Название: El ángel caído
Автор: Massimo Centini
Издательство: Parkstone International Publishing
Жанр: Философия
isbn: 978-84-315-5437-8
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Generalmente eran recopilaciones de encantamientos, completadas con dibujos, cuya lectura tenía la función de favorecer el viaje hacia el más allá. Leía el texto un sacerdote siguiendo un procedimiento ritual muy preciso, cuyo objetivo era garantizar al difunto la «libertad de movimientos» en el mundo de los muertos y ayudarlo a procurarle «lo que era útil» en su casa eterna.
A diferencia de lo que se suele creer, estos textos no eran una especie de libro sagrado de los egipcios, como puedan ser la Biblia, el Corán o el Veda, con los que el único punto de contacto estaba constituido por la afirmación común de la inspiración divina. De hecho, el Libro para salir a la luz del día, introducido por un capítulo sobre «fórmulas para pronunciar el día del funeral, al llegar a la tumba y antes de marcharse», es una larga recopilación de prácticas e indicaciones, que en conjunto constituyen un importante testimonio para conocer el ilimitado universo mítico, antes del religioso, en la cultura de los antiguos egipcios. En el capítulo XXXI del Libro de los muertos aparece la siguiente fórmula de exorcismo:
Ra te hace volver atrás, tú que eres odioso. Él golpea tu cabeza, afea tu rostro, divide tu cabeza en dos partes y la rompe sobre tu tierra, fracasa tus huesos, descuartiza tus miembros.
Tú, Apofis, enemigo de Ra, has estado condenado por el dios Aker. ¡Retrocede, demonio, ante las flechas de su luz! Ra ha desafiado tus palabras, los dioses han girado hacia atrás tu rostro, el lince te ha desgarrado el pecho, el escorpión te ha encadenado, Maat ha decretado su destrucción. Los dioses del Sur y del Norte, de Occidente y de Oriente han puesto su cadena en él y lo han encadenado.
Ra, el enemigo del demonio serpiente Apofis, era la expresión divina del Sol y se representaba con rasgos humanos, pero con cabeza de rapaz, sobre la cual se elevaba un disco solar rodeado por una serpiente con la cabeza erguida, en actitud de estar dispuesta a abalanzarse sobre el adversario.
En la misma línea de la definición que lo caracterizaba, «aquel que está en su disco», a Ra también se le representaba sentado sobre el disco solar colocado en un barco que viajaba por el «océano del cielo». El sol Ra navegaba con dos barcas. La primera era Maandjet, la barca del día, que era generada por Nut por la mañana, en el horizonte oriental, y luego engullida por la boca de la diosa de la noche. Entonces, empezaba a través del largo cuerpo de Nut el viaje de Ra a bordo de la segunda barca, la nocturna, Masaktet.
Una tradición que consideraba al Sol y a la Luna hijos de Ra.
A partir de la IV y especialmente de la V dinastía, el culto de Ra se vinculó a la figura del faraón, llamado a partir del rey Kefrén «hijo de Ra», unión solar que los soberanos de Egipto conservaron en sus títulos hasta el final de la civilización del Nilo.
En honor de esta divinidad se realizaron muchos monumentos, que tuvieron como particularidad, a diferencia de otros templos, un obelisco cerca del altar, quizá símbolo del rayo solar. La capital de este culto era Heliópolis. En general, todos los hechos que se relacionaban con la figura de Ra tenían una referencia precisa al tema del viaje del sol en el cielo, visto alegóricamente como el viaje de la vida.
Bes, el dios egipcio de la danza, una figura ambigua y en ciertos aspectos demoniaca, se representaba con el aspecto de un enano, y estaba considerado una divinidad aparentemente de importancia menor. Es probable que su aspecto guarde alguna relación con los pigmeos, como sugiere el hecho de que hacia el 2500 a. de C. un tal Herehuf anunció al faraón Neferkere Pepi II que le había traído del «País de los árboles» – en alusión a la selva virgen africana— un enano danzarín divino. Sufría grandes deformidades físicas, y, además, era burlón, llevaba plumas y se cubría con una piel de león. Su función era proteger a los hombres de las influencias malignas.
A veces aparecía representado en objetos de uso común, y también en monumentos y templos. Parece ser que sólo con su aspecto tenía el poder de alejar a los demonios. También lo evocaban las parteras para que las protegiera durante el trabajo del parto.
Como Bes no fue una divinidad mayor, nos faltan indicaciones teológicas específicas de él. Ciertamente, se convirtió en una fuerte presencia y tuvo un gran ascendente entre la población, que a menudo lo utilizaba como guardián de las viviendas.
Se le atribuyeron virtudes mágicas, y su culto se difundió en la época baja, convirtiéndose en presa fácil de hibridaciones con otras divinidades y figuras externas. Tuvo un reconocimiento discreto en la religión romana.
Bes, debido a sus representaciones con doble frente, se relacionó con el lugar de paso, y se convirtió en un «guardián del umbral», tal como se deduce de muchos documentos arqueológicos. La representación con doble frente puede ser entendida como una representación de la tutela mágica ejercida por esta divinidad. De hecho, quien llevaba un amuleto con la representación del dios sabía que estaba protegido de las entidades malignas que le pudieran llegar desde cualquier parte.
A Bes también se le relaciona con el hermafrodita divino que, según la interpretación esotérica, constituiría la última evolución de las parejas de divinidades antes de la llegada de los cultos supremos al dios masculino.
Celtas
Observando el aspecto del diablo (cuernos y rasgos de animal), los historiadores han puesto de relieve muchas similitudes entre Satanás y algunas figuras del panteón pagano, como el dios céltico Cernunnus.
Del siglo IV al XII, el cristianismo se encontró con las religiones del norte de Europa, parecidas a las mediterráneas, en cuanto al politeísmo y al monoteísmo, pero portadoras de elementos nuevos y con peculiaridades propias. De la religión celta venía, por ejemplo, Cernunnus, con cuernos de ciervo, señor de la fertilidad, de la caza y de los infiernos. Con un cierto parecido al dios grecorromano Pan, Cernunnus, precisamente igual que Pan, fue asimilado con el Diablo[7].
En la religión celta, Cernunnus, el dios corniforme (cernu significa «cuerno»), tenía un cargo fundamental: era el señor de todos los seres vivos, se le consideraba dios de la fertilidad y generalmente se le representaba sentado y con las piernas cruzadas.
Cernunnus llevaba en la mano derecha un torques (collar con adornos, a menudo dorado o plateado) y en la izquierda una serpiente con cabeza de chivo. El modelo del ser corniforme estuvo muy vivo en la ritualidad norte de Europa y su difusión está confirmada por una serie de testimonios, muy presentes en la simbología mágico-religiosa de las gentes a las que los romanos llamaban galos.
Cernunnus, dios céltico asociado al diablo por los rasgos de animal y los cuernos
Cernunnus, de quien se han hallado representaciones en el norte de Italia, Rumanía, Alemania, España y Francia, era considerado el Dispater del cual, según la interpretación realizada por Julio César, «todos los galos creen descender, según una tradición preservada por los druidas».
En el famoso obelisco de Reims, está acompañado por Apolo y Mercurio, otras dos divinidades nombradas por César, pero la posición de Cernunnus es la dominante. En algunas representaciones esta divinidad tiene una bolsa con monedas.
Si bien no se conocen los aspectos rituales del culto dedicado a Cernunnus, en la documentación arqueológica sobre esta divinidad no faltan testimonios rupestres de antigüedad significativa.
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RUSSEL, J. B.,