Название: Una Forja de Valor
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Зарубежное фэнтези
Серия: Reyes y Hechiceros
isbn: 9781632914781
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Dierdre sintió cómo la arrojaban en un pequeño bote mientras los hombres inmediatamente empezaban a remar por el canal alejándose del mar. El bote giró una y otra vez por los canales dirigiéndose hacia una abertura secreta en el muro. Delante de ellos se distinguió un pequeño arco de piedra, y Dierdre inmediatamente reconoció a dónde iban: el río subterráneo. Era una corriente salvaje del otro lado del muro y esta los llevaría muy lejos de la ciudad. Saldrían a muchas millas de distancia de aquí seguros en el campo.
Todas las chicas se voltearon a verla como preguntándose qué deberían hacer. Dierdre tomó una decisión inmediata. Ella pretendió aceptar el plan para que todas ellas continuaran. Quería que todos escaparan de este lugar.
Dierdre esperó hasta el último momento y, justo antes de que entraran, saltó del bote cayendo en las aguas del canal. Para su sorpresa, Marco la miró y saltó también. Esto dejó a los dos solos flotando en el canal.
“¡Dierdre!” gritaron los hombres de su padre.
Se voltearon para tratar de tomarla, pero fue muy tarde. Lo había hecho en el momento perfecto y ellos ya estaban en las fuertes corrientes que se llevaban el bote.
Dierdre y Marco se dieron la vuelta y nadaron rápidamente hacia un bote abandonado subiéndose a este. Se sentaron escurriendo agua y se miraron el uno al otro, ambos respirando agitadamente.
Dierdre miró hacia atrás hacia el centro de Ur en donde había sido separada de su padre. Se dirigiría a ese lugar, ahí y a ninguna otra parte, incluso si esto significaba su muerte.
CAPÍTULO TRES
Merk estaba en la entrada de la cámara secreta en el piso más alto de la Torre de Ur, con Pult, el traidor, yaciendo muerto a sus pies mientras miraba hacia la resplandeciente luz. Apenas si podía creer lo que miraba por la puerta entreabierta.
Estaba en la cámara sagrada del piso más protegido, la única habitación diseñada para guardar y proteger la Espada de Fuego. La puerta estaba tallada con la insignia de la espada y las paredes de piedra estaban talladas con la misma insignia también. Era este cuarto y sólo este cuarto al que el traidor quería llegar para robar la reliquia más sagrada del reino. Si Merk no lo hubiera atrapado y matado, no podía imaginarse en dónde estaría la espada ahora.
Mientras Merk observaba la habitación con sus lisas paredes de piedra en forma circular, empezó a ver que ahí, en el centro, estaba una plataforma dorada con una antorcha encendida debajo de ella y una base de acero en la parte superior, claramente diseñada para sostener la Espada. Pero mientras observaba, no podía entender lo que vio.
La base estaba vacía.
Parpadeó tratando de entender. ¿Ya había robado la Espada el ladrón? No, el hombre estaba muerto a sus pies. Esto sólo podía significar una cosa.
Esta torre, la sagrada Torre de Ur, era sólo un señuelo. Todo ello, la habitación y la torre, eran un señuelo. La Espada de Fuego no estaba aquí. Nunca había estado aquí.
Pero si no, ¿entonces dónde podría estar?
Merk se quedó de pie horrorizado y sin poder moverse. Pensó en todas las leyendas que conocía sobre la Espada de Fuego. Recordó escuchar acerca de las dos torres, la Torre de Ur en la esquina noroeste del reino, y la Torre de Kos en la sudeste, cada una en extremos opuestos del reino y haciendo contrapeso entre sí. Sabía que sólo una de ellas guardaba la Espada. Pero aun así Merk siempre había asumido que esta torre, la Torre de Ur, era la elegida. Todos en el reino así lo creían; todos hacían sus peregrinajes hacia esta torre y las leyendas siempre parecían señalar a Ur. Después de todo, Ur estaba en el continente y cerca de la capital, cerca de una gran y antigua ciudad; mientras Kos estaba la final del Dedo del Diablo, una ubicación remota sin ningún significado y cerca de nada.
Tenía que estar en Kos.
Merk se quedó impactado y lentamente se dio cuenta: él era el único en el reino que conocía la ubicación correcta de la Espada. Merk no sabía qué secretos o tesoros contenía la Torre de Ur, si es que contenía alguno, pero sabía con certeza que no guardaba la Espada de Fuego. Se sintió decepcionado. Había descubierto lo que se suponía no debía saber: que él y todos los demás soldados aquí estaban protegiendo en vano. Era información que los Observadores no debían conocer; pues esto por supuesto los desmoralizaría. Después de todo, ¿a quién le gustaría proteger una torre vacía?
Ahora que Merk conocía la verdad, sintió un ardiente deseo de huir de este lugar, de dirigirse a Kos para proteger la Espada. Después de todo, ¿por qué se quedaría aquí a cuidar paredes vacías?
Merk era un hombre simple que odiaba los acertijos más que cualquier otra cosa, y todo esto le dio un gran dolor de cabeza, haciendo que aparecieran más preguntas que respuestas. ¿Quién más conocería esto? Merk se preguntaba. ¿Los Observadores? Seguramente algunos de ellos debían saberlo. Si lo sabían, ¿cómo era posible que tuvieran la disciplina para proteger un señuelo todos los días? ¿Era todo esto parte de su trabajo, de su deber sagrado?
Ahora que lo sabía, ¿qué debería hacer? Ciertamente no les podría decir a los otros. Esto les quitaría el ánimo. Tal vez ni siquiera le creerían y pensarían que él había robado la Espada.
¿Y qué es lo que haría con el cuerpo muerto del traidor? Y si este traidor estaba tratando de robar la Espada, ¿había alguien más intentándolo? ¿Había actuado solo? ¿Y cuál era su motivo para tratar de robarla? ¿A dónde la llevaría?
Mientras estaba de pie tratando de descubrirlo todo, de repente se estremeció al escuchar el estruendoso sonido de campanas apenas encima de su cabeza, sonando como si estuvieran en esta misma habitación. Se escuchaban tan urgentes y apremiantes que no podía entender de dónde venían; hasta que se dio cuenta que la campana de la torre, en el techo, estaba apenas encima de él. La habitación se estremeció con el sonido y no pudo pensar claramente. Después de todo, su urgencia daba a entender que estas eran campanadas de guerra.
Una conmoción de repente apareció en todas partes de la torre. Merk pudo escuchar el alboroto distante como si todos estuvieran preparándose. Tenía que saber qué estaba pasando; podría volver a este dilema después.
Merk hizo el cuerpo a un lado, cerró la puerta completamente, y corrió fuera de la habitación. Corrió hacia el pasillo y vio a docenas de soldados apresurándose subiendo las escaleras, todos con espada en mano. Al principio se preguntó si venían por él, pero entonces volteó hacia arriba y vio a más soldados subiendo; entonces se dio cuenta de que iban al techo.
Merk se unió a ellos apurándose por las escaleras, saliendo por el techo en medio del ensordecedor sonido de las campanas. Se apresuró hacia la orilla de la torre y miró hacia afuera quedando impactado por lo que vio. Su corazón se desplomó al ver en la distancia el Mar de los Lamentos cubierto de negro, con un millón de barcos llegando a la ciudad de Ur en la distancia. Pero la flota parecía no dirigirse hacia la Torre de Ur, que estaba a un día de cabalgata al norte de la ciudad, así que no había peligro inmediato. Merk se preguntó por qué sonaban las campanas con tanta urgencia.
Entonces vio a los guerreros voltear hacia la dirección opuesta. Él también se dio la vuelta y lo vio: ahí, saliendo del bosque, estaba una banda de troles. A estos les seguían más troles.
Y después más.
Hubo un gran ajetreo seguido СКАЧАТЬ