Название: Dramas de Guillermo Shakespeare: El Mercader de Venecia, Macbeth, Romeo y Julieta, Otelo
Автор: William Shakespeare
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 4064066060503
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Perfectamente enterado. ¿Quiénes son el mercader y el judío?
DUX.
Antonio y Sylock: acercaos.
PÓRCIA.
¿Sois vos Sylock?
SYLOCK.
Ese es mi nombre.
PÓRCIA.
Raro litigio teneis: extraña es vuestra demanda, y no se os puede negar, conforme á las leyes de Venecia. Corre mucho peligro vuestra víctima. ¿No es verdad?
ANTONIO.
Verdad es.
PÓRCIA.
¿Confesais haber hecho ese trato?
ANTONIO.
Lo confieso.
PÓRCIA.
Entonces es necesario que el judío se compadezca de vos.
SYLOCK.
¿Y por qué? ¿Qué obligacion tengo? Decídmelo.
PÓRCIA.
La clemencia no quiere fuerza: es como la plácida lluvia del cielo que cae sobre un campo y le fecunda: dos veces bendita porque consuela al que la da y al que la recibe. Ejerce su mayor poder entre los grandes: el signo de su autoridad en la tierra es el cetro, rayo de los monarcas. Pero aún vence al cetro la clemencia, que vive, como en su trono, en el alma de los reyes. La clemencia es atributo divino, y el poder humano se acerca al de Dios, cuando modera con la piedad la justicia. Hebreo, ya que pides no más que justicia, piensa que si sólo justicia hubiera, no se salvaria ninguno de nosotros. Todos los dias, en la oracion, pedimos clemencia, pero la misma oracion nos enseña á perdonar como deseamos que nos perdonen. Te digo esto, sólo para moverte á compasion, porque como insistas en tu demanda, no habrá más remedio, con arreglo á las leyes de Venecia, que sentenciar el pleito en favor tuyo y contra Antonio.
SYLOCK.
Yo cargo con la responsabilidad de mis actos. Pido que se ejecute la ley, y que se cumpla el contrato.
PÓRCIA.
¿No puede pagar en dinero?
BASANIO.
Yo le ofrezco en nombre suyo, y duplicaré la cantidad, y áun la pagaré diez veces, si es necesario, y daré en prenda las manos, la cabeza y hasta el corazon. Si esto no os parece bastante, será porque la malicia vence á la inocencia. Romped para este solo caso esa ley tan dura. Evitareis un gran mal con uno pequeño, y contendreis la ferocidad de ese tigre.
PÓRCIA.
Imposible. Ninguno puede alterar las leyes de Venecia. Seria un ejemplar funesto, una causa de ruina para el Estado. No puede ser.
SYLOCK.
¡Es un Daniel quien nos juzga! ¡Sabio y jóven juez, bendito seas!
PÓRCIA.
Déjame examinar el contrato.
SYLOCK.
Tómale, reverendísimo doctor.
PÓRCIA.
Sylock, te ofrecen tres veces el doble de esa cantidad.
SYLOCK.
¡No! ¡no!: lo he jurado, y no quiero ser perjuro, aunque se empeñe toda Venecia.
PÓRCIA.
Ha espirado el plazo, y dentro de la ley puede el judío reclamar una libra de carne de su deudor. Ten piedad de él: recibe el triplo, y déjame romper el contrato.
SYLOCK.
Cuando en todas sus partes esté cumplido. Pareces juez íntegro: conoces la ley: has expuesto bien el caso: sólo te pido que con arreglo á esa ley, de la cual eres fiel intérprete, sentencies pronto. Te juro que no hay poder humano que me haga dudar ni vacilar un punto. Pido que se cumpla la escritura.
ANTONIO.
Pido al tribunal que sentencie.
PÓRCIA.
Bueno: preparad el pecho á recibir la herida.
SYLOCK.
¡Oh sabio y excelente juez!
PÓRCIA.
La ley no tiene duda ni admite excepcion en cuanto á la pena.
SYLOCK.
¡Cierto, cierto! ¡Oh docto y severísimo juez! ¡Cuánto más viejo eres en jurisprudencia que en años!
PÓRCIA.
Apercibid el pecho, Antonio.
SYLOCK.
Sí, sí, ese es el contrato. ¿No es verdad, sabio juez? ¿No dice que ha de ser cerca del corazon?
PÓRCIA.
Verdad es. ¿Teneis una balanza para pesar la carne?
SYLOCK.
Aquí la tengo.
PÓRCIA.
Traed un cirujano que restañe las heridas, Sylock, porque corre peligro de desangrarse.
SYLOCK.
¿Dice eso la escritura?
PÓRCIA.
No entra en el contrato, pero debeis hacerlo como obra de caridad.
SYLOCK.
No lo veo aquí: la escritura no lo dice.
PÓRCIA.
¿Teneis algo que alegar, Antonio?
ANTONIO.
Casi nada. Dispuesto estoy á todo y armado de valor. Dame la mano, Basanio. Adios, amigo. No te duelas de que he perecido por salvarte. La fortuna se ha mostrado conmigo más clemente de lo que acostumbra. Suele dejar que el infeliz sobreviva á la pérdida de su fortuna y contemplar con torvos ojos su desdicha y pobreza, pero á mí me ha libertado de esa miseria. Saluda en mi nombre á tu honrada mujer: cuéntale mi muerte: dile cuánto os quise: sé fiel á mi memoria; y cuando ella haya oido toda la historia, podrá juzgar y sentenciar si fuí ó no buen amigo de Basanio. No me quejo del pago de la deuda: pronto la habré satisfecho toda, si la mano del judío no tiembla.
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