Una Vez Cazado. Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ en este caso desde el principio, hablando con pandilleros en la calle, tomando las riendas del equipo. Nadie me creyó capaz de derribar a Hatcher. De hecho, todos creían que nadie sería capaz de derribarlo. Pero lo hice”.

      Ahora Riley estaba ojeando una carpeta de fotos de mala calidad que el FBI probablemente ni siquiera se había tomado la molestia de escanear. Kelsey había sido lo suficientemente inteligente como para no botarlas.

      Una mostraba a un policía sentado en una cafetería hablando con un pandillero. Riley reconoció inmediatamente al joven como Shane Hatcher. Le tomó un momento reconocer al policía.

      “Ese es el oficial que Hatcher mató, ¿cierto?”, preguntó Riley.

      Kelsey asintió por la cabeza.

      “El oficial Lucien Wayles”, dijo. “Yo tomé esa foto”.

      “¿Qué está haciendo hablando con Hatcher?”.

      “Eso es muy interesante”, dijo. “Supongo que se enteraron de que Wayles era un policía íntegro y condecorado. Eso es lo que los policías locales todavía quieren que todo el mundo piense. En realidad era muy corrupto. En esta foto, estaba reunido con Hatcher con la esperanza de hacer un trato con él, obtener una parte de las ganancias de las drogas por no interferir con el territorio de Hatcher. Hatcher le dijo que no. Allí fue que Wayles decidió acabar con él”.

      Kelsey sacó una fotografía del cuerpo mutilado de Wayles.

      “Obviamente saben cómo terminó yéndole a Wayles”, dijo.

      Riley sintió haber entendido todo. Este era exactamente el material que había anhelado. Le acercaba mucho más a la mente de un joven Shane Hatcher.

      Riley sondeó la mente del joven mientras observó la foto. Se imaginó los pensamientos y sentimientos de Hatcher en el momento en el que la foto fue tomada. También recordó algo que Kelsey había dicho.

      “Sabes, él tenía un código estricto, incluso como pandillero.”

      Riley sabía que eso seguía siendo verdad hoy en día por las conversaciones que había tenido con él. Y ahora, mirando la foto, Riley podía sentir la repugnancia visceral de Hatcher ante la propuesta de Wayles.

      “La propuesto lo ofendió”, pensó Riley. “Fue un insulto para él”.

      No era sorprenderte que Hatcher hubiera hecho de Wayles un terrible ejemplo. Según el código retorcido de Hatcher, era lo más moral del mundo.

      Riley encontró la foto de otro pandillero.

      “¿Quién es este?”, preguntó Riley.

      “Smokey Moran”, dijo Kelsey. “El teniente más confiable de Shane de la Cadenas, hasta que lo capturé  por vender drogas. Enfrentaba una gran sentencia en prisión, así que no me costó lograr que entregara pruebas en contra de Hatcher a cambio de cierta clemencia. Así es que finalmente logré capturar a Hatcher”.

      Los pelos de Riley se pusieron de punta.

      “¿Qué pasó con Moran?”, preguntó.

      Kelsey negó con la cabeza con desaprobación.

      “Todavía está libre”, dijo. “Muchas veces deseo jamás haber hecho ese trato. Lleva años dirigiendo todo tipo de actividades pandilleras. Los jóvenes pandilleros lo admiran. Él es inteligente y escurridizo. La policía local y el FBI no han podido llevarlo ante la justicia”.

      Los pelos de Riley seguían de punta. Riley se encontró en la mente de Hatcher, meditando en la cárcel durante décadas sobre la traición de Moran. En el universo moral de Hatcher, un hombre así no merecía vivir. Y la justicia debió haberle llegado desde hace mucho tiempo.

      “¿Tienes su dirección actual?”, le preguntó Riley a Kelsey.

      “No, pero estoy segura de que la oficina de campo sí la tiene. ¿Por qué?”.

      Riley respiró profundamente.

      “Porque Shane va a matarlo”.

      CAPÍTULO SIETE

      Riley sabía que Smokey Moran corría gran peligro. Pero la verdad era que Riley no sentía mucha compasión por el matón feroz.

      Shane Hatcher era lo que realmente importaba.

      Su misión era regresar a Hatcher a la prisión. Si lo atrapaban antes de que matara a Moran por su traición, bien. Ella y Bill conducirían a la dirección de Moran sin darle ninguna advertencia. Llamarían a la oficina de campo local para que contaran con apoyo allá.

      Los barrios pandilleros mucho más siniestros de Siracusa quedaban a media hora en carro de la casa de clase media en la que vivía Kelsey Sprigge. El cielo estaba nublado, pero no estaba nevando, y el tráfico se movía normalmente por las carreteras bien despejadas.

      Riley accedió a la base de datos del FBI e investigó un poco en su celular mientras Bill manejaba. Vio que la situación local de las pandillas era grave, ya que se habían agrupado y reagrupado en esta área desde la década de 1980. En la era de Shane de las Cadenas, la mayoría habían sido locales. Desde entonces unas pandillas nacionales se habían trasladado a la zona, trayendo consigo mayores niveles de violencia.

      Las drogas que alimentaban esta violencia con sus ganancias se habían vuelto más extrañas y mucho más peligrosas. Ahora incluían cigarrillos empapados en líquido para embalsamar y cristales llamados “sales de baño” que inducían paranoia. Nadie sabía qué sustancia aún más letal aparecería pronto.

      Cuando Bill se estacionó frente al edificio de departamentos deteriorado donde vivía Moran, Riley vio a dos hombres con chaquetas del FBI bajarse de otro carro. Eran los agentes McGill y Newton, quienes los habían recibido en el aeropuerto. Pudo notar que llevaban chalecos Kevlar debajo de sus chaquetas. Ambos llevaban rifles de francotiradores marca Remington.

      “Moran vive en el tercer piso”, dijo Riley.

      Cuando los agentes entraron por la puerta principal del edificio, se encontraron con varios pandilleros que estaban pasando el rato en el vestíbulo raído y frío. Estaban parados con las manos metidas en los bolsillos de sus sudaderas con capucha y parecían no estar prestándoles mucha atención al grupo armado.

      “¿Serán los guardaespaldas de Moran?”, se preguntó Riley.

      No creía que era probable que intentaran detener a un pequeño ejército de agentes, aunque podrían avisarle a Moran que alguien iba en camino a su apartamento.

      McGill y Newton parecían conocer a los jóvenes.

      “Estamos aquí para ver a Smokey Moran”, dijo Riley.

      Ninguno de los jóvenes dijo una palabra. Solo miraron a los agentes con expresiones extrañas y vacías. Ese comportamiento le parecía extraño.

      “Salgan”, dijo Newton, y los chicos asintieron con la cabeza y salieron por la puerta principal.

      Los agentes subieron tres tramos de escaleras con Riley en el frente. Los agentes locales revisaron cada pasillo cuidadosamente. Se detuvieron en frente del apartamento de Moran en el tercer piso.

      Riley golpeó la puerta. Cuando nadie СКАЧАТЬ