Название: Antes De Que Se Lleve
Автор: Блейк Пирс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Современные детективы
Серия: Un Misterio con Mackenzie White
isbn: 9781640299962
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Abrió su portezuela, y encendió la luz de techo para que se uniera a las luces intermitentes de emergencia. Salió del coche y se quedó cerca de él, haciendo señales con las manos al camión que se acercaba para que se detuviera. Se sintió aliviada de inmediato cuando vio que se estaba deteniendo. Se desvió hacia su carril y aparcó con el morro frente al morro de su coche. El conductor encendió sus luces de emergencia y entonces salió del vehículo.
“Qué hay,” dijo el hombre de cuarenta y tantos años que se había bajado del camión.
“Hola,” dijo Delores. Ella le examinó, todavía demasiado molesta por la situación como para tomar precauciones frente a un desconocido cualquiera que se había detenido para ayudarle a estas horas de la noche.
“¿Problemas con el coche?” preguntó él.
“Millones de ellos,” dijo Delores, señalando a sus neumáticos. “Dos ruedas pinchadas a la vez. ¿Puede creerlo?”
“Oh, eso es terrible,” dijo él. “¿Ya ha llamado a Triple A o a un taller o algo así?”
“No tengo cobertura,” dijo ella. Estuvo a punto de añadir No es que sea exactamente de por aquí, pero decidió no hacerlo.
“Bueno, puede utilizar el mío,” dijo él. “Aquí por lo general tengo al menos dos barras.”
El dio un paso hacia delante, buscando el teléfono en su bolsillo.
Solo que no fue un teléfono lo que sacó. Ella estaba realmente muy confundida por lo que tenía delante de sus ojos. No tenía sentido. No se podía imaginar de qué se trataba y—
De repente, venía hacia su rostro, a toda velocidad. Una décima de segundo antes de que le golpeara, pudo ver la forma y el brillo de lo que se había puesto encima de sus dedos.
Manoplas de hierro.
Escuchó el sonido que hicieron al golpearle en la frente, sintió una punzada de dolor, al instante le fallaron las rodillas, y sintió como se derrumbaba en el duro asfalto. Lo último de lo que fue consciente fue de cómo el hombre extendía su mano hacia ella casi con afecto, con los faros todavía cegando su vista, antes de que el mundo ennegreciera del todo.
CAPÍTULO UNO
Mackenzie White estaba en pie debajo un paraguas mientras observaba cómo colocaban el ataúd en la fosa y la lluvia arreciaba hasta convertirse en una llovizna constante. Los sollozos de los participantes estaban casi enmudecidos por las gotas de lluvia que caían en el cementerio y en las lápidas cercanas.
Lo observó con una punzada de dolor mientras su antiguo compañero pasaba sus últimos momentos en el mundo de los vivos.
El ataúd penetraba en la tumba sobre los raíles de acero en los que había estado apoyado durante la ceremonia mientras los seres más cercanos a Bryers lo presenciaban.
La mayor parte de la procesión se había dispersado tras las palabras finales del pastor, pero los más cercanos a él se habían quedado.
Mackenzie permaneció de pie a un lado, a dos filas de distancia. Le dio por pensar que a pesar de que Bryers y ella hubieran confiado sus vidas el uno al otro en varias ocasiones, realmente no le había conocido demasiado bien. Lo probaba el hecho de que no tuviera ni idea de quiénes eran las personas que se habían quedado para ver cómo le metían a la tumba. Había un hombre que parecía tener treinta y tantos años, y dos mujeres arrimadas bajo la lona negra, disfrutando de su último momento con él.
Cuando Mackenzie se dio la vuelta, notó la presencia de una mujer mayor que estaba de pie una fila más atrás, sujetando su propio paraguas. Iba completamente vestida de negro y parecía bastante atractiva de pie bajo la lluvia. Tenía el pelo totalmente canoso, atado en un moño, pero de algún modo tenía un aspecto juvenil. Mackenzie le asintió con la cabeza cuando pasó a su lado.
“¿Conocía a Jimmy?” preguntó la mujer de repente.
¿Jimmy?
Tardó un momento en darse cuenta de que la mujer estaba hablando de Bryers. Mackenzie solo había escuchado su nombre de pila en una o dos ocasiones. Para ella, siempre había sido solamente Bryers.
Quizá no fuéramos tan íntimos como yo pensaba.
“Así es,” dijo Mackenzie. “Hemos trabajado juntos. ¿Qué hay de usted?”
“Ex-mujer,” dijo ella. Con un suspiro tembloroso, añadió: “Era un hombre muy bueno.”
¿Ex-mujer? Dios, la verdad es que no le conocía. Aun así, en las bambalinas de su mente, podía recordar una conversación durante uno de sus largos trayectos en coche en que había mencionado que había estado casado en el pasado.
“Sí que lo era,” dijo Mackenzie.
Quería contarle a la mujer todas las veces que Bryers le había guiado en su carrera profesional y que hasta le había salvado la vida, pero imaginó que debía de haber una razón para que la mujer se hubiera distanciado de las tres siluetas apiñadas bajo la lona.
“¿Eras íntima amiga suya?” preguntó la ex mujer.
Pensaba que lo era, dijo Mackenzie, mirando a la tumba de nuevo con arrepentimiento. Sin embargo, su respuesta fue más simple. “No mucho.”
Entonces se dio la vuelta tras sonreír con pesadumbre a la mujer y se dirigió hacia su coche. Pensó en Bryers… su sonrisa taciturna, la manera en que apenas se reía pero cuando lo hacía, era casi explosivo. Entonces pensó en cómo iba a cambiar el trabajo ahora. Sin duda, era egoísta por su parte, pero no podía evitar preguntarse cómo iba a ser alterado su entorno laboral ahora que su compañero, el hombre que esencialmente le había acogido bajo su protección, estaba muerto. ¿Tendría un nuevo compañero? ¿Cambiaría su posición y la pondrían detrás de un escritorio o en algún otro trabajo cutre sin un propósito genuino?
Cielos, deja de pensar en ti misma, pensó.
La lluvia seguía golpeteando el paraguas. Era tan ensordecedora que Mackenzie casi no escuchó cómo sonaba su teléfono dentro del bolsillo de su abrigo.
Lo sacó diestramente de su bolsillo mientras abría la portezuela del coche, dejaba dentro el paraguas, y entraba para protegerse de la lluvia.
“Al habla White.”
“White, soy McGrath. ¿Estás en la ceremonia en el cementerio?”
“Saliendo en este momento,” dijo ella.
“Lo siento de verdad por Bryers. Era un buen hombre. Y un agente increíble también.
“Sí que lo era,” dijo Mackenzie.
Mas cuando miró una vez más a través de la lluvia hacia la tumba, le pareció que realmente no había conocido a Bryers en absoluto.
“Odio СКАЧАТЬ