Название: Un Helado Para Henry
Автор: Emanuele Cerquiglini
Издательство: Tektime S.r.l.s.
Жанр: Зарубежные детективы
isbn: 9788885356344
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Cuando pusieron la previsión meteorológica, Jim ya habÃa devorado su comida. SerÃa un dÃa casi veraniego y eso le ponÃa de buen humor. Se levantó de la mesa y llevó el plato al fregadero. Desde que se quedó viudo, habÃa aprendido que era mejor lavar los platos enseguida para luego no encontrarse con un montón de platos sucios y malolientes.
El reloj de la cocina marcaba las siete y veinte y en unos minutos debÃa despertar a Henry y llevarlo al colegio. De la nevera cogió un cartón de leche y de la despensa los cereales preferidos de su hijo. Preparó la mesa intentando darle ese aspecto agradable que su mujer Bet siempre lograba, cuando todavÃa vivÃa.
Criar a un hijo solo no habÃa sido fácil para Jim, pero después de la muerte de su mujer no habÃa querido tener relaciones serias. HabÃa disfrutado de alguna aventura nocturna con alguna chica durante la larga noche del sábado pasado en el âRoad to Hellâ, donde Jim siempre tenÃa una consumición gratis por haber reparado la vieja â883â del propietario, después de haberse convertido en una lata por un conductor borracho, que para salir del aparcamiento del local la habÃa aplastado contra una pared cuando daba marcha atrás.
Cualquier otro la habrÃa tirado y habrÃa esperado el dinero del seguro para comprarla de nuevo, pero para Steve Collins aquella moto era el único recuerdo que tenÃa de su padre, quien se la regaló cuando Steve no tenÃa todavÃa la edad para conducirla, como incentivo para que se esforzase más en los estudios en la época de la Universidad.
El sábado Jim dejaba a su hijo en casa de Jasmine, su hermana mayor, que, a pesar de sus problemas de salud que la perseguÃan desde hace años, siempre habÃa intentado ser una madre para Henry.
Antes de despertar a su hijo, Jim entró en el baño y se miró en el espejo tocándose la barba, que desde hace un par de dÃas le daba a su tenso rostro un aire más viejo y duro. Se quitó los tirantes del mono, se lo bajó hasta las rodillas y se sentó en el váter. Antes de liberarse, le vino a la mente Shelley, la última chica de unos veinte años que se habÃa llevado a casa cuando volvÃa del âRoad to Hellâ.
Se masturbó rápidamente. Se habÃa convertido en un profesional de la organización para atender todas las tareas domésticas, y si habÃa algo a lo que nunca renunciarÃa era a su paja mañanera.
âShelley, Shelleyâ¦Nos tenemos que ver de nuevo.â Pensó Jim mientras cogÃa un trozo de papel higiénico para limpiarse. «¡Eh chavalÃn, hora de despertarse!» gritó desde abajo Jim mientras volvÃa a la cocina.
«¡El desayuno está preparado y te está esperando!».
El pequeño Henry bajó unos minutos más tarde, con la cara arrugada por el sueño y con su habitual sonrisa.
«¡Vas a coger un resfriado si sigues yendo por casa sin camiseta!». Le regaño Jim mientras mezclaba los cereales con la leche como le gustaba a Henry.
«Hoy hace calor papá, no tengo frÃoâ¦Â»
«SÃ, chavalÃn, la previsión dice que hoy llegaremos a casi veinticinco grados, si sigue asÃ, el próximo domingo nos vamos al lago o a la playa. ¿Qué prefieres?»
«¡Playa!» respondió Henry mientras se metÃa en la boca la primera cucharada de ese potaje de cereales con leche.
«Acuérdate de que tienes que ir a casa de la tÃa Jasmine después del colegio.» Le dijo Jim a Henry con un tono serio.
«SÃ, papá. Ayer por la noche preparé la mochila. He metido todo dentro.»
«Bien. Lo siento por no poder ir a recogerte y que tengas que cargar con esa mochila tan pesada, pero los Howard necesitan su coche a la hora de comer y antes tengo que darle un repaso al jeep de Ted.» Dijo el hombre con la intención de justificarse.
«Ya soy lo bastante mayor para arreglármelas solo» respondió Henry con un tono que dejaba entrever cierto orgullo.
«Si todavÃa no has hecho los exámenes, hijo; ya tendrás tiempo de hacerte mayorâ¦Â»
«Tengo los exámenes dentro de un mes, ¡asà que ya no tienes que considerarme un niño!»
«Entonces hablaremos después de los exámenes; hay tiempo para crecer, Henry. Disfruta de tus diez años porque después todo se complicaâ¦Â» respondió el padre sin esconder ninguna amargura.
«No puede ser más complicado que los deberes de matemáticas que me esperan hoy. Odio a la profesora Anderson y a su cara de truchaâ¦Â» respondió Henry con un tono divertido.
«Las matemáticas nunca han sido mi fuerte, pero te conviene aprenderlas bienâ¦Â¡al menos hasta que no puedas permitirte usar una calculadora! Ahora termina de comer» dijo riendo Jim, antes de volver a ponerse frente a la televisión.
âCAPÃTULO 2
Tan puntual como siempre, Jim dejó a su hijo en la entrada del colegio y esperó un poco para ver a esa multitud de niños entre cinco y once años entrar dentro del gran edificio escolar riendo, hablando y gritando, y que, entre todos, emitÃan un zumbido delicado y alegre que sabÃa a vida. Le gustaba aquel eco, le recordaba a su infancia y, sobre todo, le ponÃa de buen humor. Y ahà estaba Jim Lewis, como hipnotizado; escondido entre los demás padres para observar a las mamás de los otros niños hablar entre ellas e imaginaba que entre ellas se encontraba su mujer; imaginaba lo bonito que serÃa estar allà en compañÃa de su mujer Bet e intercambiar dos palabras con los otros padres antes de ir al trabajo.
Esa era una de las tantas experiencias que la vida, después de la prematura muerte de la mujer, le habÃa negado por culpa de un destino burlón. Un destino que Jim, a pesar de todos estos años, no habÃa aceptado del todo.
âCAPÃTULO 3
A las nueve y media de la mañana, el sol que filtraba por el estor de la oficina era ya un fastidio para Jim, que en cuanto a la producción de sudor no le ganaba nadie.
El Mercedes de Los Howard era una pieza poco usual de anticuario: un 300 SL del 1954 con puertas de ala de gaviota. Jim habÃa tenido que esperar meses antes de encontrar el tubo de escape original que tenÃa que sustituir, además de tener que resolver algunos problemas mecánicos secundarios. TenÃa en el taller un coche que valÃa más de cuatro millones de dólares y ese trabajo СКАЧАТЬ