Название: Doce hábitos para un matrimonio saludable
Автор: Richard P. Fitzgibbons
Издательство: Bookwire
Серия: Claves
isbn: 9788432153198
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El egoísmo y sus manifestaciones
Si el egoísmo es el principal enemigo del amor conyugal y del compromiso de por vida, también socava la capacidad personal para perseverar en el sacerdocio y en la vida religiosa. En su carta a las familias Gratissimam sane, Juan Pablo II nos ponía sobre aviso:
Los peligros que incumben al amor constituyen también una amenaza a la civilización del amor. […] Piénsese ante todo en el egoísmo, no solo a nivel individual, sino también de la pareja o, en un ámbito aún más vasto, en el egoísmo social. […] El egoísmo, en cualquiera de sus formas, se opone directa y radicalmente a la civilización del amor[2].
Estas observaciones son bien ciertas desde el punto de vista psicológico. El egoísmo causa graves daños en el matrimonio e incluso puede llegar a destruirlo.
El egoísmo suele crecer tan silenciosamente que los esposos no lo reconocen como la causa de sus conflictos. Entre las conductas egoístas se encuentran la tendencia a controlar a los demás, la ira desmedida, un poderoso sentimiento de superioridad y la manifestación de altos niveles de agresividad frente a la discrepancia[3].
El manual de diagnóstico de la psiquiatría recoge muchos otros síntomas en las personas en las que el egoísmo constituye un grave desorden de la personalidad: entre otros, la explotación del otro, la manipulación, la falta de sensibilidad, la falsedad, la irresponsabilidad, la impulsividad, la labilidad emocional, la inclinación al riesgo, la falta de empatía y la incapacidad para las relaciones íntimas.[4]
Guía para la evaluación del egoísmo
La principal razón de que los esposos no reconozcan ni aborden la conducta y los pensamientos egoístas es que suelen negar que lo son, o bien que les parecen lo normal. Otro motivo es el temor a suscitar la ira del cónyuge si se destapa o se aborda ese tema. Ken y Sandra trabajaron para detectar sus respectivas manifestaciones de egoísmo con ayuda de esta guía de evaluación:
Repliegue en uno mismo y escasa comunicación
Falta de amor romántico
Utilización del cónyuge como objeto sexual
Falta de respeto hacia el cónyuge
Conductas hipercontroladoras
Sobrerreacciones de ira
No ver en el cónyuge al mejor amigo
No desear lo mejor para el cónyuge
Resistencia a elogiar
Ira desmedida cuando las cosas no coinciden con lo esperado
Exigir que las cosas sean como uno quiere
Intenso deseo de hacer aquello que inspiran los sentimientos
Centrarse en la propia felicidad antes que en la felicidad del otro
Tendencia a eludir responsabilidades en cuestiones importantes de la vida
Sentimiento exagerado de autoimportancia
Falta de amabilidad y consideración con el otro
Conductas inmaduras o excesivamente enfocadas a la propia comodidad
Obsesión por el desarrollo profesional, la apariencia física y las cosas materiales
Excesiva autoindulgencia
Ambición desmedida de éxito
Centrarse en la imagen exterior antes que en la propia conducta
Pérdida de la fe
Falta de motivación para resolver los conflictos conyugales
Falta de apertura a la voluntad de Dios con respecto al tamaño de la familia
Falta de un sentimiento de unión y de misión compartida con el cónyuge
Desinterés por corregir a los hijos o al cónyuge
Resistencia a la autorrenuncia y a la entrega sacrificada
Empleo de la pornografía
Empleo de anticonceptivos
Actitud focalizada en los propios derechos
A Ken y a Sandra les sorprendió cuántos síntomas de egoísmo había en sus vidas. Reconocieron que dedicar demasiado tiempo a intereses aparentemente inocentes los había llevado a encerrarse en sí mismos, interfiriendo en la cuidadosa entrega que exige la amistad conyugal. «Nuestro matrimonio ha sufrido un ataque insidioso —dijo Ken—; nadie nos advirtió de los peligros del egoísmo».
La buena noticia es que, por muchas conductas egoístas que existan en el matrimonio, no hay por qué desanimarse. Siempre se pueden superar trabajando el autoconocimiento y la virtud de la generosidad.
El daño provocado por el egoísmo
El ser humano, creado hombre y mujer a imagen y semejanza del Dios trinitario, está naturalmente constituido para darse a los demás. La plenitud y la felicidad personales exigen la entrega de uno mismo. Para la mayoría la llamada a esa entrega se realiza dentro del matrimonio, tal y como afirma Juan Pablo II en su Carta apostólica sobre la dignidad y la vocación de la mujer:
El hecho de que el ser humano, creado como hombre y mujer, sea imagen de Dios no significa solamente que cada uno de ellos individualmente es semejante a Dios como ser racional y libre; significa además que el hombre y la mujer, creados como «unidad de los dos» en su común humanidad, están llamados a vivir una comunión de amor que se da en Dios, por la que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina[5].
Habrá quien piense que la idea que tiene Juan Pablo II del matrimonio es un ideal cristiano ajeno a la mayoría de la gente y que queda fuera de su alcance. No obstante, las reflexiones de Juan Pablo II no nacen únicamente de su fe, sino de experiencias vividas por personas de carne y hueso; de la constatación de que somos más felices cuando vivimos una entrega amorosa a los demás y de que el egoísmo hace mucho daño a los individuos, a las familias y a las comunidades.
El daño a los esposos
Cuando los esposos no viven una entrega plena es probable que aparezcan la tristeza, la ira, la desconfianza, la ansiedad, la falta de seguridad y distintos tipos de conductas compulsivas. El egoísmo personal contribuye también al desarrollo de la depresión en el cónyuge que se siente solo.
Si no se gestionan de manera adecuada, los conflictos matrimoniales causados por el egoísmo pueden derivar en la separación o el divorcio, porque «el amor solo puede durar como unidad en la que el “nosotros” СКАЧАТЬ