Название: Electra
Автор: Benito Pérez Galdós
Издательство: Bookwire
Жанр: Языкознание
isbn: 4064066060589
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Evarista. No alabe usted, Marqués, lo que en absoluto carece de mérito. No tenemos hijos: Dios arroja sobre nosotros caudales y más caudales. Cada año nos cae una herencia. Sin molestarnos en lo más mínimo ni discurrir cosa alguna, el exceso de nuestras rentas, manejado en operaciones muy hábiles por el amigo Cuesta, nos crea sin sentirlo nuevos capitales. Compramos una finca, y al año la subida de los productos triplica su valor; adquirimos un erial, y resulta que el subsuelo es un inmenso almacén de carbón, de hierro, de plomo... ¿Qué quiere decir esto, Marqués?
Marqués. Quiere decir, mi venerable amiga, que cuando Dios acumula tantas riquezas sobre quien no las desea ni las estima, indica muy claramente que las concede para que sean destinadas a su servicio.
Evarista. Exactamente. Interpretándolo yo del mismo modo, me apresuro a cumplir la divina voluntad. Lo que hoy me trae Cuesta, no hará más que pasar por mis manos, y con esto habré consagrado al Patrocinio[19] siete millones largos, y aún haré más, para que la casa y colegio de Madrid tengan todo el decoro y la magnificencia que corresponden a tan grande instituto... Impulsaremos las obras de los colegios de Valencia[20] y Cádiz...[21]
Pantoja (pasando al grupo de la derecha). Sin olvidar, amiga mía, la casa de enseñanzas superiores, que ha de ser santuario de la verdadera ciencia...
Evarista. Bien sabe el amigo Pantoja que no ceso de pensar en ello.
Don Urbano (pasando también a la derecha). En ello pensamos noche y día.
Marqués. Admirable, admirable. (Se levanta.)
Evarista (a Cuesta, que también pasa a la derecha). Y ahora, Leonardo, ¿qué hacemos?
Cuesta (sentándose al lado de Evarista, propone a la señora nuevas operaciones). Nos limitaremos por hoy a emplear[22] alguna cantidad en dobles...
Pantoja (en pie a la izquierda de Evarista). O a prima...[23]
Marqués (paseando por la escena con Don Urbano). Me permitirá usted, querido Urbano, que proclamando a gritos los méritos de su esposa, no eche en saco roto los míos, los nuestros: hablo por mi mujer y por mí. Virginia ya lleva dado a Las Esclavas[24] un tercio de nuestra fortuna.
Don Urbano. De las más saneadas de Andalucía.[25]
Marqués. Y en nuestro testamento se lo dejamos todo, menos la parte que destinamos a ciertas obligaciones y a la parentela pobre...
Don Urbano. Muy bien... Pero, según mis noticias, no estuvo usted muy conforme, años ha, con que Virginia tuviera piedad tan dispendiosa.
Marqués. Es cierto. Pero al fin me catequizó. Suyo soy en cuerpo y alma. Me ha convertido, me ha regenerado.
Don Urbano. Como a mí mi Evarista.
Marqués. Por conservar la paz del matrimonio, empecé a contemporizar, a ceder, y cediendo y contemporizando, he llegado a esta situación. No me pesa, no. Hoy vivo en una placidez beatífica, curado de mis antiguas mañas. He llegado a convencerme de que Virginia no sólo salvará su alma, sino también la mía.
Don Urbano. Como yo... Que me salve.
Marqués. Cierto que no tenemos iniciativa para nada.
Don Urbano. Para nada, querido Marqués.
Marqués. Que a las veces, hasta el respirar nos está vedado.
Don Urbano. Vedada la respiración...
Marqués. Pero vivimos tranquilamente.
Don Urbano. Servimos a Dios sin ningún esfuerzo...
Marqués. Nuestras benditas esposas van delante de nosotros por el camino de la gloriosa eternidad y... Descuide usted, que no nos dejarán atrás.
Don Urbano. Cierto.
Evarista. ¿Urbano?
Don Urbano (acudiendo presuroso). ¿Qué?
Evarista. Ponte a las órdenes de Cuesta para la liquidación, y para la entrega a los Padres...
Don Urbano. Hoy mismo. (Se levanta Cuesta.)
Evarista. Otra cosa: bajas un momento y le dices a Electra que ya van tres horas de juego...
Pantoja (imperioso). Que suba. Ya es demasiado retozar.
Don Urbano. Voy. (Viendo venir a Electra.) Ya está aquí.
ESCENA VII
Los mismos; Electra, tras ella Máximo.
Electra (entra corriendo y riendo, perseguida por Máximo, a quien lleva ventaja en la carrera. Su risa es de miedo infantil). Que no me coges... Bruto, fastídiate.
Máximo (trae en una mano varios objetos que indicará, y en la otra una ramita larga de chopo, que esgrime como un azote). ¡Pícara, si te cojo...!
Electra (sin hacer caso de los que están en escena recorre ésta con infantil ligereza, y va a refugiarse en las faldas de Doña Evarista, arrodillándose a sus pies y echándole los brazos a la cintura). Estoy en salvo... tía; mándele usted que se vaya.
Máximo. ¿Dónde está esa loca? (Con amenaza jocosa.) ¡Ah! Ya sabe donde se pone.
Evarista. ¿Pero, hija, cuándo tendrás formalidad? Máximo, eres tú tan chiquillo como ella.
Máximo (mostrando lo que trae). Miren lo que me ha hecho. Me rompió estos dos tubos de ensayo... Y luego... vean estos papeles en que yo tenía cálculos que representan un trabajo enorme. (Muestra los papeles suspendiéndolos en alto.) Éste lo convirtió en pajarita;[26] éste lo entregó a los chiquillos para que pintaran burros, elefantes... y un acorazado disparando contra un castillo.
Pantoja. ¿Pero se metió en el laboratorio?
Máximo. Y me indisciplinó a los niños, y todo me lo han revuelto.
Pantoja (con severidad). Pero, señorita...
Evarista. ¡Electra!
Marqués. ¡Deliciosa infancia! (Entusiasmado.) Electra, niña grande, benditas sean sus travesuras. Conserve usted СКАЧАТЬ