Una Vez Cazado. Блейк Пирс
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Читать онлайн книгу Una Vez Cazado - Блейк Пирс страница 6

СКАЧАТЬ parte de su futuro. Tal vez incluso podría tener a otro hombre en su vida.

      Siempre había existido alguna atracción entre ella y Bill, pero ellos también peleaban de vez en cuando. Además, su relación profesional ya exigía bastante, y el romance de seguro complicaría las cosas aún más.

      Su vecino amable y atractivo, Blaine, parecía un mejor candidato, sobre todo porque su hija, Crystal, era amiga de April.

      Aún así, en tiempos como estos, Ryan casi parecía ser el mismo hombre del que se había enamorado hace todos esos años. ¿Cómo progresarían las cosas? Simplemente no lo sabía.

      La puerta del consultorio se abrió y la Dra. Lesley Sloat salió.

      “Ya pueden unirse a la sesión”, dijo con una sonrisa.

      A Riley le agradaba la psicóloga bajita, robusta y amable, y era obvio que también le agradaba a April.

      Riley y Ryan entraron en el consultorio y se sentaron en un par de sillas cómodas. Estaban en frente a April, quien estaba sentada en un sofá al lado de la Dra. Sloat. April estaba sonriendo débilmente. La Dra. Sloat asintió con la cabeza para que comenzara a hablar.

      “Pasó algo esta semana”, dijo April. “Es un poco difícil hablar del tema…”.

      La respiración de Riley se aceleró y sintió su corazón comenzar a latir con fuerza.

      “Tiene que ver con Gabriela”, dijo April. “Tal vez ella debería estar aquí para hablar de esto también, pero no está, así que…”.

      Su voz se quebró.

      Esto sorprendió a Riley. Gabriela era una mujer guatemalteca robusta y de mediana edad que había sido la criada de la familia durante años. Se había mudado con Riley y April y era otro miembro de la familia.

      April respiró profundamente y continuó: “Hace unos días, ella me dijo algo que no les conté. Pero creo que deberían saberlo. Gabriela me dijo que tenía que irse”.

      “¿Por qué?”, exclamó Riley.

      Ryan se veía confundido. “¿No le estás pagando lo suficiente?”, preguntó.

      “Es por mí”, dijo April. “Me dijo que no podía más. Dijo que era demasiada responsabilidad para ella tener que cerciorarse de que no me hiciera daño o intentara suicidarme”.

      April hizo una pausa. Sus ojos se llenaron de lágrimas.

      “Dijo que era demasiado fácil para mí escaparme de casa sin que ella se diera cuenta. No podía dormir pensando en si me estaba poniendo en peligro o no en ese mismo momento. Dijo que se mudaría de la casa inmediatamente”.

      Riley se sintió muy alarmada. No había tenido ni idea que Gabriela había estado pensando esas cosas.

      “Le rogué que no se fuera”, dijo April. “Ambas estábamos llorando. Pero no logré hacerla cambiar de parecer, y estaba aterrorizada”.

      April ahogó un sollozo y se limpió los ojos con un pañuelo.

      “Mamá, hasta me puse de rodillas”, dijo April. “Prometí nunca jamás hacerla sentir de esa forma de nuevo. Finalmente… finalmente me abrazó y dijo que no se iría siempre y cuando cumpliera con mi promesa.  Y lo haré. Realmente lo haré. Mamá, papá, nunca jamás haré que ustedes se preocupen por mí de esa forma de nuevo”.

      La Dra. Sloat le dio unas palmaditas en su mano y les sonrió a Riley y a Ryan.

      Ella dijo: “Creo que lo que April está tratando de decir es que ella dio un giro”.

      Riley vio a Ryan sacar un pañuelo y secarse las lágrimas. Lo había visto llorar muy pocas veces, pero ella entendía cómo se sentía. Se llenó de sentimiento en ese momento. Había sido Gabriela, no Riley ni Ryan, la que había hecho que April lograra entender las cosas finalmente.

      Sin embargo, Riley se sentía increíblemente agradecida por el hecho de que su familia estaría unida esta Navidad. Ignoró el temor que acechaba en lo profundo de su ser, esa horrible sensación de que los monstruos en su vida le arrebatarían sus festividades.

      CAPÍTULO TRES

      Cuando Shane Hatcher entró en la biblioteca de la prisión el día de Navidad, el reloj de pared indicó que faltaban dos minutos para la hora.

      “Perfecto”, pensó.

      Se escaparía de prisión en pocos minutos.

      Le divirtió ver decoraciones de Navidad en todas partes, todas hechas de poliestireno extruido. Hatcher había pasado muchas fiestas navideñas en Sing Sing, y la idea de tratar de evocar el espíritu festivo en este lugar siempre le había parecido absurda. Casi se rio en voz alta cuando vio a Freddy, el bibliotecario taciturno, con un sombrero rojo de Papá Noel.

      Sentado en su escritorio, Freddy se volvió hacia él y le sonrió. Esa sonrisa le dijo a Hatcher que todo saldría bien. Hatcher asintió con la cabeza y le devolvió la sonrisa. Luego Hatcher caminó hacia dos estantes y esperó.

      Justo cuando el reloj marcó la hora, Hatcher escuchó el sonido de la puerta del muelle de carga abriéndose al otro extremo de la biblioteca. En pocos momentos entró un camionero empujando un gran contenedor de plástico. La puerta del muelle se cerró ruidosamente detrás de él.

      “Qué tienes para mí esta semana, Bader?”, preguntó Freddy.

      “¿Qué crees que tengo?”, contestó el camionero. “Libros, libros y más libros”.

      El camionero miró en la dirección de Hatcher, y luego se dio la vuelta. El camionero obviamente estaba enterado del plan. A partir de ese momento, tanto el camionero como Freddy trataron a Hatcher como si no estuviera allí en absoluto.

      “Excelente”, pensó Hatcher.

      Bader y Freddy descargaron los libros en una mesa de acero con ruedas.

      “¿Te apetece una taza de café en la comisaría?”, le preguntó Freddy al camionero. “¿O tal vez rompope? Están sirviéndolo por la época navideña”.

      “Suena genial”.

      Los dos hombres charlaban casualmente mientras desaparecieron por las puertas dobles giratorias de la biblioteca.

      Hatcher se quedó parado allí por un momento, estudiando la posición exacta del contenedor. Le había pagado a un guardia para que jugara un poco con la cámara de vigilancia durante unos días hasta que encontrara un punto ciego en la biblioteca, uno que los guardias que veían los monitores aún no habían notado. Parecía que el camionero había dado en el clavo perfectamente.

      Hatcher salió silenciosamente de entre los estantes y se metió en el contenedor. El camionero había dejado una manta de embalaje pesada y gruesa en el fondo, y Hatcher se cubrió con ella.

      Esta era la única fase del plan de Hatcher en la que pensaba que algo podía salir mal. Pero incluso si alguien entraba en la biblioteca, dudaba que se molestaran en mirar dentro del contenedor. Otras personas que normalmente podría verificar el camión de los libros también habían sido sobornadas.

      No es que se sentía nervioso o preocupado. Tenía unas tres décadas СКАЧАТЬ