fue a pararse junto a la silla que había ocupado antes lord Brentmore. Su ginebra estaba sin tocar.

      Su padre, que seguía murmurando entre dientes, tomó el vaso y se lo bebió de un trago como si fuera agua.

      —Maldito seas —rabió—. Después de tantos años no se ha dignado siquiera a asomar la jeta por el funeral.

      Anna arrugó el entrecejo.

      —Se lo debía… debería haberla acompañado.

      ¿De quién estaría hablando?

      —Padre…

      —No te hagas la tonta, que sabes de sobra de quién hablo —la cortó.

      —No lo sé, padre. ¿Habla de madre?

      —¡Pues claro que estoy hablando de tu puñetera madre! —se rió—. ¡De mi mujer!

      Brentmore se acercó a ella en silencio.

      —No hable así de ella —le reprendió.

      El hombre medio se levantó de su silla.

      —¡Hablaré de ella como me venga en gana! Era mi mujer, no la suya.

      —Señor Hill —lord Brentmore habló sin acento y con firmeza—. Mida sus palabras, que demasiado está sufriendo ya su hija.

      Su padre se levantó de golpe.

      —¿Que mida, yo? ¡Ja!

      Lord Brentmore se interpuso entre su padre y ella, dejando a Anna a su espalda.

      —¡Basta! —ordenó.

      Una mirada de sorpresa cruzó el rostro de su padre, pero ese fue el único síntoma de que se había dado cuenta de que el cochero hablaba como un marqués.

      Volvió a dejarse caer en la silla y se tapó la cara con las manos.

      —Debería haber venido. El muy cerdo debería haber presentado sus respetos.

      —¿Quién, padre?

      Sus ojos turbios se clavaron en los de ella.

      —El amo.

      —¿Lord Lawton? Padre, no tiene sentido lo que dice. ¿Por qué esperaba usted que lord Lawton se presentara en el funeral? Madre solo era una lavandera.

      —Sí, hija, tú sigue fingiendo que no sabes nada —ironizó.

      —¿Qué he de saber? —preguntó, angustiada.

      Lord Brentmore puso la mano en su brazo mientras su padre se llevaba a los labios el vaso y miraba luego su fondo vacío como si esperase que se ocultara más ginebra en él.

      —¿Por qué piensas que te eligieron para hacer compañía a la niña?

      Estaba cambiando de tema.

      —Pero él no podía consentir que fueras una mera criada, claro —continuó.

      Lord Brentmore apretó con más fuerza su brazo.

      —Padre, hable claro, se lo ruego.

      —Padre —se burló—. Yo no soy tu padre, niña, y no podrán obligarme a que te llame hija.

      Sintió que la sangre le abandonaba la cara.

      —¿Está usted diciendo que…. Que lord Lawton...?

      Su padre dio una palmada en la mesa.

      —¿Lo ves? ¡Lo sabías! Lo has sabido siempre. El amo es tu padre, no yo. No yo.

      La cabeza empezó a darle vueltas y su padre, el hombre que ella creía que le había dado la vida, siguió hablando.

      —Antes trabajaba en la casa. Era doncella de la primera planta y la mujer más bonita que yo había visto nunca. Él se dio cuenta enseguida y a cada oportunidad que se le presentaba se revolcaba con ella en la cama —clavó de nuevo la mirada en el fuego—. Se quedó preñada y el ama se volvió loca cuando se enteró. La echó de la casa pero él la retuvo en la lavandería. Tenía un plan, ¿sabes? —suspiró—. Acudió a mí. Me preguntó si me gustaría tener una casita en la propiedad, y si quería cobrar más. Y lo único que tenía que hacer era casarme con ella —se rio, pero su carcajada sonó vacía—. Yo era tan joven como ella y pensé que pasado un tiempo llegaría a quererme, pero nunca me quiso. Solo a él.

      Miró a Anna.

      —Le hizo prometerle que te criaría como una señorita, y no como una criada, y no consintió en volver a acostarse con él hasta que se lo prometió —se levantó y dando traspiés fue hasta un rincón de la habitación donde tenía más botellas—. Entonces resultó que su hija legítima era tímida como un ratón, y te envió a ti a que le enseñaras un poco de soltura, aunque al ama nunca le gustó —volvió a reír—. El resto ya lo sabes. Todo el mundo lo sabe.

      Todos, menos ella. Ahora entendía que aquel hombre nunca la hubiera querido, y por qué la madre de Charlotte siempre había sido tan fría con ella.

      Pero lord Lawton nunca la había tratado de un modo especial o distinto.

      —¿Charlotte también lo sabe?

      ¿Era ella la única que no tenía ni idea?

      —¿La señorita? No —volvió a levantarse de la silla y dio un traspiés—. Tendría que haber venido. Tendría que haberse presentado antes de que se muriera. ¡Tendría que haber venido a enterrarla!

      Dio otro paso y fue a sujetarse en el respaldo de la silla, pero la mano le falló y cayó al suelo.

      —¡Padre! —gritó Anna.

      Lord Brentmore se acercó a examinarlo.

      —Se ha desmayado de tanta ginebra.

      Ella retrocedió.

      —No… no me puedo creer…

      Lord Brentmore lo recogió del suelo y se lo cargó al hombro.

      —¿Dónde está la cama.

      Anna lo condujo al dormitorio que había compartido con su madre, a la cama que su madre seguramente había compartido también con lord Lawton.

      Lord Brentmore lo dejó caer en ella como un saco de patatas. Inmediatamente le oyeron roncar.

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