Название: Ética y bienestar animal
Автор: Agustín Blasco
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Ciencia
isbn: 9788446035282
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Hay algún otro problema con la terminología. Las palabras «dolor» y «sufrimiento» son prácticamente sinónimas en castellano, pero la reacción a un pinchazo y el dolor por la pérdida de un ser querido deberían poder distinguirse. Lo mismo ocurrirá cuando hablemos de «lenguaje», «altruismo» y otros términos que probablemente tengan varios significados, dependiendo de cómo los apliquemos; no es lo mismo hablar del lenguaje de las abejas que del de Alejo Carpentier. No tengo una buena solución para esto, salvo subrayar en cada caso lo que quiero decir.
Respecto a la utilización sexista del lenguaje, a la que también hay lectores sensibles –como he dicho antes, suele haber dobles o múltiples militancias entre los defensores de los animales–, me atengo a la recomendación de la Real Academia Española y al uso establecido[17], recordando de paso que en castellano la forma masculina es la única correcta para referirse a todo el colectivo.
[1] Directiva 86/609/CEE del Consejo respecto a la protección de los animales utilizados para experimentación y otros fines científicos (1986), Directiva 98/51150/CEE del Consejo para la protección de los animales en explotaciones ganaderas (1998) y Directiva 2010/63/UE del Parlamento Europeo y del Consejo relativa a la protección de los animales utilizados para fines científicos (2010).
[2] A veces se exagera al hablar de estos requerimientos; no hace falta un curso máster, como ha dicho algún autor.
[3] Me permito citar al insigne filósofo español por su nombre auténtico, aunque él siempre firmara sus obras como George Santayana. Toda su obra la escribió en inglés, pero nunca renunció a la nacionalidad española y conservó siempre el pasaporte español.
[4] Véase apartado «Nota sobre los nombres» (p. 36).
[5] Súbita en términos geológicos; hablamos de sesenta mil años o, lo que es lo mismo, en torno a 300.000 generaciones. Como luego veremos, aunque el hombre moderno data de hace unos cien mil años, la aparición de las características humanas más importantes datan sólo de hace treinta y cinco mil.
[6] A lo largo del libro se hablará de chimpancés de forma general, incluyendo el Pan troglodytes (chimpancé común) y el Pan paniscus (bonobo).
[7] Gompertz proponía exactamente que los carnívoros se alimentaran de vegetales y de animales que encontraran muertos y estuvieran aún en buen estado.
[8] En una conversación con Francione le hice notar que había un conjunto notable de científicos de primer orden que estaban trabajando en etología y en bienestar desde hacía bastantes años, precisamente para averiguar cuáles eran los intereses de los animales; pero, en opinión de Francione, era imposible ponerse «en la piel de un animal» y por tanto comprenderlo. Esta opinión no es muy diferente a la que sostienen los solipsistas respecto a nuestra percepción de los demás humanos.
[9] La palabra «sensible» se aplica en castellano tanto al sufrimiento físico como al emocional, lo que hace que algunos autores usen el anglicismo «sentiente». Prefiero usar «sensible», aclarando, como haré luego, que la mayor parte de los animales no pueden tener acceso a sufrimiento emocional en el sentido que lo aplicamos a los humanos. «Sentiente» implica también una cierta autoconsciencia de que se está sufriendo, que es discutible que esté al alcance de los animales, como iremos viendo a lo largo del libro.
[10] No se estrese el lector pensando que los animales eran maltratados; el estrés se medía por la duración de la inmovilidad tónica, una suerte de hipnosis que se puede practicar con gallinas, codornices y otras aves y que las paraliza unos instantes. Se considera que es una respuesta al miedo, y está relacionada con la capacidad de sufrir estrés.
[11] Datos del Instituto Nacional de Estadística. Se puede consultar la información en http://www.ine.es/jaxi/ menu.do?type=pcaxis&path=/t22/e308_mnu&file=inebase&L=0.
[12] Carrillo cuenta en sus memorias cómo presenció varias de estas escenas violentas; por ejemplo, la bofetada descomunal que Indalecio Prieto le dio a un diputado ultraderechista. Al parecer, gente tan respetable como el catedrático de universidad profesor Negrín tuvo que ser sujetado para evitar que agrediera a Gil Robles en las Cortes (Carrillo, 2006 p. 77).
[13] Las encuestas dicen que ante la pregunta de si el animal debe ser mejor tratado, la respuesta del consumidor es «sí» y, ante si estaría dispuesto a pagar más por ello, la respuesta es «no» –véase, por ejemplo, Frewer et al., 2005–, aunque hay algunas excepciones.
[14] En teoría sería posible seleccionar por apetito hasta que no hiciera falta la alimentación forzada, pero, para aumentar el apetito hasta que se pueda producir esta degeneración del hígado de forma natural, hacen falta muchas generaciones de selección y hoy día no es práctico hacerlo; si en un futuro la alimentación forzada fuera prohibida, probablemente la posibilidad de usar la genética para obtener los mismos resultados sería reconsiderada.
[15] Resulta patético ver a un catedrático de Ética de una universidad importante (Peter Singer) entrar en los detalles sobre si Hitler comía o no salchichas (Singer, 2004, p. 91).
[16] Anecdóticamente, un alto funcionario de la Unión Europea me comentó en una ocasión que para ellos la producción de carne era un subproducto de los cereales.
[17] En el magnífico libro de Jacques Barzun Del amanecer a la decadencia (Barzun, 2000, pp. 146-148) se puede encontrar una larga y erudita digresión sobre por qué debe usarse «hombre» para referirse al género humano, incluyendo ambos sexos. En esencia, en latín homo designa al género humano (el sexo masculino es vir, varón), lo mismo que la raíz sánscrita man (en inglés wo-man conserva el sentido original de humano-mujer, y el humano-varón es la palabra car-man, hoy abreviada en man). A quien confunde el género humano homo (o man, en inglés) con el varón le ocurre lo que a la lesbiana que no deseaba llamarse homosexual por creer que homo (raíz griega que significa ‘igual’) no se le podía aplicar a su sexo.
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