Realidad: Novela en cinco Jornadas. Benito Perez Galdos
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Название: Realidad: Novela en cinco Jornadas

Автор: Benito Perez Galdos

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4057664181817

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СКАЧАТЬ del Baño; la curia vendida, y un personaje gordo metido de patitas en ese fregado indecente.

      Cícero.

      Poco á poco. ¿Hemos de admitir todos los chismes que corren por ahí? Señor de Aguado, no nos confundamos con el vulgo; respetemos las reputaciones.

      Aguado.

      Que empiecen ellas por hacerse respetables. Señor Marqués, usted es un ángel, y no ha tenido, como yo, la desgracia de ver de cerca la podredumbre política y administrativa. Por supuesto, lo de ahora es ya el acabóse. Al paso que vamos, llegará día en que, cuando pase un hombre honrado por la calle, se alquilen balcones para verle. ¿Es esto cierto, ó no? Hay momentos en que hasta llego á dudar si seré yo persona decente, y sospecho si estaré también contaminado...

      Villalonga.

      Y por fin, ¿cuándo vuelve usted á Cuba?

      Cisneros, que entra despacio, sonriendo, las manos á la espalda.

      ¿Que cuándo vuelve á Cuba? Toma, cuando le manden. Él está ya con la espuerta al hombro.

      Aguado.

      Don Carlos, ¿ya viene usted con la suya llena de chinitas? Bien saben todos que no quiero ir, á menos que no me den las facultades que...

      Cisneros.

      Eso es lo que usted quiere, facultades..., facultades..., venga de ahí. Por mí que se las den.

      Aguado.

      Facultades, ó poderes para limpiar de orugas aquella administración.

      Villalonga.

      Somos ahora muy Catones, ¿verdad?

      Aguado.

      Díganoslo usted al revés: Tacones. Un Tacón es lo que hace falta allí.

      Cisneros.

      Y como Tacón quiere usted que le manden. ¡Pobre isla! Todos dicen que van de Tacón, y de lo que van es de zapatilla. Perdone usted, Aguadito de mi alma, y ya sabe que no le quiero mal; pero siempre que oigo tronar muy recio contra la inmoralidad, instintivamente me llevo la mano al bolsillo. Yo no censuro á nadie; es más, deseo que usted vuelva allá, para que esté contento y se le siente la bilis. Vamos, que si el hombre se viera otra vez en aquella bendita Aduana, ¡ay qué gusto, morena!; pues en aquella Aduana de Dios, con las manos bien arremangadas, pues...

      Aguado.

      A este D. Carlos hay que dejarle.

      Cisneros.

      ¿Pero esta gente no va á concluir de comer en toda la noche? Hasta luego, señores.

      Se interna en la casa por la sala de la derecha.

      Villalonga.

      Es la peor lengua de España, y la intención más aviesa del mundo.

      Cícero.

      Pesimista incorregible; pero en el fondo buena persona.

      Aguado.

      Como que todo eso es jarabe de pico.

      Villalonga.

      La postura pesimista es muy socorrida y de muy buen aire cuando se tienen cuarenta mil duros de renta para matar el gusanillo. Sosteniendo que todo es malo, y no casándose con nadie, no se compromete uno, y vive en la comodidad de su egoísmo, contemplando las fatigas de los que luchan por la existencia. Los pesimistas sistemáticos, como los optimistas furibundos, son por lo común personas que tienen amasado el pan de la vida, y adoptan esas actitudes para que no les molesten los que están con las manos en la masa. Y si no que lo diga Monte Cármenes, que aquí viene.

      El Conde de Monte Cármenes, que entra risueño, alargando las manos.

      Aquí está ya todo lo bueno. ¿Qué hay?, ¿qué pasa?, ¿qué me cuentan ustedes?

      Cícero.

      Pues apenas hay tela. Escándalos, inmoralidad en Ultramar y en la Península, pero mucha, muchísima inmoralidad; nuevos datos horripilantes del crimen de la calle del Baño, y por último, crisis. ¿Le parece poco? Como no pida usted el diluvio universal.

      Monte Cármenes, con expresión de dicha.

      Suceda lo que suceda, todo va bien, pero muy bien.

      Aguado.

      Es una delicia la falsificación de billetes.

      Monte Cármenes.

      Yo sostengo que lo que llamamos falsificación es una idea relativa.

      Villalonga.

      Y los falsificadores unos honrados... relativos.

      Cícero, con alarma cómica.

      ¡Que hay crisis, Conde!

      Monte Cármenes.

      Mejor. Conviene que todos coman.

      Aguado.

      ¿Ha oído usted que en el infundio del crimen están metidos dos ministros?

      Monte Cármenes.

      Ya saldrán. ¡Cuando digo que todo va como una seda!... Nada, no hay quien me rinda. Yo soy un hombre que, al levantarse por la mañana, hace el firme propósito de encontrarlo todo muy bien, perfectamente bien.

      Villalonga.

      También yo lo haría si tuviera esa bicoca de renta que usted tiene. Pondría en el oratorio de mi casa la imagen de Pangloss, y le rezaría al acostarme y al levantarme. Querido Conde, usted y Cisneros son los seres más felices que conozco. Prescinden de la realidad, y ven el mundo conforme á su deseo. ¡Ay!, los que tienen que ganarse la condenada rosca, los que corren afanados tras una posición ó un honor equivalente á tantas ó cuantas raciones para la familia, no pueden menos de mirarle la cara á la realidad, y ver si la trae fea ó bonita para ajustar á ella sus acciones.

      Entran en el salón el Exministro, el señor de Pez (de levita), el señor de Trujillo (de frac), anciano y valetudinario, apoyado en el brazo de su hijo, el cual viste uniforme de Artillería.

       Índice

      Los mismos. Aparece Augusta en la sala de la derecha, dando el brazo á Malibrán.

      Malibrán.

      Aunque usted me riña, aunque me mande apalear y me arroje de su casa, persistiré... Soy la terquedad personificada, y me crezco al castigo. Y bien podrá suceder que la desesperación СКАЧАТЬ