Название: Una Promesa de Hermanos
Автор: Морган Райс
Издательство: Lukeman Literary Management Ltd
Жанр: Героическая фантастика
Серия: El Anillo del Hechicero
isbn: 9781632916242
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Solo quedó Gwendolyn, allí de pie, mirándola fijamente, con los ojos poseídos por una mirada que Alistair hubiera deseado no ver nunca.
Alistair parpadeó y se encontró a sí misma en un gran barco en medio de un océano, con las olas rompiendo a su alrededor. Miró a su alrededor y vio que era la única persona en el barco, miró hacia delante y vio otro barco delante de ella. Erec estaba en la proa, de cara a ella y lo acompañaban centenares de soldados de las Islas del Sur. Se desesperó al verlo en otro barco y navegando lejos de ella.
“¡Erec!” exclamó.
Él la miró fijamente, dirigiéndose hacia ella.
“¡Alistair!” gritó él en respuesta. “¡Vuelve conmigo!”
Alistair observó horrorizada cómo los barcos iban mucho más lejos, a la deriva y el barco de Erec era absorbido lejos de ella por las mareas. El barco de él empezó a dar vueltas lentamente sobre sí mismo en el agua y daba vueltas más y más rápido. Erec extendía el brazo hacia ella, Alistair, indefensa, no podía hacer nada sino observar cómo el barco era engullido por un remolino, más y más adentro, hasta que desapareció de la vista.
“¡EREC!” gritó Alistair.
Entonces otro lamento se unió al suyo y Alistair miró hacia abajo y vio que estaba sujetando a un bebé, el hijo de Erec. Era un niño y su lloro se elevaba hasta el cielo, ahogando el ruido del viento y de la lluvia y el griterío de los hombres.
Alistair despertó chillando. Se incorporó y miró a su alrededor, preguntándose dónde estaba, qué había pasado. Respiraba con dificultad, poco a poco se serenó, tardó unos instantes en darse cuenta de que solo era un sueño.
Se puso de pie y miró hacia abajo a las tarimas chirriantes de la cubierta y se dio cuenta de que todavía estaba en el barco. Todo le vino como una riada: su partida de las Islas del Sur, su misión para liberar a Gwendolyn.
“¿Mi señora?” dijo una voz suave.
Alistair echó un vistazo y vio a Erec de pie a su lado, mirándola preocupado. Ella se sintió aliviada al verlo.
“¿Otra pesadilla?” preguntó él.
Ella asintió, apartando la vista, cohibida.
“Los sueños son más reales en el mar”, dijo otra voz.
Alistair se dio la vuelta y vio al hermano de Erec, Strom, por allí cerca. Miró más lejos y vio a centenares de habitantes de las Islas del Sur a bordo del barco y le vino todo a la memoria. Recordó su partida, dejando atrás a una afligida Dauphine, que se quedaba a cargo de las Islas del Sur junto a su madre. Desde que recibieron aquel mensaje, todos ellos sintieron que no les quedaba otra elección que partir hacia el Imperio, en busca de Gwendolyn y todos los demás habitantes del Anillo, se sentían obligados a salvarlos. Sabían que sería una misión imposible, sin embargo a ninguno de ellos les importaba. Era su deber.
Alistair se frotaba los ojos e intentaba borrar las pesadillas de su mente. No sabía cuántos días habían pasado ya en este mar interminable y mientras lo observaba ahora, estudiando el horizonte, no podía ver mucho. Todo estaba oculto por la niebla.
“La niebla nos ha seguido desde las Islas del Sur”, dijo Erec, siguiendo su mirada.
“Esperemos que no sea un augurio”, añadió Strom.
Alistair se masajeó suavemente la barriga, para asegurarse de que estaba bien, de que su bebé estaba bien. Su sueño había sido muy real. Lo hizo rápido y discretamente, no quería que Erec lo supiera. Todavía no se lo había contado. Una parte de ella quería hacerlo, pero otra parte de ella quería esperar al momento perfecto, cuando fuera adecuado.
Tomó a Erec de la mano, aliviada al ver que estaba vivo.
“Estoy contenta de que estés bien”, dijo ella.
Él le sonrió, la acercó hacia él y la besó.
“¿Y por qué no debería estarlo?” preguntó él. “Tus sueños son solo fantasías de la noche. Por cada pesadilla, existe también un hombre que está a salvo. Yo estoy seguro aquí, contigo y con mi fiel hermano y mis hombres, tanto como jamás pueda esperar estarlo”.
“Al menos hasta que lleguemos al Imperio”, añadió Strom con una sonrisa. “Entonces estaremos todo lo a salvo que se puede estar con una pequeña flota contra diez mil barcos”.
Strom sonreía mientras hablaba, parecía que se deleitara en que llegara la lucha.
Erec se encogió de hombros, serio.
“Con los Dioses detrás de nuestra causa”, dijo, “no podemos perder. Sean cuales sean las probabilidades”.
Alistair se echó hacia atrás y frunció el ceño, intentando ver el sentido de todo aquello.
“Vi cómo tú y tu barco erais engullidos hacia el fondo del mar. Te vi a bordo de él”, dijo ella. Quería añadir algo más acerca del bebé, pero se contuvo.
“Los sueños no siempre son lo que aparentan ser”, dijo él. Aunque en lo profundo de sus ojos, ella vio un destello de preocupación. Él sabía que ella veía cosas y respetaba sus visiones.
Alistair respiró profundamente, miró hacia abajo al agua y supo que él tenía razón. Todos ellos estaban aquí, vivos después de todo. Sin embargo, había parecido muy real.
Mientras estaba allí, Alistair volvió a sentir la tentación de acercar la mano hacia su barriga, de acariciarse la barriga, para tranquilizarse a ella misma y al niño que crecía en su interior. Sin embargo, con Erec y Strom allí, no quería que se decubriera.
Un cuerno bajo y suave sonó en el aire, sonando intermitentemente cada pocos segundos, alertando a los otros barcos de su flota de la presencia de la niebla.
“Aquel cuerno podría delatarnos”, le dijo Strom a Erec.
“¿Ante quién?” preguntó Erec.
“No sabemos qué nos acecha tras la niebla”, dijo Strom.
Erec negó con la cabeza.
“Quizás”, respondió. “Pero el mayor peligro por ahora no es el enemigo, sino nosotros mismos. Si chocamos entre nosotros, podemos hundir la flota entera. Debemos hacer sonar los cuernos hasta que la niebla se levante. Toda nuestra flota entera podemos comunicarnos de esta manera y, igual de importante, no alejarnos mucho los unos de los otros”. En la niebla, el cuerno de otro de los barcos de la flota de Erec resonó, confirmando su posición.
Alistair miraba hacia la niebla y reflexionaba. Sabía que les quedaba mucho por recorrer, que estaban en la otra parte del mundo respecto al Imperio y se preguntaba cómo llegarían alguna vez a tiempo hasta Gwendolyn y su hermano. Se preguntaba cuánto tiempo habían tardado los halcones con el mensaje y se preguntaban si todavía estaban vivos. Se preguntaba qué había sucedido con su querido Anillo. Qué manera tan horrible de morir para todos ellos, pensó, en una orilla extranjera, lejos de su tierra.
“El Imperio está al otro lado del mundo, mi señor”, le dijo Alistair a Erec. СКАЧАТЬ