Название: ¿A qué huele en tu habitación? ¿Su hijo adolescente fuma hachís?
Автор: Daniel Marcelli
Издательство: Parkstone International Publishing
Жанр: Воспитание детей
Серия: Así es la vida
isbn: 978-1-68325-066-1
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Al tiempo que su cuerpo se transforma y su perímetro social se amplía, el adolescente se descubre capacidades inéditas: iniciativa, seducción, fuerza… Como es natural, intenta averiguar hasta dónde puede llegar. Un adolescente que no se atreve a doblar la esquina y que permanece en caminos trillados se adentra ya en una vía estrecha. El niño se ha conformado con el universo ofrecido por sus padres, pero el adolescente debe salir a descubrir el mundo. Cuando se les pregunta por sus motivaciones, con ocasión de diversas encuestas públicas de salud, los adolescentes responden: «Lo hago para ver de qué va» o «para tener una experiencia». Y ese deseo de ver que, en principio, atestigua una buena salud mental les lleva, como es lógico, a mirar más allá de los límites. Esta curiosidad asociada con la emoción del peligro, una sensación nueva, es uno de los principales resortes de la transgresión durante la adolescencia.
En su conquista de diversiones, ideas y sensaciones, el adolescente prueba de paso lo que está o no autorizado a hacer: alcohol, cigarrillos, hachís… Todo lo que la sociedad prohíbe a los niños y reserva a los adultos le atrae de modo particular, a él, que se sitúa entre ambas categorías.
♦ Transgresión valorada
A los jóvenes se les ofrecen diversas vías de transgresión: el absentismo escolar, el robo en el supermercado, los riesgos físicos, el sexo… Pero la mayoría de los adolescentes no son idiotas y evitan perjudicarse de modo demasiado grave.
Así, el hecho de ser expulsados del instituto, acabar en comisaría o hacerse daño no les atrae mucho. ¿Y el sexo? En realidad, hoy en día ya no es ninguna transgresión… En cambio, el cannabis – y el alcohol— les ofrece perspectivas más interesantes. Estas sustancias no son demasiado peligrosas, al menos eso creen ellos, pero resultan lo bastante inquietantes para que los adolescentes, convencidos de controlar su consumo, puedan obtener una sensación de poder.
Muchos padres satanizan el cannabis en exceso. Su discurso deja traslucir tanta ansiedad que el adolescente no resiste el deseo de dar cuerpo a sus temores.
Además, los padres que confunden cannabis y heroína indican, de forma indirecta, que son de los que pasaron del canuto, aunque tuvieron veinte años en los ochenta. Qué tentador resulta entonces probar un producto que tu propio padre nunca ha tocado y obtener así un innegable sentimiento de superioridad…
♦ ¿Y después?
Tras las primeras pruebas «para ver», la mayoría de los adolescentes se conforman con una sensación borrosa y una pequeña satisfacción personal («¡Lo he hecho»!) que les basta. Un buen número de ellos se quedan ahí y abandonan sus experiencias de fumeta en pocos meses.
De todas formas, esos pocos meses son un periodo de riesgo y los padres deben mantenerse atentos. En ese momento, todo lo que estimula la necesidad de transgresión y las ganas de fumar puede empujar al joven a aumentar poco a poco su consumo: una hipersensibilidad a los discursos ambiguos sobre el hachís, un agravamiento del malestar propio de esa edad, problemas personales… Entre estos, cabe citar las tensiones familiares, las dificultades escolares y la muerte de parientes o amigos, sin olvidar tampoco las respuestas inadecuadas de los padres cuando descubren que el adolescente ha consumido cannabis: represión excesiva o, al contrario, complicidad pasiva que le hace pensar que no se interesan por él.
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