La Montálvez. Jose Maria de Pereda
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Название: La Montálvez

Автор: Jose Maria de Pereda

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

Серия:

isbn: 4057664108302

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СКАЧАТЬ no reza con nosotras.

      —Y suponiendo que tú tengas razón—preguntó Verónica a su amiga, de cuyas palabras parecía estar pendiente, sin duda por la gracia que le hacían—, ¿es lícito eso?

      Revolvió aquí un poco en el sillón el lindo cuerpo la interrogada, y, después de vacilar un instante, respondió con gran desparpajo a su amiga:

      —Verdaderamente que no me he puesto nunca a mirar el caso por ese lado; pero muy ilícito no debe de ser, cuando tanto se usa.

      —¿Qué es lo que tanto se usa, Sagrario?

      —¡Caramba!, pues el vivir con el marido y el gozar con el amante... Me parece que cosa más corriente...

      Después de estas palabras, fue Verónica quien se quedó un brevísimo rato algo suspensa; en seguida, sin dejar de mirar con marcada fijeza a su amiga, la dijo:

      —¿Y qué piensa Gonzalo de esa teoría tuya?... Porque supongo que se lo habrás dado a conocer...

      A lo que respondió Sagrario con igual frescura que si el asunto no rezara con ella:

      —¡Yo lo creo que lo conoce! Pero ¿qué se le importa a él? ¡Gracias a Dios, no tiene por qué callar! ¿No sé yo la vida que ha hecho, la que hace y la que hará? ¡Ni más ni menos que la mía! ¡Para él estaba! Además, ¿qué pone por su parte en este fregado? Sus lacras, sus deformidades y sus vicios. ¿Puede, en buena justicia, y aunque pudiera, aspirar al pleno y singular dominio y usufructo de esta mi «lozana y exuberante juventud», como dijo de ella nuestro poeta Aljófar en su anteúltimo sahumerio? ¡Oh!, sobre estas materias, ni él ni yo podemos llamarnos nunca a engaño, por muy recio que truene. Estamos los dos bien enterados, bien prevenidos y bien conformes. Y ¡cómo no estarlo! Nuestro casamiento es lo que menos importa aquí, por lo tocante a las inclinaciones y propósitos de cada uno. Nos lo hemos dicho muchas veces, y ayer hicimos un esmerado resumen de todas las anteriores advertencias y prevenciones: «nos casamos por razón de Estado, como si dijéramos; habrá de común entre los dos el hogar, los bienes y el ceremonial que es propio de la jerarquía en que se nos coloca. Fuera de esto, cada cual se atenga a lo suyo, guarde su alma en su almario y haga de su vida lo que mejor le parezca..., por supuesto, respetando siempre las buenas formas y las conveniencias sociales...», porque a esto, bien lo sabes tú, Beronic, no se debe faltar jamás... Conque ya ves.

      —¿Y tan conformes los dos?—dijo la otra, mirando a Sagrario con los ojos un poco fruncidos, mientras se abanicaba lentamente y se recostaba contra el respaldo del sillón.

      —Tan conformes—repitió la novia.

      —¡No es poca fortuna!—añadió su amiga sin cambiar de postura—; sobre todo, para ti.

      —Y para él ¿por qué no?

      —Porque como en Gonzalo no hay grandes prendas que admirar, ni bellezas que apetecer, se comprende sin dificultad que tú te avengas sin gran esfuerzo a ese convenio; pero que él se resigne a no ser dueño y señor absoluto de una mujer tan hermosa como tú, siendo esta mujer la suya propia, me parece una abnegación... inverosímil.

      Aquí se sonrió Sagrario, contó con los ojos y con el pulgar y el índice de su mano izquierda las varillas de su abanico abierto; y sin cesar en este entretenimiento ni mirar derechamente a su interlocutora, la replicó con acento de indiferencia:

      —Después de todo, ¿qué más le da?

      —¡Pues me gusta!...

      —Lo dicho, Nica—añadió Sagrario animándose un poco más—; y si te parece mucho así, pongamos casi, casi.

      —No lo entiendo, hija—respondió Verónica con visibles muestras de curiosidad, y otras tantas de sus intenciones de tirar de la desjuiciada lengua de Sagrario—. Si no lo pones más claro, como si callaras.

      Volvió la rubia a contar el varillaje de su abanico; cerrole de pronto con estrépito; incorporose de un salto; rodeó con sus brazos el cuello de su miga, y la dijo al oído un secreto.

      —¡Pobrecillo!—exclamó la otra, en cuanto Sagrario volvió a sentarse, abriendo el abanico con las dos manos y poniéndose también a contar el varillaje con los ojos un tantico cobardes.

      —Como lo oyes—dijo la otra algo lisonjeada con el éxito de su confidencia.

      —Y tú ¿de qué lo sabes?—preguntó Verónica atreviéndose poco a poco.

      —De que me lo ha confirmado él con la mayor desvergüenza.

      —¡Confirmado! ¿Luego ya lo sabías?

      —Por Leticia, a quien se lo dijeron amigos íntimos de Gonzalo.

      Volvió a contar las varillas de su abanico Verónica; calló también Sagrario, mirando el paisaje del suyo; y dijo a poco rato la primera, acaso por mudar de conversación, quizás porque realmente deseaba ver a su amiga apurar la materia a que se referían sus palabras:

      —Volvamos un momento al caso aquel de tu teoría sobre...

      —¡Hola!... ¿Si te habrá caído en gracia?

      —Se me ocurre un reparo que ponerte.

      —¿Acaso nacido de lo que acabamos de tratar?

      —Precisamente de ello..., pero de su casta es.

      —Pues venga el reparo.

      —Si el matrimonio es la mortaja del amor, como has venido a decirme en substancia, y han dicho antes que tú muchos calaveras que se han casado en seguida, ¿por qué te casas en la forma que lo haces?

      Quedose un poco suspensa la interpelada, como si no entendiera bien el alcance de la pregunta, y dijo a la interrogante:

      —Si concretaras el caso un poquito más...

      —Concrétole—repuso la otra; y añadió—: si lo que interesa es conservar el amor que sientes, por hoy, y este amor es de más hondas raíces que el de ayer... y el de anteayer, porque no tienen cuenta los que te he conocido...

      —Gracias.

      —Es justicia.

      —Como te parezca... Adelante.

      —Si lo que te interesa, digo, es conservar ese amor con todos sus encantos, ¿por qué te casas sin maldita la necesidad? Conságrate a él con vida y alma...

      —¿Soltera?

      —Soltera.

      —¡Bah! Entonces no me has entendido; porque ése es precisamente el amor tonto que yo exceptué; y el amor de que yo trato, es amor de más substancia, de más... en fin, que no es amor para doncellas.

      Pareciole demasiado crudo el concepto a Verónica, a juzgar por la cara que puso, y dijo, con miedo de escuchar algo peor:

      —De manera que, para complemento de la teoría, es también de necesidad algo de matrimonio.

      —Indispensable, СКАЧАТЬ