Una Vez Cazado. Блейк Пирс
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      Charcos de sangre medio congelados se pegaron a la suela de los zapatos de Riley cuando se acercó al cuerpo. El rostro estaba golpeado más allá de toda posibilidad de reconocimiento, y tendrían que utilizar el ADN o registros dentales para poder identificarlo. Pero Riley no tenía ninguna duda de que Newton tenía razón; este tenía que ser Smokey Moran. Sus ojos todavía estaban abiertos y su cabeza estaba pegada al poste, así que parecía estar mirando a Riley directamente.

      Riley miró a su alrededor de nuevo.

      “Hatcher no está aquí”, dijo ella, enfundando su arma.

      Bill hizo lo mismo y caminó hasta el cuerpo. Newton permaneció atento, sosteniendo su rifle y moviéndose a cada rato para verificar todas las direcciones.

      “¿Qué es esto?”, dijo Bill, señalando un pedazo de papel doblado que se asomaba del bolsillo de la chaqueta de la víctima.

      Riley sacó el pedazo de papel. Decía:

      “Un caballo está encadenado a una cadena de 24 pies y se come una manzana que está a 26 pies de distancia. ¿Cómo llegó el caballo a la manzana?”.

      Riley se puso tensa. No era ninguna sorpresa que Shane Hatcher había dejado una adivinanza. Le entregó el papel a Bill. Él lo leyó y luego miró a Riley con una expresión perpleja.

      “La cadena no está atada a nada”, dijo Riley.

      Bill asintió. Riley sabía que había entendido el significado de la adivinanza:

      Shane de las Cadenas estaba desatado.

      Y estaba empezando a disfrutar de su libertad.

      CAPÍTULO OCHO

      Sentada con Bill en el bar del hotel, Riley no podía sacarse la imagen del hombre desfigurado de su mente. Ni ella ni Bill habían sido capaces de entender por completo lo que había sucedido. No podía creer que Shane Hatcher se había fugado de Sing Sing solo para matar a Smokey Moran. Pero no cabía duda de que él lo había matado.

      Las luces navideñas del bar se veían muy chillonas en vez de señales de celebración.

      Le entregó su vaso vacío a un barman. “Sírveme otro”, le dijo.

      Se dio cuenta de que Bill estaba mirándola con inquietud. Entendía el por qué. Este era su segundo whisky americano con hielo. Bill sabía que los antecedentes de Riley con el alcohol no eran buenos.

      “No te preocupes”, le dijo. “Ese será mi último trago”.

      No tenía ninguna intención de emborracharse esta noche. Solo quería relajarse un poco. El primer vaso no había ayudado, y dudaba de que el segundo lo hiciera.

      Riley y Bill habían pasado el resto del día lidiando con las consecuencias del asesinato de Smokey Moran. Mientras que ella y Bill se quedaron trabajando con los policías locales y el equipo del médico forense en la escena del crimen, habían enviado a los agentes McGill y Newton de vuelta al edificio de apartamentos donde había vivido Moran. Debían hablar con los jóvenes pandilleros que habían estado de guardia en el vestíbulo. Pero no pudieron encontrar a los jóvenes por ninguna parte. El apartamento de Moran permanecía abierto y desprotegido.

      Cuando el barman colocó la bebida frente a Riley, recordó lo que los pandilleros habían dicho en el vestíbulo:

      “Smokey nos dijo que creía que vendrían”.

      “Nos dijo que les diéramos un mensaje”.

      Luego les habían dicho dónde encontrar a Smokey Moran.

      Riley negó con la cabeza cuando repitió el momento en su mente.

      “Debimos haber hablado con esos pandilleros cuando tuvimos la oportunidad”, le dijo a Bill. “Debimos haberles hecho preguntas”.

      Bill se encogió de hombros.

      “¿Acerca de qué?”, preguntó. “¿Qué podrían habernos dicho?”.

      Riley no respondió. La verdad era que no tenía ni idea. Pero todo parecía extraño. Recordó las expresiones rígidas, sombrías y tristes de los pandilleros. Era casi como si habían entendido que su líder había ido a su muerte, y ya estaban de luto. El hecho de que ahora había abandonado sus puestos de trabajo, al parecer para siempre, parecía confirmarlo.

      ¿Qué es lo que Moran les había dicho antes de irse? ¿Que él no regresaría? Riley se sintió desconcertada por esa posibilidad. ¿Por qué un matón inteligente y experimentado como Moran no se mantuvo alejado del peligro? ¿Por qué fue a ese almacén, si tenía alguna idea de lo que lo esperaba allí?

      “¿Cuál crees que será el próximo paso de Hatcher?”, preguntó Bill, interrumpiendo sus pensamientos.

      “No lo sé”, dijo Riley.

      Era difícil de admitir, pero era cierto. Unos agentes experimentados del FBI ahora custodiaban la casa de Kelsey Sprigge por si era el próximo objetivo de Hatcher. Pero Riley no creía que lo era. Kelsey tenía razón. Hatcher no mataría a la mujer por haber hecho su trabajo hace todos esos años, especialmente puesto que ella realmente le había salvado la vida.

      “¿Crees que podría venir por ti ahora?”, preguntó Bill.

      “Ojalá que lo hiciera”, dijo Riley.

      Bill se veía un poco sorprendido.

      “No dices eso en serio”, dijo.

      “Sí lo digo en serio”, dijo Riley. “Si tan solo se mostrara a sí mismo, tal vez pudiera hacer algo. Esto es como jugar una partida de ajedrez con los ojos vendados. ¿Cómo puedo moverme si no conozco sus movimientos?”.

      Bill y Riley saborearon sus bebidas en silencio por unos instantes.

      “Tú también lo conociste, Bill”, dijo Riley. “¿Qué piensas de él?”.

      Bill dejó escapar un largo suspiro.

      “Bueno, ciertamente pareció haberme entendido rapidito”, dijo. “Él me dijo que me olvidara de arreglar las cosas con Maggie. No tenía ni idea en ese momento de la razón que tenía”.

      “¿Cómo han estado las cosas con Maggie últimamente?”, preguntó Riley.

      Bill movió el hielo un poco en su vaso.

      “Nada bien”, dijo. “Me siento perdido. Seis meses de separación, ninguna posibilidad de volver a estar juntos, pero faltan seis meses para que el divorcio sea oficial. Siento que mi vida está congelada. Por lo menos está flexibilizándose un poco en cuanto a la custodia de los niños. Está permitiéndome pasar tiempo con ellos”.

      “Eso es bueno”, dijo Riley.

      Notó que Bill estaba mirándola con nostalgia.

      “Eso no es bueno”, pensó.

      Ella y Bill llevaban años luchando contra su atracción mutua. Riley todavía hacía un gesto de dolor cada vez que recordaba la vez que lo había llamado borracha para proponerle que tuvieran una aventura. Su amistad y relación profesional apenas habían СКАЧАТЬ