Название: El imperativo estético
Автор: Peter Sloterdijk
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Los Caprichos
isbn: 9788446049586
isbn:
Todo individuo es una riqueza infinita de determinaciones de la sensibilidad, representaciones, conocimientos, pensamientos, etc.; pero yo soy por eso, sin embargo, algo enteramente simple: un pozo sin determinaciones en el que todo eso se conserva, sin existir.
El alma es en sí la totalidad de la naturaleza, como alma individual es mónada.
De esto se da en el § 405 una interesante explicación lógica:
La individualidad que siente es primeramente, desde luego, un individuo monádico, pero en cuanto inmediato no lo es todavía como ello mismo, no es sujeto reflejado hacia sí y es por ello pasivo. De este modo, su individualidad afectada de mismidad es un sujeto distinto de él, que puede ser [lo] incluso como otro individuo por cuya mismidad [el primer individuo] es íntimamente puesto en vibración y enteramente determinado sin ofrecer resistencia alguna, como una sustancia que es solamente predicado sin autosuficiencia; este sujeto puede, por tanto, llamarse su genio.
Lo que aquí puede haber quedado oscuro, se vuelve transparente en el corolario al mismo parágrafo:
Esta es […] la relación del niño en el cuerpo de la madre; una relación que no es meramente corporal ni meramente espiritual, sino psíquica, es decir, del alma. Hay dos individuos y, sin embargo, están en una unidad psíquica inseparada; uno de ellos no es aún uno mismo, todavía no es impenetrable, sino algo que no ofrece resistencia; el otro es su sujeto, el sí mismo singular de ambos. – La madre es el genio del niño...[18].
Con la palabra vibración se alude, en medio de la construcción idealista, a un temblor existencial y psicológico profundo que, en el curso de la investigación psicológica de los siglos XIX y XX, ha ido aclarándose contra las más tenaces oposiciones. Sin participar de estos temblores no hay una contemporaneidad intelectual. Pero lo que Hegel aún no advierte es que el niño en el cuerpo materno no es solamente un medio vibratorio pasivo para su animación por el espíritu materno, sino que, durante el desarrollo de su oído, se orienta de suyo, de un modo en cierto modo espontáneo, preactivo, al mundo sonoro que descubrirá, como madre o no-madre. El nacimiento auditivo del niño precede, como hoy sabemos, en unos meses al nacimiento físico. La embriología filosófica de Hegel establece audazmente una conexión entre el antiguo concepto de genio y el estado más avanzado de la exploración burguesa del alma, el llamado magnetismo animal, que procede de Mesmer y su escuela[19]. Hegel se remonta, desde el concepto moderno de genio, a la fuente latina de esta expresión y hace transparente su estructura psicológica. Tener un genio es, según la concepción antigua, albergar dentro de sí, en el recipiente de la propia interioridad o en el aparato fonador, otro espíritu. El individuo genial es anfitrión de un poder resonante y es capaz de cosas extraordinarias, pues ser morada de un espíritu superior hace posible la emisión de epifanías en una individualidad profana. Este antecedente hace inteligible la audacia hegeliana de la transferencia de la relación genio-alma a la relación madre-feto. Con las formulaciones de los parágrafos 403-405 alude Hegel a la posibilidad de un mediumnismo burgués. Obviamente, esto no habría sido posible sin los efectos conmocionantes de los descubrimientos de Mesmer; sólo como consecuencia del mesmerismo pudo producirse una desmitificación de lo que se consideraba humanamente posible en las condiciones del seno materno; desde entonces ha planeado sobre el mundo burgués una crítica hasta hoy no formulada de la razón religiosa. Tras el descubrimiento del trance magnético, el sonambulismo artificial y el fondo hipnótico, se introdujo en el mundo, al menos como posibilidad, un esoterismo democrático cual auténtica psicología profunda. Ya se podía discutir públicamente sobre la forma de existenciadel niño en el seno materno sin que hablar de tales cosas supusiera necesariamente expulsar el alma de tal sujeto. En Hegel se encuentran también afirmaciones inspiradas por Nicole Malebranche sobre la magia natural de las transfusiones puramente anímicas que pueden reducirse al modelo del habitar fetal. De hecho, se había probado, con el descubrimiento del hipnotismo, que esas formas de existir sugestionables no terminan para siempre con el nacimiento ni con la entrada del sujeto en la edad adulta. El uso del magnetismo en adultos demostraba con suficiente claridad que en ellos podía persistir de forma permanente el modo vibratorio fetal –por más que los contemporáneos de los primeros hipnotizadores se estremecieran pensando en el posible abuso del magnetismo[20]–. En lo que respecta a la pedagogía filosófica, esta no pensaba entonces, como hoy, en otra cosa que en la necesaria decadencia de la sugestionabilidad magnética; su meta era implantar el modelo del sujeto autónomo blindado contra la vibraciones. Ejemplo típico es el pasaje en el que Hegel dice que el alma puramente pasiva, es decir, fetal, «todavía no es impenetrable, sino un alma sin resistencia». En la palabra impenetrable se percibe un eco del inconcussum cartesiano, mientras que en la expresión todavía no deja claro el sentido de toda autoeducación, que es lograr la imperturbabilidad.
Después de Hegel y Mesmer, las posiciones de la subjetividad impenetrable no dejaron de sufrir sacudidas. Alboreaba una era de la música y la psicología que provocó un seísmo en los palacios de cristal de la racionalidad. Un principio de conmoción empezaba a competir con el principio de autoconservación. Los jóvenes filósofos hegelianos, Bauer, Kierkegaard y Marx principalmente, hicieron descender violentamente el tiple metafísico al bajo de la realidad. De pronto, el pensamiento buscó un camino de salida a lo real, ruidoso, escandaloso, como si hubiera obtenido de alguna parte el poder para poner fin al hábito de hacer abstracción de todo lo bajo. Si alguna vez hubo una «nueva audición», fue la que comenzó cuando Engels informó sobre las condiciones de la clase obrera en Inglaterra. La filosofía posidealista tuvo oídos para lo que clamaba al cielo y ojos para algo más que la contemplación. Lo que antes había sido el orgullo de la metafísica, de pronto aparecía tan sólo como una nota de vanidad sobre el tono fundamental de la vida humana real. Schopenhauer provocó una ruptura al presentar el fundamento del mundo, la voluntad, como un poder en sí mismo musical. Schopenhauer aún permanecía bajo el hechizo de una estética clásica, pues atribuía a la música una virtud sanadora; subestimaba su capacidad, probada en la modernidad, para provocar la emergencia del horror en el medio sonoro.
El nuevo concepto del pensar en Heidegger supone al mismo tiempo un avance en la línea de la irrupción epocal de tonos y estados anímicos en la concepción posidealista de la existencia. Lo que en la meditación de Descartes y su abstracción de todo lo abstraíble aún podía parecer un acto metódicamente controlado del sujeto, se transforma en Heidegger como pasión y horror: el sufrimiento involuntario de imaginarse privado de mundo. En su analítica de los estados anímicos existenciales, Heidegger se pregunta si hay entre ellos uno en el que se «manifiesta la nada según el sentido revelador», y responde afirmativamente, señalando cómo los rasgos de lo existente se desintegran en el «profundo aburrimiento» quedándose en nada. Lo que Heidegger expone en su descripción de la angustia es definitivo:
Es verdad que la angustia es siempre angustia de…, pero no de esto o lo otro. La angustia de... es siempre angustia por..., pero no por esto o lo otro. Sin embargo, esta indeterminación de aquello de qué y por qué nos angustiamos no es una mera ausencia de determinación, sino la imposibilidad esencial de ser determinado. Esto se ve patente en una conocida expresión. Solemos decir que en la angustia «uno está desazonado». ¿Qué quiere decir este «uno»? No podemos decir de qué le viene a uno esta desazón. Nos encontramos así, y nada más. Todas las cosas como nosotros mismos se sumergen en una indiferenciación. Pero no como si fuera un mero desaparecer, sino como un alejarse que es un volverse hacia nosotros. Este alejarse el ente en total, que nos acosa en la angustia, nos oprime. No queda asidero ninguno. Lo único que queda y nos sobrecoge al escapársenos el ente es este «ninguno». La angustia hace patente la nada. Estamos «suspensos» en angustia. Más claro, la angustia nos СКАЧАТЬ