Sangre Pirata. Eugenio Pochini
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Название: Sangre Pirata

Автор: Eugenio Pochini

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежное фэнтези

Серия:

isbn: 9788873046837

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СКАЧАТЬ al contrario, estaba ligeramente más distante.

      «Los vamos a rodear» contestó. «Barbanegra nos ha dado una gran ventaja alejando a los prisioneros. Al menos no estarán molestando al momento de enfrentarnos.» Volvió a estudiar la situación. Casi en el centro de la plaza, las guardias estaban todavía de rodillas, bajo el control de los piratas. «Por lo que tiene que ver los soldados, juraron de morir por la patria. Entonces no es nuestro problema. Divídanse en tres grupos y den la vuelta a las casas. Yo me quedaré aquí.»

      Su observación fue muy fría, sin posibilidad de réplica.

      O’Hara parecía no estar de acuerdo. «Es muy riesgoso que te quedes solo. Sería mejor si yo me quedara contigo.»

      El corsario lo miró pensativo por un momento. «Preferiría que tu alcanzaras la calle aislada. Es una excelente vía de escape. Si llegaran a escaparse podríamos alcanzarlos con facilidad.»

      Un renovado grito de terror los distrajo de sus discursos. Rogers tuvo el tiempo de ver a su tripulación alejarse en tres direcciones diferentes. Luego volvió a mirar la escena: Teach había regresado con Mckenzie y tenía la cabeza del sacerdote entre sus manos. Quién sabe por qué estaba convencido de que podía aplastarla como si fuera una uva. Un pensamiento gracioso, realidad que lo llenó de un terror inaudito.

      «¿Que quiere de mí?» El sacerdote estaba mirando su verdugo con los ojos muy grandes sin poder creer lo que le estaba pasando.

      «Quiero hacer un juego» contestó Teach. La sombra de una sonrisa surgió en sus labios.

      «No entiendo.»

      «Déjeme explicárselo.» El pirata soltó la cabeza del sacerdote y empezó a caminar tranquilamente, reduciendo el espacio entre el religioso y el grupo de los soldados. «Estaba hablando en serio cuando dije que estaba seguro que Wynne no le había contado nada.»

      Mckenzie pareció ponerse más tranquilo.

      «Pero creo que usted pueda ser muy útil como quiera» comentó. «Usted lo confesó y lo absolvió. Entonces, seguramente, sabe dónde fue enterrado.»

      La solicitud de Barbanegra catapultó a Rogers en un estado de profundo asombro. Su llegada a Port Royal estaba relacionada con la ejecución del francés. Sobre esto, no había duda. Si era el mapa que estaba buscando, ciertamente no lo iba a encontrar sobre un cadáver. Se preguntó para qué le podía servir esa información. Con movimientos lentos y cuidadosos se deslizó detrás de un barril. Hacerse descubrir quería decir ser condenado a muerte. Apoyó la espalda contra los listones y prestó más atención.

      «Adelante, padre» le insistió otra vez Teach. «Aunque la noche es muy larga, no tengo tiempo para controlar cada tumba.»

      Mckenzie desvió la mirada, y esto fue suficiente para que el pirata estallara en una risa ruidosa.

      «Está bien» dijo. «Mientras que usted piensa, yo les explicaré las reglas de este juego.» Ordenó a la tripulación de cerrarse alrededor de los soldados. Luego agregó: «De hecho, las reglas son bastante simples. Tienes tres minutos de tiempo, a partir de ahora.» Sacó un reloj de bolsillo y lo miró con avidez. «Si me dirá dónde está enterrado Wynne, mis hombres les dispararán a los soldados. De lo contrario, yo le dispararé a usted. ¿Qué elije hacer? ¿Salvar las vidas de estas personas, sacrificando la suya? O…»

      «Usted es un monstruo» el sacerdote, llorando tuvo el valor de interrumpirlo.

      «Más que nada podemos decir que soy un hombre práctico» contestó él. «Y como quiera, tiene solamente dos minutos a su disposición.»

      Los guardias comenzaron a gritar en contra de Mckenzie, argumentando que tenía la obligación de salvar sus vidas. El cura estaba llorando, y se veía muy pequeño en su traje oscuro. Parecía una cucaracha a punto de ser aplastada. Sobre todos dominaba la imponente figura de Barbanegra.

      «Un minuto» declaró el pirata.

      “¿Dónde están?” Rogers empezó a morderse los labios. La tensión lo estaba matando. Por un momento incluso pensó de intervenir directamente él mismo.

      «El tiempo se está acabando» avisó Teach.

      Otra vez, el pánico.

      Un soldado intentó escapar. Logró moverse unos pasos, pero fue alcanzado por la parte trasera de un mosquete. Se derrumbó en el piso. De nada sirvieron sus suplicas. Alguien le disparó. El ruido fue extrañamente ensordecedor y el desgraciado se quedó inmóvil en un enorme charco de sangre que se alargaba debajo de él.

      «Quedan treinta segundos, padre» confirmó Barbanegra y comenzó a contar hacia atrás, pronunciando cada número solamente, para aumentar la tensión que ya impregnaba la situación.

      «¡Hay un túmulo de piedras!» confesó Mckenzie, de repente. «Allí está enterrado, enseguida de la capilla.» Indicó temblando, el fondo de un callejón. «El cementerio se encuentra por allá.»

      El público se quedó en silencio. Incluso Rogers contuvo el aliento. Solo Teach había cambiado su expresión: las mechas atadas a su tricornio se estaban apagando, reduciendo la niebla. En su rostro se podía notar una mirada famélica.

      «Muy bien» comentó y empezó a mirar a los hombres de su tripulación. La orden fue llevada a cabo sin necesidad de agregar nada más.

      Una lluvia de balas centró a los soldados, acribillándolos como si fueran palmeras bajo la rabia de una tormenta violenta. El aire se impregnó con el aroma intenso de la pólvora, un olor penetrante y muy agudo que contrastaba completamente con el perfume húmedo de la lluvia.

      «Por lo que tiene que ver con usted» continuó diciendo Barbanegra, moviendo su dedo con un gesto pedante, «No se olvide que yo siempre cumplo mis promesas. El único problema es que usted prefirió sacrificar la vida de otras personas, nada más para salvar la suya. Y usted sabe muy bien cuánto odio a los cobardes.»

      Mckenzie se encontró con la pistola del pirata a pocos centímetros de su cara. Empezó a temblar moviendo la boca como si fuera un pescado.

      «Que tenga un excelente viaje» sentenció Edward Teach y oprimió el gatillo.

      El cráneo del religioso explotó como un frasco de arcilla, cientos de fragmentos rodaron en el aire desde el involucro que antes había sido su cabeza. Se envolvió sobre sí mismo, todavía mirando a Barbanegra con una expresión llena de incredulidad.

      «En serio eres un hombre con un gran sentido del honor, mi capitán.»

      El comentario sarcástico surgió de repente desde un desconocido, escondido en la penumbra que dominaba un espacio entre dos casas. Los piratas se movieron rápidamente, sacando las armas. Incluso Rogers se quedó sorprendido: esa voz cristalina lo había tomado totalmente desprevenido.

      «¡Hardraker!» exclamó Barbanegra. «¡Caramba! Regresaste del mundo de los muertos.»

      Al momento de escuchar su nombre, el hombre apareció bajo la luz de un poste que estaba allí cerca. Estaba sonriendo El resplandor dorado de un par de dientes brilló a través de sus labios estrechos.

      «No ha sido sencillo salir de Fort Charles» comenzó a explicar. Movió los brazos de arriba hasta abajo, enfatizando sus condiciones físicas. Un corte vertical cruzaba la manga СКАЧАТЬ