Antes De Que Se Lleve . Блейк Пирс
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СКАЧАТЬ a toda prisa de la oficina, mirando atrás solo una vez para ver al Agente Harrison todavía sentado en su silla como un cachorro perdido, inseguro de qué hacer o adónde ir. Pero ahora no tenía tiempo de preocuparse por su orgullo herido. Tenía que pensar en cómo iba a hacer la maleta y llegar al aeropuerto en menos de hora y media.

      Y además de eso, tenía que pensar por qué le aterraba la idea de trabajar con Ellington en un caso.

      CAPÍTULO DOS

      Mackenzie llegó al aeropuerto corriendo, con apenas suficiente tiempo para llegar a su puerta de embarque. Embarcó en el avión apresuradamente cinco minutos después de que hubieran comenzado el embarque y se movió por el pasillo ligeramente ahogada, frustrada y descentrada.

      Por un momento se preguntó si Ellington habría llegado a tiempo pero, para ser sinceros, ya estaba contenta de no haberse perdido el vuelo. Ellington ya era un chico mayor y podía cuidar de sí mismo.

      Su pregunta fue respondida cuando localizó su asiento. Ellington ya estaba dentro del avión, cómodamente sentado en el asiento contiguo al suyo. Le sonrió desde su posición en el asiento junto a la ventana, haciendo un pequeño gesto con la mano. Ella sacudió la cabeza y suspiró con pesadumbre.

      “¿Mal día?” preguntó él.

      “Veamos… empezó con un funeral y después tuve una reunión con McGrath,” dijo Mackenzie. “Después tuve que irme a casa a toda prisa para hacer la maleta y recorrer Dulles a todo correr para tomar el vuelo por los pelos. Y ni siquiera es mediodía aún.”

      “Así que las cosas solo pueden mejorar,” bromeó Ellington.

      Mientras presionaba su bolsa de mano dentro del compartimento para equipajes, Mackenzie dijo: “Ya veremos. Oye, ¿no tienen aviones privados en el FBI?”

      “Sí, pero solo para los casos verdaderamente urgentes. Y para agentes super estrella. Este caso no es urgente y nosotros sin duda alguna no somos agentes super estrella.”

      Cuando por fin se acomodó en su asiento, se tomó un momento para relajarse. Echó una ojeada a Ellington y vio que estaba hojeando una carpeta que era idéntica a la que había visto en el despacho de McGrath.

      “¿Qué piensas de este caso?” preguntó Ellington.

      “Creo que es demasiado pronto como para especular,” dijo ella.

      Él le volteó la mirada y le frunció el ceño con actitud juguetona. “Tienes que tener algún tipo de reacción inicial. ¿Cuál es?”

      Aunque no quería compartir sus pensamientos para acabar estando equivocada más tarde, apreciaba el esfuerzo por no perder ni un segundo en atacar el asunto. Eso le demostraba que él era sin duda el trabajador concienzudo y comprometido del que McGrath hablaba siempre—el mismo tipo de trabajador que hasta ella había esperado que fuera.

      “Creo que el hecho de que les estén llamando desapariciones en vez de asesinatos nos da algo de esperanza,” dijo ella. “Pero teniendo en cuenta que se han llevado a las víctimas de carreteras rurales también indica que este tipo es de aquí y conoce el terreno al dedillo. Podría estar secuestrando a las mujeres y matándolas después, ocultando sus cadáveres en alguna parte del bosque o en cualquier otro escondite que solo conoce él.”

      “¿Ya leíste esto a fondo?” preguntó, asintiendo hacia la carpeta.

      “No. No tuve tiempo.”

      “Adelante,” dijo Ellington, pasándosela.

      Mackenzie leyó la escasa información mientras las azafatas de vuelo repasaban las instrucciones de seguridad. Seguía estudiándola unos momentos después cuando el avión despegó con destino a Des Moines. No había mucha información en el archivo, pero sí la suficiente como para que Mackenzie diseñara el enfoque a tomar cuando llegaran allí.

      Delores Manning era la tercera mujer cuya desaparición se había denunciado en los últimos nueve días. La primera mujer era una habitante local y su hija había denunciado su desaparición. Naomi Nyles, de cuarenta y siete años de edad, también abducida de una cuneta en la carretera. La segunda era una mujer de Des Moines llamada Crystal Hall. Tenía cierto historial, mayormente relacionado con asuntos de promiscuidad durante su juventud, pero nada serio. Cuando fue secuestrada, había estado visitando una granja de ganado local en la zona. El primer caso no había dejado ni rastro de juego sucio—solamente un coche abandonado en la cuneta. El segundo vehículo abandonado era una pequeña camioneta con un neumático pinchado. Habían descubierto la camioneta en medio de un cambio de neumáticos, con el gato todavía debajo del eje y la rueda pinchada apoyada contra el lateral de la camioneta.

      Los tres sucesos parecían haber tenido lugar durante la noche, en algún momento entre las 10 de la noche y las 3 de la mañana. Hasta el momento, nueve días después de que se diera el primer secuestro, no había ni un solo rastro de pruebas y absolutamente cero pistas.

      Como hacía usualmente, Mackenzie repasó la información en varias ocasiones, haciendo lo que podía por memorizarla. No era difícil en este caso, ya que no había gran cosa que memorizar. Seguía regresando a las fotografías de los parajes rurales—las carreteras secundarias que serpenteaban a través de los bosques como una enorme culebra sin ningún lugar al que ir.

      También se permitió adentrarse en la mente del asesino utilizando esas carreteras y la noche como refugio. Tenía que ser paciente. Y debido a la oscuridad, tenía que estar acostumbrado a estar a solas. La oscuridad no le preocuparía. Quizá hasta prefería trabajar en la oscuridad, no solo por el refugio que le proporcionaba sino por la sensación de soledad y aislamiento. Seguramente este tipo era una especie de lobo solitario. Se las estaba llevando de la carretera, aparentemente de distintas situaciones de estrés. La reparación de un coche, ruedas pinchadas. Eso significaba que probablemente él no estaba metido en esto por el deporte de matar. Simplemente quería a las mujeres, pero… ¿por qué?

      ¿Y qué había de la última víctima, Delores Manning? Quizá fuera una habitante del pueblo que había vivido antes en la zona, pensó Mackenzie. Se trataba de eso o la mujer era realmente valiente para conducir por esas carreteras secundarias a esas horas… No me importa lo bueno que sea un atajo, eso es bastante arriesgado.

      Esperaba que así fuera. Esperaba que la mujer fuera realmente valiente. Porque con frecuencia el valor, da igual cómo se interprete, ayuda a la gente a lidiar con situaciones de tensión. Era más que una simple medalla de honor, era una característica profunda que ayudaba a la gente a enfrentarse a la vida. Trató de imaginarse a Delores Manning, la escritora del momento, conduciendo por esas carreteras de noche. Valiente o no, la verdad es que no era una imagen bonita.

      Cuando Mackenzie terminó, le devolvió la carpeta a Ellington. Entonces miró más allá de él y de la ventana a los mechones de nubes blancas que pasaban a la deriva. Cerró los ojos por un momento y regresó de vuelta al pasado, no a Iowa sino a la vecina Nebraska. Un lugar donde había campos abiertos y bosques altísimos en vez de tráfico congestionado y edificios elevados. La verdad es que no lo echaba en falta, pero descubrió que la idea de regresar allí, aunque fuera por razones de trabajo, le resultaba emocionante de una manera que no conseguía comprender del todo.

      “¿White?”

      Ella abrió los ojos al escuchar su nombre. Se dio la vuelta hacia Ellington, un tanto avergonzada de que le hubiera pillado en la inopia. “¿Sí?”

      “Te СКАЧАТЬ