Una Forja de Valor . Морган Райс
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Название: Una Forja de Valor

Автор: Морган Райс

Издательство: Lukeman Literary Management Ltd

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия: Reyes y Hechiceros

isbn: 9781632914781

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СКАЧАТЬ trol conocido como Vesuvius, una bestia grotesca portando dos alabardas y con el rostro cubierto en sangre. Todos se agrupaban alrededor de la torre.

      Merk inmediatamente se dio cuenta de que este no era un ataque de troles ordinario. Parecía como si la nación entera de Marda hubiera invadido. ¿Cómo es que habían pasado Las Flamas? se preguntaba. Claramente habían venido buscando la Espada con el deseo de bajar Las Flamas. Merk pensó en lo irónico que era, ya que la Espada no estaba aquí.

      Merk entonces se dio cuenta de que la torre no resistiría tal ataque. Era el fin.

      Merk se sintió aterrado pero se preparó para la que sería su última batalla al verse rodeado. Todo alrededor los guerreros tomaban sus espadas y miraban hacia abajo con pánico.

      “¡HOMBRES!” gritó Vicor, el comandante de Merk. “¡A SUS POSICIONES!”

      Los guerreros tomaron sus posiciones en las almenas y Merk inmediatamente se les unió apresurándose hacia la orilla, tomando arco y flechas al igual que los otros, apuntando y disparando.

      Merk vio con gusto cómo una de sus flechas atravesaba a uno de los troles en el pecho; pero, para su sorpresa, la bestia continuó corriendo incluso con la flecha saliéndole por la espalda. Merk disparó otra vez encajando una flecha en el cuello de la bestia; pero aun así, para su sorpresa, esta continuó corriendo. Disparó una tercera vez golpeando al trol en la cabeza, y esta vez el trol cayó al suelo.

      Merk se dio cuenta rápidamente de que estos troles no eran oponentes ordinarios y de que no sería tan fácil derrotarlos. Sus probabilidades se hicieron más escasas. Pero el siguió disparando una y otra vez derribando a tantos troles como pudo. Sus compañeros soldados disparaban también oscureciendo el sol con sus flechas, haciendo que los troles tropezaran y cayeran bloqueando el camino para los demás.

      Pero muchos siguieron pasando. Pronto llegaron a las gruesas murallas de la torre, levantaron sus alabardas, y las golpearon contra las puertas doradas tratando de derribarlas. Merk pudo sentir las vibraciones en sus pies, y esto lo hizo estremecerse.

      El sonido del metal llenaba el aire mientras la nación de troles golpeaba las puertas sin cesar. De alguna manera, Merk sintió alivio al ver que las puertas los detenían. Incluso con cientos de troles golpeándolas, las puertas, como por obra de magia, no se doblaron ni abollaron.

      “¡ROCAS!” gritó Vicor.

      Merk vio a los otros soldados apresurarse hacia unas rocas alineadas en la orilla, y él se les unió mientras todos levantaban una. Juntos, él y otros diez más lograron levantarla y empujarla por encima del muro. Merk se retorció y gimió por el esfuerzo, empujando con todas sus fuerzas hasta que todos la dejaron caer con un gran grito.

      Merk se asomó junto con los otros y vieron la roca caer con un silbido.

      Los troles debajo voltearon hacia arriba, pero fue demasiado tarde. Esta aplastó a un grupo de ellos dejando un gran cráter en la tierra junto a la torre. Merk ayudó a los otros soldados mientras arrojaban rocas por toda la orilla de la torre, matando a cientos de troles y haciendo que el suelo se estremeciera con las explosiones.

      Pero estos siguieron viniendo como una corriente interminable de troles avanzando desde el bosque. Merk vio que se acabaron las rocas; las flechas se acabaron también y los troles no daban señales de disminuir su ataque.

      Merk de repente sintió algo pasar por su oreja y se volteó para ver volar una lanza. Miró hacia abajo sorprendido y vio a los troles levantando lanzas y arrojándolas hacia las almenas. Se quedó impactado; no tenía idea de que tuvieran la fuerza para lanzar tan alto.

      Vesuvius los guiaba levantando una lanza dorada y lanzando directamente hacia arriba, y Merk vio sorprendido cómo esta llegaba hasta la cima de la torre y errando gracias a que él se agachó. Escuchó un gemido y vio como los otros soldados no fueron tan afortunados. Varios de ellos estaban de espaldas atravesados por lanzas y con sangre saliendo de sus bocas.

      Y más preocupante aún fue escuchar un ajetreo proveniente del bosque cuando de este de repente salió rodando un ariete de hierro encima de una carreta con ruedas de madera. La multitud de troles abrió camino mientras Vesuvius guiaba el ariete directo hacia las puertas.

      “¡LANZAS!” gritó Vicor.

      Merk corrió junto con los otros hacia el montón de lanzas sabiendo mientras tomaba una que esta sería su última línea de defensa. Había pensado que guardarían estas hasta que los troles entraran en la torre y que estas les servirían como última línea de defensa; pero al parecer el problema era apremiante. Tomó una, apuntó y la lanzó hacia abajo directo hacia Vesuvius.

      Pero Vesuvius fue más rápido de lo que parecía y la esquivó en el último momento. La lanza de Merk golpeó a otro trol en el muslo haciendo que el avance del ariete disminuyera. Los otros soldados también hicieron caer sus lanzas matando a los soldados que empujaban el ariete y deteniendo su progreso.

      Pero tan pronto como los troles caían, cien más aparecían desde el bosque para reemplazarlos. Pronto el ariete estaba rodando otra vez. Simplemente eran demasiados y todos eran prescindibles. Esta no era la manera en que peleaban los humanos. Esta era una nación de monstruos.

      Merk retrocedió para tomar otra lanza pero se decepcionó al ver que no quedaba ninguna. Al mismo tiempo, el ariete llegó a las puertas de la torre y varios troles ponían tablones de madera sobre los cráteres para formar un puente.

      “¡AVANCEN!” gritaba Vesuvius con una voz profunda y grave.

      El grupo de troles avanzó y empujó el ariete hacia adelante. Un momento después este golpeó contra las puertas con tal fuerza que Merk sintió las vibraciones hasta allá arriba. El temblor corrió a través de sus tobillos haciendo que le lastimara los huesos.

      Entonces se repitió una y otra vez haciendo que la torre se estremeciera, haciendo que él y los otros se tambalearan. Cayó de manos y rodillas encima de un cuerpo, un compañero Observador, sólo para darse cuenta de que ya estaba muerto.

      Merk escuchó un silbido, sintió una oleada de viento y calor, y al ver hacia arriba no pudo comprender de qué se trataba: encimad de él pasaba una roca encendida. Había explosiones todo alrededor mientras las rocas llameantes caían encima de la torre. Merk se agachó y se asomó por la orilla viendo como docenas de catapultas eran disparadas desde abajo apuntando hacia el techo de la torre. A su alrededor los hombres estaban muriendo.

      Otra roca encendida cayó cerca de Merk, matando a dos Observadores con los que Merk ya tenía cierta amistad, y mientras las llamas se extendían, pudo sentir el calor en su espalda. Merk miró a su alrededor y vio que ya casi todos los hombres estaban muertos; entonces supo que ya no había mucho que pudiera hacer más que esperar a morir.

      Merk sabía que era ahora o nunca. Él no caería de esta forma, atrapado en la cima de la torre esperando morir. Caería valientemente, sin miedo, enfrentándose al enemigo cara a cara con una daga en su mano y mataría a tantas criaturas como pudiera.

      Merk gritó fuertemente, alcanzó la cuerda que estaba atada a la torre, y saltó por la orilla. Bajó a toda velocidad dirigiéndose hacia la nación de troles y preparado para enfrentarse a su destino.

      CAPÍTULO CUATRO

      Kyra miraba hacia el cielo sintiendo el mundo moverse sobre ella. Era el cielo más hermoso que ella había visto, de color morado oscuro, con suaves nubes blancas pasando por este, y radiante con la difusa luz solar. Sintió que se movía y escuchó el gentil salpicar del agua a su alrededor. Nunca antes había tenido tal sensación СКАЧАТЬ