El Inductor. Ruthy Garcia
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Название: El Inductor

Автор: Ruthy Garcia

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежные детективы

Серия:

isbn: 9788873046790

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СКАЧАТЬ TIEMPO ATRÁS

      DEPARTAMENTO DE YARO E ISMAT EN NUEVA YORK

      Yeri intentaba reparar su corazón del dolor que sentía cuando acomodaba la ropa de Ismat en los cajones. Aunque llevaba horas llorando, su sed de llanto no estaba saciada.

      Es cuando encuentra la tablet del chico y la intenta encender, pero está sin batería. Toma el cargador y le pone a tomar carga.

      En la gaveta de arriba de aquel buro color caoba también se topa con fotos de Ismat con una chica, de unos no más de diecisiete años, tatuada en el brazo y con pinta de no dormir. Ambos se veían sonrientes, pero sus copas en las manos decían que habían tomado mucho.

      Mirando la foto fijamente se transporta al momento en que se despide de Ismat hacía ya mucho tiempo. Es cuando se asusta con una voz que la sorprende.

      â€”¿Husmeando?

      â€”¡Por Dios, Munga, casi me matas del susto!

      â€”Estaba harta de esperar. La mesera de la cafetería de la esquina me miraba sospechosa. Tal vez pensó que no pagaría la cuenta. Cielos, llevaba casi tres horas con ese café.

      â€”Tal vez te confundió con algún terrorista o algo así.

      â€”¡Ja, ja, ja! No lo creo. Si no te detuvieron a ti en el aeropuerto, menos lo harían conmigo.

      Se miran, sonríen, intentaban llevar una vida normal, pero era imposible. La muerte reciente de dos seres tan amados era insuperable.

      Munga se avalancha a Yeri, le abraza y empiezan a llorar.

      â€”¿No es injusto este mundo al llevarse dos hijos de dos madres que solo esperaban amarlos hasta el resto de sus vidas? Estoy destrozada. —Munga llora sobre el hombro de Yeri y viceversa.

      â€”Los tuviste contigo, por lo menos tienes ese consuelo. Viviste muchos días felices a su lado; yo, en cambio, me perdí la mejor parte.

      Munga se separa y seca las lágrimas de Yeri, tomando la foto de las manos de ella.

      â€”Era su mejor amiga, Pons. Iban a todos lados juntos, se pasaban horas hablando por chat. Un día me confesó que la chica le gustaba, pero que tenía miedo, no quería que ella lo rechazase, así que siempre fueron amigos.

      â€”A no ser por el trasnoche de la foto y la ropa que lleva, luce hermosa.

      â€”¡Vaya que es hermosa! Esa foto fue la noche en que Pons celebraba que iría a París. Entraría en una escuela de Danza. Es una bailarina excelente. La foto debe tener un tiempo ya. Si quieres ver a la verdadera Pons, entra a las redes sociales: es una de las jóvenes talento del baile urbano más aclamada por los jóvenes en la web.

      â€”¡Vaya! Me alegra por ella.

      â€”Cuando supo lo de Ismat y Yaro, llamó desde París. Me dijo que lo lamentaba demasiado, lloraba mucho.

      â€”Espero que mi hijo haya vivido momentos felices en su amistad con ella, eso me da cierta satisfacción.

      â€”Eso dalo por hecho, Yeri. Salían todo el tiempo y disfrutaba. En ese tiempo Ismat era un joven sano.

      â€”¿Qué me dices de sus ojeras?

      â€”Es normal, Yeri. Se divertían, todos los jóvenes lo hacen.

      â€”¿Con alcohol? No, Munga, eso no es diversión para un joven, no lo es.

      Yeri se marchó de la habitación tirando la fotografía a la cama. Munga la toma y le persigue.

      â€”¿Esa es la mujer que dice que amaba a Ismat, la que atravesó el mundo para llegar aquí y cuidar de él? No lo creo.

      Yeri se detiene, da la vuelta y le grita a su suegra:

      â€”¿Y usted? ¡Pero si es la mujer que separa a una familia para lograr sus bajas intenciones de tener a su lado a su malcriado y déspota hijo! Ese monstruo lo crió usted, es la responsable. Usted vino aquí con sus sueños de tener una nacionalidad norteamericana, abandonó sus raíces, y luego arrastró a mi Yaro y a mi amado Ismat a esta locura que acabó mal. Lo sabe, acabó mal. —Su voz es fuerte, tiene el rostro exaltado.

      â€”Yeri, yo... —La mujer intentó defenderse.

      â€”Ninguna justificación sobre esta tierra me devolverá a mi familia. Usted cavó la tumba de ellos. Debió dejarnos en paz en Kenia.

      â€”Solo traté de darle una vida mejor.

      â€”¿A eso le llama una vida mejor? Por favor, ya cállese.

      â€”Me matas, Yeri, tus verdades me matan.

      En ese momento Yeri ve las lágrimas de Munga. Se empieza a sentir mal, pero no dice nada, solo calla. El dolor es profundo.

      Luego de esto Munga se marchó. Yeri insistió en quedarse. Cerró toda la casa y se sumió en la autotortura de recorrer todos los recuerdos de sus seres amados a través de sus cosas. Imaginaba a ambos en la cocina, desayunando, viendo televisión, duchándose, llevando una vida normal. Era frustrante, pero necesitaba eso. Al paso de unas horas cayó en un profundo sueño. El mueble fue su cama, es cuando tiene pesadillas.

      En aquellos sueños juega de la mano con su hijo y su esposo en aquel parque. Se divierten en una feria, pero el cielo empieza a ponerse oscuro. Unas manos negras que salen de la tierra jalan a Ismat y esta grita: «¡Mamá!», pero inevitablemente es arrastrado por aquel misterio. Despierta sudada. Se sienta y mira su reloj: son las tres de la mañana.

      Recuerda vagamente que la tablet debe estar cargada, así que va a por ella y la enciende.

      Para su sorpresa no estaba bloqueada, así que empezaron a entrar todos los mensajes de Ismat.

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      Muchos mensajes de amigos. Su muro de Facebook estaba plagado de condolencias por su partida, es motivo de más llanto.

      Hay varias burbujas de chat: una decía «Pons», las demás no las reconoció. Entró a la de la chica y empezó a leer, quedando sorprendida. En aquellas conversaciones descubrió que los jóvenes se habían enamorado cuando Pons se marchó a París a estudiar Danza. Se confiesan amor y mantuvieron una hermosa relación mediante conversaciones de chat. Ismat le dedicaba canciones preciosas, ella danzaba para él. Las últimas conversaciones en cambio tenían una mezcla de incierto amargo: los reclamos de ella por el descuido del joven. A veces duraba muchos días para conectarse.

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