Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson. Vincent Bugliosi
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Название: Helter Skelter: La verdadera historia de los crímenes de la Familia Manson

Автор: Vincent Bugliosi

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 9788494968495

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СКАЧАТЬ a dos miembros de la policía secreta, cosa que pudo tener algo que ver con su salida de Polonia en 1967. Se casó dos veces y tuvo un hijo, que se quedó en Polonia cuando él se mudó a París. Tanto allí como más tarde en Nueva York, Polanski le dio dinero y ánimos, con la esperanza —pero conociendo bien a Voytek, sin demasiado optimismo— de que alguno de sus grandiosos proyectos se cumpliera. Ninguno llegó a hacerlo. Decía a la gente que era escritor, pero nadie recordaba haber leído una línea suya.

      Las amistades de Abigail Folger dijeron a la policía que Frykowski la había introducido en las drogas a fin de tenerla bajo control. Las amistades de este dijeron lo contrario, que Folger había proporcionado las drogas para no perderlo.

      Según el informe policial: «No tenía ninguna fuente de ingresos y vivía a costa de la fortuna de Folger (…) Consumía cocaína, mescalina, LSD, marihuana, hachís en grandes cantidades (…) Era extrovertido e invitaba a casi todo el mundo que conocía a que viniera a verle a su domicilio. Las fiestas con estupefacientes estaban a la orden del día».

      Luchó duro por su vida. La víctima recibió dos disparos, fue golpeada en la cabeza trece veces con un objeto contundente y apuñalada cincuenta y una veces.

       Steven Earl Parent, hombre, blanco, dieciocho años, un metro y ochenta centímetros, setenta y nueve kilos, pelirrojo, ojos marrones (…)

      Se sacó el bachillerato en el Instituto Arroyo en junio; salía con varias chicas pero con ninguna en particular; tenía un trabajo a jornada completa de repartidor en una empresa de fontanería, además de un trabajo a tiempo parcial, por las tardes, de vendedor en una tienda de equipos de música, y conservaba los dos trabajos a fin de poder ahorrar dinero y asistir al colegio universitario aquel septiembre.

      La víctima tenía una herida defensiva de arma blanca y había recibido cuatro disparos.

      Durante la fluoroscopia que precedió a la autopsia de Sebring, el Dr. Noguchi encontró una bala alojada entre la espalda y la camisa. Se hallaron tres balas más durante las autopsias, una en el cuerpo de Frykowski, dos en el de Parent. Las tres —más la encontrada en el coche de Parent junto con los fragmentos— fueron entregadas al sargento William Lee, de la Unidad de Armas de Fuego y Explosivos de la División de Investigación Científica, para que las analizara. Lee concluyó que todas las balas habían sido disparadas probablemente con la misma arma, y que eran del calibre veintidós.

      Mientras se realizaban las autopsias, los sargentos Paul Whiteley y Charles Guenther, dos inspectores de homicidios de la Oficina del Sheriff de Los Ángeles, se acercaron al sargento Jess Buckles, uno de los inspectores del LAPD asignados a los homicidios del caso Tate, y le dijeron algo muy curioso.

      El 31 de julio fueron al 964 de Old Tampa Road, en Malibú, para investigar un parte de posible homicidio. Encontraron el cadáver de Gary Hinman, un profesor de música de treinta y cuatro años. Lo habían matado a puñaladas.

      Lo curioso: igual que en los homicidios del caso Tate, dejaron un mensaje en el lugar de los hechos. En la pared del salón, no lejos del cadáver de Hinman, escribieron en letra de imprenta con la propia sangre de la víctima las palabras POLITICAL PIGGY25.

      Whiteley dijo también a Buckles que habían detenido a un sospechoso en relación con el asesinato, a un tal Robert Beausoleil, Bobby, un joven músico hippy. Conducía el coche de Hinman, tenía sangre en la camisa y los pantalones, y hallaron un cuchillo en el hueco de la rueda de repuesto. La detención se realizó el 6 de agosto, y por lo tanto estaba detenido cuando se produjeron los homicidios del caso Tate. Sin embargo, era posible que no fuera la única persona involucrada en el asesinato de Hinman. Beausoleil había estado viviendo en el rancho Spahn, un viejo rancho de cine cercano al barrio residencial de Chatsworth, en Los Ángeles, con un grupo de hippies. Era un grupo extraño, con un líder, un tal Charlie, que al parecer los había convencido de que era Jesucristo.

      Buckles, como recodaría después Whiteley, perdió interés cuando mencionó a los hippies. «No —contestó—, sabemos lo que hay detrás de esos asesinatos. Forman parte de una gran operación de droga.»

      Whiteley volvió a recalcar las extrañas coincidencias. Una muerte parecida. En los dos casos se dejó un mensaje. En letra de imprenta. Con la sangre de la víctima. Y en ambos casos aparecían las letras PIG. Cualquiera de estas cosas sería muy poco corriente. Pero todas… La probabilidad de que no fuera una coincidencia era enorme.

      El sargento Buckles, del LAPD, dijo a los sargentos Whiteley y Guenther, de la Oficina del Sheriff de Los Ángeles: «Si no sabéis nada de nosotros dentro de una semana o así, es que hemos descubierto otra cosa».

      Poco más de veinticuatro horas después del hallazgo de las víctimas del caso Tate, el LAPD recibió una pista de la Oficina del Sheriff de Los Ángeles, que, de haberse seguido, posiblemente lo habría resuelto.

      Buckles nunca llamó, ni pensó que la información fuera lo suficiente importante para cruzar la sala de autopsias y mencionar la conversación a su superior, el teniente Robert Helder, que estaba al mando de la investigación del caso Tate.

      A instancias del teniente Helder, el Dr. Noguchi omitió detalles cuando se reunió con la prensa. No mencionó el número de heridas, ni dijo nada de que dos de las víctimas habían ingerido drogas. Sí que negó, una vez más, las informaciones, muy divulgadas ya, según las cuales había habido abuso y/o mutilación sexual. Nada de todo ello era cierto, recalcó.

      Preguntado por el hijo de Sharon, dijo que la Sra. Polanski estaba en el octavo mes de embarazo; que el bebé era un niño perfectamente formado, y que si lo hubieran extraído mediante una cesárea post mortem dentro de los veinte minutos posteriores al fallecimiento de la madre, probablemente lo habrían podido salvar. «Pero cuando se descubrieron los cadáveres ya era demasiado tarde.»

      El teniente Helder también habló con la prensa aquel día. Sí, Garretson seguía detenido. No, no podía comentar las pruebas contra él, solo decir que la policía ya estaba investigando a las personas con las que se relacionaba.

      Cuando le insistieron más, admitió: «No hay información sólida que nos limite a un solo sospechoso. Pudo ser un hombre. Pudieron ser dos. Pudieron ser tres».

      «Pero —añadió— no creo que tengamos a un maniaco suelto.»

      El teniente A.H. Burdick empezó a hacerle la prueba del polígrafo a William Garretson a las cuatro y veinticinco de esa tarde, en Parker Center.

      Burdick no conectó inmediatamente a Garretson. De acuerdo con la rutina, la fase inicial de la prueba consistía en conversar, y el examinador intentaba que el sospechoso se sintiera cómodo, al tiempo que obtenía toda la información posible sobre sus antecedentes personales.

      Aunque era obvio que estaba asustado, Garretson se relajó un poco mientras hablaba. Dijo a Burdick que tenía diecinueve años, que era de Ohio, y que lo había contratado Rudi Altobelli en marzo, justo antes de irse a Europa. Su trabajo era sencillo: cuidar la casa de los invitados y los tres perros de Altobelli. A cambio, había recibido alojamiento, treinta y cinco dólares semanales y la promesa de un billete de avión de vuelta a Ohio cuando regresara Altobelli.

      Tenía poca relación con las personas que se alojaban en la vivienda principal, aseguró Garretson. Varias de sus respuestas parecieron confirmarlo. Por ejemplo, seguía llamando a Frykowski «Polanski el pequeño», en tanto que daba la impresión de no conocer a Sebring, ni por el nombre ni por la descripción, aunque sí que había visto el Porsche negro en la entrada de la propiedad varias veces.

      Cuando le pidió que contara qué hizo antes СКАЧАТЬ