Caballero, Heredero, Príncipe . Морган Райс
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Читать онлайн книгу Caballero, Heredero, Príncipe - Морган Райс страница 7

СКАЧАТЬ neblina empezaba a levantarse del agua alrededor de Ceres, se hacía más espesa y reflejaba fragmentos de la luz de la luna incluso mientras le tapaba la vista del cielo nocturno que había allí arriba. Se arremolinaba y cambiaba alrededor de la barca, tentáculos de niebla se alargaban como dedos. Los pensamientos sobre Eoin parecían llevarla inexorablemente a pensar en Thanos. Thanos, a quien habían matado en las orillas de Haylon antes de que Ceres pudiera decirle que no pensaba ninguna de las cosas duras que le había dicho cuando se fue. Allá sola en la barca, Ceres no podía escapar de lo mucho que lo echaba de menos. El amor que había sentido por él parecía un hilo que tiraba de ella hacia Delos, aunque Thanos ya no estuviera allí.

      Pensar en Thanos le dolía. El recuerdo parecía una herida abierta que nunca iba a cerrarse. Ella necesitaba hacer muchas cosas, pero ninguna de ellas se lo devolvería. Le hubiera dicho muchas cosas si estuviera allí, pero no estaba. Solo había el vacío de la neblina.

      La neblina continuaba yendo en espiral alrededor de la barca y ahora Ceres veía fragmentos de roca sobresaliendo del agua. Algunas eran afiladas, de basalto negro, pero otras eran de los colores del arcoíris, parecían piedras preciosas gigantes colocadas en el agitado azul del océano. Algunas tenían marcas en ellas en forma de remolino y espiral y Ceres no estaba segura de si eran naturales o si alguna mano lejana las había tallado.

      ¿Estaba su madre en algún lugar más allá de ellas?

      El pensamiento provocó una emoción en Ceres, que subía en su interior como la neblina que se arremolinaba alrededor de la barca. Iba a ver a su madre. A su madre de verdad, no a la que siempre la había odiado y la había vendido a los esclavistas a la primera oportunidad. Ceres no sabía cómo sería aquella mujer, pero la sola oportunidad de descubrirlo, la llenaba de emoción mientras guiaba su pequeña barca a través de las rocas.

      Las fuertes corrientes empujaban su barca, amenazando con arrebatarle el timón de la mano. Si no hubiera tenido la fuerza que procedía de su poder interior, Ceres dudaba que hubiera podido sujetarlo. Tiró del timón hacia un lado y su pequeña barca respondió con una gracia casi viva, esquivando una roca que estaba lo suficientemente cerca para tocarla.

      Navegaba entre las rocas y, a cada una que pasaba, pensaba en lo mucho que se estaba acercando a su madre. ¿Qué tipo de mujer sería? En sus visiones era confusa, pero Ceres imaginaba y tenía esperanzas. Quizás sería amable y dulce, y cariñosa: todas las cosas que nunca tuvo de su supuesta madre en Delos.

      ¿Qué pensaría de ella su madre? Aquel pensamiento atrapó a Ceres mientras guiaba su barca hacia delante a través de la neblina. No sabía qué habría más adelante. Quizás su madre la miraría y vería a alguien que no había podido triunfar en el Stade, que no había sido más que una esclava en el Imperio, que había perdido a la persona que más amaba. ¿Y si su madre la rechazaba? ¿Y si era dura, o cruel, o despiadada?

      Quizás, solo quizás, estaría orgullosa.

      Ceres salió de la neblina tan de repente que podría haberse tratado de una cortina que se levantaba, y ahora el mar estaba plano, sin ninguna de las rocas en forma de diente que habían salido de él antes. Al instante, vio que había algo diferente. La luz de la luna parecía, de algún modo, más brillante y, a su alrededor, una nebulosa giraba manchada del color de la noche. Incluso las estrellas parecían cambiadas, de modo que ahora Ceres no podía distinguir las constelaciones conocidas que había antes. Un cometa pasó por el horizonte como un rayo, de un rojo intenso mezclado con amarillos y otros colores que no tenían equivalente en el mundo que tenía debajo.

      Aún más extraño, Ceres sintió el poder en su pulso, como si estuviera respondiendo a aquel lugar. Parecía que se estiraba en su interior, desplegándose y permitiéndole experimentar aquel lugar en un centenar de maneras en las que nunca antes había pensado.

      Ceres vio una forma que salía del agua, un cuello largo y serpenteante que se levantaba antes de sumergirse de nuevo bajo las olas formando un rocío de espuma. La criatura se levantó de nuevo por poco tiempo y Ceres tuvo la sensación de que algo enorme pasaba nadando por el agua antes de desaparecer. Lo que parecían pájaros revoloteaban a la luz de la luna y, al acercarse, Ceres vio que eran mariposas nocturnas plateadas, más grandes que su cabeza.

      De repente, los ojos le pesaban por el sueño, Ceres amarró el timón, se tumbó y dejó que el sueño se apoderara de ella.

      *

      Ceres se despertó con los chillidos de los pájaros. Parpadeó por la luz del sol mientras se incorporaba y vio que, después de todo, no eran pájaros. Dos criaturas con cuerpo de gatos grandes daban vueltas por encima suyo con unas alas parecidas a las de un águila, los picos abiertos como los de un ave rapaz al chillar. Pero no daban señales de acercarse, sencillamente volaron en círculo alrededor de la barca antes de alejarse volando en la distancia.

      Ceres las observó y por observarlas vio la diminuta mota en forma de isla a la que se dirigían en el horizonte. Tan rápido como pudo, Ceres levantó de nuevo la pequeña vela, intentando coger el viento que corría para que la empujara hacia la isla.

      La mota se hizo más grande y lo que parecían ser más rocas salían del océano a medida que Ceres se iba acercando, pero no eran las mismas que había encontrado allí en la neblina. Estas tenían los lados cuadrados, las habían construido, estaban hechas con un mármol arcoíris. Algunas de ellas parecían los chapiteles de grandes edificios, que se hubieran hundido hace tiempo bajo las olas.

      Sobresalía medio arco, tan enorme que Ceres no podía imaginar que podría haber pasado por debajo de él. Bajó la vista por el lateral del barco y el agua era tan clara que pudo divisar el fondo del mar allá abajo. No estaba lejos del fondo y Ceres veía los restos de edificios muy antiguos allá abajo. Estaba lo suficientemente cerca para que Ceres pudiera nadar hasta ellos simplemente aguantando la respiración. Pero no lo hizo, tanto por las cosas que ya había visto en el agua como por lo que había más adelante.

      Allí estaba. La isla donde conseguiría todas las respuestas que necesitaba. Donde sabría más sobre sus poder.

      Donde, finalmente, conocería a su madre.

      CAPÍTULO CUATRO

      Lucio blandía la espada por encima de su cabeza, regocijándose por el modo en que destellaba con la luz del amanecer, en el instante antes en que mató al anciano que osó ponerse en su camino. A su alrededor, caían más plebeyos a manos de sus hombres: los que osaban resistirse y los que eran lo suficientemente estúpidos para estar en el lugar erróneo en el momento equivocado.

      Él sonreía mientras los gritos resonaban a su alrededor. Le gustaba cuando los campesinos intentaban luchar, porque esto solo daba a sus hombres una excusa para demostrarles lo débiles que eran en realidad comparados con sus superiores. ¿A cuántos había matado en saqueos como este? No se había molestado en llevar la cuenta. ¿Por qué tendría que prestar la mínima atención a los de su especie?

      Lucio miró a su alrededor mientras los campesinos empezaban a correr e hizo un gesto a unos cuantos de sus hombres. Echaron a correr tras ellos. Correr era casi mejor que luchar, porque existía la posibilidad de cazarlos como la presa que eran.

      “¿Su caballo, su alteza?” preguntó uno de sus hombres, que llevaba al semental de Lucio.

      Lucio negó con la cabeza. “Mi arco, creo”.

      El hombre asintió y le pasó a Lucio un elegante arco recurvo de ceniza blanca, mezclado con cuerno y endurecido con plata. Colocó СКАЧАТЬ