Название: Música y Músicos Portorriqueños
Автор: Fernando Callejo Ferrer
Издательство: Bookwire
Жанр: Зарубежная прикладная и научно-популярная литература
isbn: 4057664178183
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Al finalizar los lustros de que venimos hablando, siendo Gobernador de la Isla el General señor Conde de Mirasol, se constituyó, en la capital, una sociedad titulada La Filarmónica de la que fueron los más entusiastas sostenedores, D. Martín Salavarría, D. Martín Travieso y la familia Montilla. Su principal objetivo era fomentar las artes y, especialmente, la música. Tenía su domicilio en la calle de la Cruz, casa en donde se encuentra hoy establecido el Colmado Central y la que todavía se designa con el nombre La Filarmonía.
Dicha sociedad puso en escena, en el Teatro, a los pocos meses de haberse estrenado en Madrid, la bella zarzuela del maestro Arrieta, El Dominó Azul, con tan buen éxito, que después acometió obras de mayor empeño.
Y, en efecto, a los pocos meses estrenábase la ópera en tres actos, letra de Don Alejandro Tapia y música de Don Felipe Gutiérrez, titulada Guarionex, con el siguiente reparto:
Loarina, (Tiple) | Srta. Dña. Antonia Montilla. |
Anona, (Tiple) | Srta. Dña. Isabel Oller. |
El Español, (Tenor) | Sr. D. Manuel Paniagua. |
Guarionex, (Barítono) | Sr. D. Antero Adzuar. |
El indio Taboa (Bajo Cantante) | Sr. D. Francisco Oller. |
Los coros y partiquinos estaban desempeñados por jóvenes aficionados, de la mejor sociedad, alcanzando un gran éxito dicha obra y repitiéndose, por varias veces, su representación.
La Filarmónica tuvo, por largo tiempo, vida robusta, dando a conocer obras de autores y asuntos nativos, como El Amor de un Pescador, ópera en dos actos del maestro Gutiérrez, hasta que después, el General la Pezuela, al fundar la Academia de Buenas Letras, la hizo incorporar a esta Institución.
El género bailable que, a principios del siglo, tenía poco sabor criollo, con motivo de las típicas fiestas de San Juan, fué tomando tintes más regionalistas, pues venían de los pueblos comarcanos, orquestas jíbaras constituídas por trovadores y afamados tocadores de tiple, cuatro y bordonúa, que hicieron conocer y apreciar las bellezas de sus cantos titulados Décimas, Caballos, Coplas, así como del característico Vals Jíbaro y Seis Chorreao.[10]
Caguas era el pueblo en donde el canto regional estaba mejor integrado, no tan sólo por la pureza del género, en cuanto a la inspiración y variedad, sí que también por contar con los mejores tocadores de tiple y cuatro. El jíbaro Calderín, nos ha referido don Mauricio Álvarez, era un concertista en el tiple y la bordonúa. En 1851, ya había en Caguas una magnífica orquesta dirigida por Don José Álvarez y de la que formaban parte, entre otros, Don José Ildefonso Latorre, 1er. violín, y como voces, el escribano Don Jesús Calderón, Don Saturnino Colón y Don Fulgencio Mercado; la orquesta tenía dos trompas.
Después de la Compañía de Busatti, vino un cuadro de ópera que dirigía el barítono Vita, y, poco después la gran Compañía de Stefanelli.
La primer compañía de Zarzuela que visitó la Isla fué la de Blen, siendo su Maestro Concertador el señor Conde, dando a conocer (en 1858) las zarzuelas Los Madgiares, Juramento, Jugar con fuego y Los Diamantes de la Corona. Esta compañía fué la que inauguró el teatro La Perla de Ponce.
Además, venían con frecuencia, como hemos dicho antes, artistas de fama que recorrían la Isla dando conciertos. En 1852, la célebre diva Adelina Patti, que aún vive, y el no menos afamado pianista Goltschalk, dieron una serie de recitales en los que tomaban partes elementos artísticos de la alta sociedad, como la señora Kortright, de Manatí, que era una buena arpista, y la señorita Isabel Oller, de San Juan, cuya bien timbrada voz de soprano ligera, en nada desmerecía a la de la Patti, en aquella época, cuando cantaban a dúo trozos de ópera.
La música di camera, tenía también sus cultivadores. En algunas casas particulares, como las de Don Aurelio Dueño, Don Manuel Martínez Aparicio, Don Felipe Hecht y otros extranjeros, se rendía culto al cuarteto clásico.
El pueblo tenía como expresión musical, las canciones a una y dos voces y la danza o danzón al que casi siempre le aplicaban letra, si bien ésta era más bien adaptada a la música, después de oirse esta, y los temas carecían de interés.
La cultura general del país, a la mitad del siglo XIX, se manifestaba ya de una manera tan satisfactoria, considerando el corto número de años de haber sido iniciada, que el Gobierno fué el primero que se interesó para darla a conocer.
Dos hechos importantísimos vinieron a patentizar el desarrollo que el arte iba adquiriendo.
Fué el uno, la celebración, en 1854, siendo capitán general de la Isla, Don Fernando de Norzagaray, de la primer Feria-Exposición. Entre los muchos premios consignados para las exhibiciones agrícolas, industriales y profesionales, los había también para las artísticas, habiendo obtenido la medalla de plata, premio de música, el joven pianista arecibeño (sólo contaba 18 años) Adolfo Heraclio Ramos, por una fantasía con variaciones para piano sobre La Polka Favorita de Jenny Lind.[11]
El otro lo constituyó la creación, por el Rev. Obispo de la Diócesis, Fray Pablo Benigno Carrión, de la orquesta de Capilla de Catedral, en el año de 1858, con la siguiente organización:
Maestro director | D. Felipe Gutiérrez. |
Tenor | D. J. Salavet. |
Barítono | D. Rafael Fatjó. |
1er. Violín | D. Claudio Grandi. |
2do. Violín | D. Aniceto Andino. |
3er. Violín | D. Francisco Martínez Aparicio. |
Flauta | D. Eduardo Martorell. |
Clarinete | D. Salvador Laloma. |
Clarinete 2º | D. José Belén Tizol. |
Trompa 1ª | D. Juan Noriega. |
Trompa 2ª | D. Juan F. Borrás. |
Bombardino | D. Jaime Bastard. |
Violoncello | D. Manuel Martínez Aparicio. |
Contrabajo | D. Aurelio Dueño. |