Название: Memorias de Idhún. Saga
Автор: Laura Gallego
Издательство: Bookwire
Жанр: Книги для детей: прочее
Серия: Memorias de Idhún
isbn: 9788467569889
isbn:
—¿Cómo ha conseguido encontrarte? Victoria vaciló.
—Hice... algo. Algo mágico, supongo. Un coche estaba a punto de atropellarme, y yo debí de crear una especie de escudo invisible para protegerme del choque. Ni siquiera estoy segura de qué tipo de hechizo utilicé, porque no recuerdo haber pronunciado las palabras. Se lo he contado a Shail, y dice que eso se llama «magia instintiva». Pero qué mala suerte que, para una vez que consigo hacer algo parecido a un hechizo, tenga que ser en la Tierra, y ni siquiera recuerde cómo ha pasado. Y, por si eso no fuera bastante, en pocos minutos, Kirtash...
Calló de pronto. Pareció que titubeaba.
—Puedes contármelo, si quieres –la animó Jack.
Victoria respiró hondo y le relató todo lo que había sucedido aquella tarde; Jack escuchaba, serio y sombrío.
—¿Por qué no viniste directamente a Limbhad? –quiso saber él, cuando Victoria terminó de hablar–. ¿No habría sido más sencillo que salir corriendo?
—Necesitas concentración para contactar con el Alma.
Shail puede hacerlo al instante, pero a mí no me sale.
Sus mejillas se tiñeron de rubor, y bajó la cabeza. Se sentía muy avergonzada de no estar cumpliendo las expectativas de Shail en cuanto a su aprendizaje de la magia. A pesar de que el joven hechicero no le exigía mucho, lo cierto era que Victoria odiaba decepcionarle. Y sin embargo lo hacía constantemente, todos los días. Se suponía que ella poseía el don de la magia, pero había muchas cosas que su poder no conseguía lograr. Shail se esforzaba por enseñarle lo que él consideraba hechizos sencillos y Victoria se esforzaba por aprenderlos... sin resultado. Su magia curativa funcionaba sin ningún problema, su espíritu se fusionaba con el Alma de Idhún con solo desearlo... pero ahí se acababa todo.
—No puedo –le decía a Shail a menudo, desalentada–. Es como si se me escapase por entre los dedos.
—No importa –respondía siempre Shail–. La magia no funciona aquí igual que en Idhún.
Pero a Victoria sí le importaba. Deseaba desesperadamente que Shail estuviera orgulloso de ella.
Sacudió la cabeza para evitar pensar en ello, pero, de nuevo, el recuerdo de Kirtash inundó su mente, y aquello era todavía peor.
—Esta vez ha estado a punto de atraparme –susurró, atemorizada, y Jack recordó que Victoria le había mencionado alguna vez su anterior encuentro con Kirtash, aunque nunca se lo había contado con detalle, porque no le gustaba evocarlo.
Pero daba la sensación de que ella necesitaba hablar, así que Jack se arriesgó a decir:
—¿Y qué pasó la otra vez? ¿Cómo te encontró?
Victoria vaciló un momento. En realidad quería confiar en él, quería contarle todos los detalles de su historia. Alzó la cabeza y lo miró, y vio que sus ojos verdes estaban fijos en ella y que él le estaba prestando toda su atención, de modo que comenzó a hablar.
Todo había empezado cinco años atrás, cuando vivía todavía en un orfanato regentado por monjas, cerca de Madrid. Entonces ella tenía solo siete años y un niño se había caído de lo alto del tobogán del patio de recreo. El niño lloraba y chillaba con el brazo en una posición extraña y una aparatosa herida en la frente, y ella no había podido soportar más aquellos gritos...
Cuando llegaron las monjas encontraron al herido perfectamente sano y muy desconcertado, mirando a Victoria con desconfianza. En torno a ella, a una prudente distancia, se había formado un círculo de huérfanos que los observaba en un silencio casi religioso.
Los días siguientes fueron espantosos para la niña. Sus compañeros comenzaron a tratarla de manera diferente; los adultos se limitaron a hacer como si nada hubiese sucedido, porque se negaban a creer la versión de los niños. Pero todo eso le importaba poco a Victoria. No, lo que le preocupaba de verdad era esa sensación... de haber despertado a una bestia dormida, de haber abierto la caja de Pandora, de haber hecho que algo formidable y poderoso fijase su mirada en ella. Se volvió una chiquilla miedosa, casi paranoica; tenía la sensación de que la vigilaban, de que pronto irían por ella, porque se había desvelado su verdadera naturaleza. Permanecía despierta por las noches, sin poder dormir, atenta al más mínimo murmullo, temblando bajo las sábanas, sin atreverse a cerrar los ojos, por miedo a que viniesen a buscarla.
Pero nada sucedió... a excepción del hecho de que, tiempo después, alguien la sacó del orfanato. Se trataba de Allegra d’Ascoli, que financiaba con generosidad las actividades benéficas de las monjas de la orden y que, a pesar de no ser ya precisamente joven, había decidido adoptar a la niña.
La mujer había comenzado a sentir afecto por ella casi enseguida. Victoria era callada y silenciosa, pero educada, tranquila y agradable, perfectamente moldeable. Nunca le había dado ningún disgusto. Sus profesoras nunca le habían dicho nada malo de ella. Las notas que traía eran buenas.
Pero seguía sintiendo miedo a algo inexplicable. Varios psicólogos y educadores, primero en el orfanato, después en el colegio, se habían esforzado por explicarle que no sucedía nada malo, que ella no tenía poderes especiales, que nadie la buscaba para matarla, porque ella no era una bruja, ni estaban en la Edad Media, sino en los umbrales del siglo XXI.
Victoria había acabado por creerlos.
Sin embargo las dudas seguían torturándola, hasta que por fin ocurrió lo inevitable.
Jamás olvidaría aquella clara mañana de verano, dos años atrás. Ella y su abuela habían ido de vacaciones a un balneario suizo. Victoria se había unido a una excursión a la montaña que se organizaba desde el hotel. Se había desviado un poco de la ruta al oír un grito, y llegó allí antes que nadie. Descubrió que se trataba de una mujer inglesa que se había despeñado. Estaba al pie de un risco, inconsciente y con una fea herida en la sien. Victoria no lo dudó. Utilizó su poder.
Y la curó.
Después, todo sucedió muy deprisa.
Intuyó que estaba en peligro por el simple hecho de haber curado a aquella mujer. Su sexto sentido le dijo que había atraído la atención de alguien muy peligroso. Se levantó con presteza y echó a correr.
Se internó en el bosque. Sentía que alguien la seguía. Notaba un aliento gélido acercándose cada vez más. Sabía que no tardaría en alcanzarla, y entonces...
Entonces había llegado Shail y se la había llevado de allí.
A Limbhad.
Su vida cambió radicalmente desde aquel momento.
No había llegado a ver el rostro de la muerte, pero sí había sentido su presencia demasiado cerca. Kirtash no había logrado atraparla aquella vez.
Después de que Alsan y Shail le explicaran lo que estaba pasando y por qué no debía volver a utilizar su poder, Victoria regresó al hotel suizo. Por suerte, su abuela ya estaba haciendo las maletas; había discutido con el gerente del hotel por alguna razón y había decidido, molesta y ofendida, dar por finalizadas las vacaciones de inmediato. Victoria agradeció aquella casualidad, y que su abuela tuviera cambios de humor tan bruscos. Las dos regresaron a España aquel mismo día, y la chica СКАЧАТЬ