Название: Doce hábitos para un matrimonio saludable
Автор: Richard P. Fitzgibbons
Издательство: Bookwire
Серия: Claves
isbn: 9788432153198
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Otro obstáculo para el perdón es el miedo a que vuelva a aflorar y nos inunde la tristeza asociada a las heridas del pasado. Aunque inicialmente el perdón haga emerger de nuevo la tristeza y la ira que no han sido resueltas, ambas irán disminuyendo a medida que la fuerza interior que nace del perdón acreciente la autoestima. Tanto los estudios de investigación realizados por el Dr. Enright como nuestra propia experiencia clínica demuestran que los conflictos emocionales sin resolver disminuyen si existe el perdón.
Ejercicios de perdón inmediato
Los esposos deben aprender a manejar la ira sobre la marcha y cada vez que se presente en respuesta a las tensiones diarias del hogar y el trabajo. El proceso de perdón inmediato es fundamental para la felicidad del matrimonio, la estabilidad familiar y la salud psicológica de los cónyuges y los hijos.
La aspereza de las palabras de una persona colérica puede hacer tanto daño como una bofetada, sobre todo a personas sensibles. Así como la ira física deja heridas en el cuerpo, la ira verbal hiere el corazón, que —como da a entender el libro del Sirácides— es aún más difícil de sanar: «¡Cualquier herida, menos la del corazón!» (Si 25, 13). La ira se expresa también por medios pasivo-agresivos como la frialdad en el trato y el silencio, muy perjudiciales para las relaciones matrimoniales y parentales.
De la misma manera que las enfermedades infecciosas necesitan un tratamiento temprano, la ira requiere el remedio inmediato del perdón con el fin de proteger la salud de los esposos y los hijos. No admitirla ni resolverla perdonando de inmediato crea excesivas tensiones, daña el amor y la confianza conyugales y provoca en los hijos miedo, desconfianza y tristeza. El deseo de proteger a los hijos de los aspectos dañinos y amedrentadores de la ira puede animar a muchos padres a trabajarla lo antes posible.
Cuando se produce un estrés emocional, en lugar de ceder a la ira, los esposos y los padres deben repetir interiormente frases de este tipo: «Perdón, perdón, perdón»; «quiero comprender y perdonar»; «quiero ser fiel a lo bueno que hay en mi cónyuge [o en mi hijo] y perdonar»; o «Señor, frena mi ira». Estas frases surgen más fácilmente si el esposo o la esposa saben que también el otro se está esforzando por cambiar alguna conducta insensible.
Cuando una persona pierde los estribos, debe identificar de inmediato la causa, pedir disculpas a la persona que ha sufrido su ira y comprometerse una y otra vez a controlarla perdonando a aquel cuya conducta ha provocado la respuesta colérica. La negativa a dar estos pasos y a progresar en el control de la ira constituye una grave debilidad psicológica y una de las razones importantes de los conflictos matrimoniales severos, las separaciones y los divorcios.
Esta debilidad se ve fomentada por nuestra cultura narcisista, que permite que los adultos actúen con inmadurez y con esa actitud de tener derecho a todo, reaccionando airadamente cuando las cosas no salen exactamente como ellos desean o retirando su amor y su colaboración a quienes los han defraudado. La determinación de luchar contra estas formas de egoísmo es esencial para el control de la ira.
Muchas veces lo que se esconde detrás de la ira es la imitación inconsciente de un padre o una madre coléricos, controladores o egoístas. Cuando los esposos identifican ese patrón, pueden pedir de inmediato al Señor que les ayude a imitar las buenas cualidades de sus padres —y no sus debilidades— para cumplir los votos matrimoniales de amarse y respetarse mutuamente. En ese momento pueden perdonar a los padres cuya ira les ha hecho tanto daño y que han sido un mal ejemplo para ellos.
Ejercicios para el perdón del pasado
Todos los esposos aportan a su matrimonio algunas heridas y decepciones (generalmente inconscientes) provocadas en su contexto familiar o en relaciones anteriores. Son heridas que pueden ensombrecer el matrimonio y socavar la capacidad de una entrega amorosa amable, alegre y respetuosa. Descubrir y resolver esos conflictos, que suelen ir asociados a una cantidad considerable de ira, es esencial para mantener una personalidad sana y, en consecuencia, un matrimonio satisfactorio. De hecho, sin ese perdón los esposos seguirán hasta cierto punto controlados por los ofensores del pasado y arrasados por la tristeza, la ira, la desconfianza y la inseguridad asociadas a esas heridas.
Ejercitarse en el perdón del pasado proporciona una mayor libertad para amar plenamente. El modo de practicar los ejercicios de perdón de la ira del pasado dentro del matrimonio es el siguiente: después de detectar los daños causados en su familia de origen, el cónyuge se imagina a sí mismo de niño o de adolescente diciendo: «Papá [o mamá], quiero comprender la infancia que recibiste de tus padres y perdonar el daño que me has hecho en el pasado». Como resultado de este ejercicio practicado con regularidad, la ira disminuye y es menos frecuente que el esposo actúe igual que el progenitor colérico.
La ira causada por las graves heridas recibidas durante la infancia y motivadas por el egoísmo, la drogadicción, la conducta controladora, la negligencia o la ira no se resuelve fácilmente, como tampoco se resuelve fácilmente la provocada por el abandono de los padres o por el divorcio. Quienes hayan vivido una relación tensa con el padre o la madre deben practicar con regularidad estos ejercicios de perdón del pasado, incluso durante años, para evitar que la ira contra sus padres se desvíe hacia el cónyuge. Los esposos pueden animarse mutuamente a practicar este ejercicio y rezar por sus padres y demás familiares.
Una posible consecuencia de practicar el perdón del pasado es que afloren fuertes sentimientos de ira derivados de las heridas de la infancia que han permanecido ocultos. Puede que durante un tiempo ese antiguo sentimiento de ira sea intenso y vaya acompañado de tristeza o ansiedad. No obstante, el dolor irá disminuyendo si los esposos perseveran en el esfuerzo por comprender y perdonar a quienes les hicieron daño.
El proceso de sanación conlleva un reto aún mayor cuando se intenta perdonar a un progenitor responsable de abusos emocionales o físicos. En ese caso resultará útil llevar al sacramento de la reconciliación la intensa ira que se siente contra el padre o la madre. Es posible que a muchos esposos les cueste tanto resolver las graves traiciones sufridas durante la infancia que el proceso de perdón tenga que continuar periódicamente a lo largo de toda la vida.
En algunos esposos las principales heridas causadas en el contexto familiar proceden de un hermano o una hermana que los convirtieron en el blanco de la ira que sentían contra sus padres. La rabia provocada por una envidia o una rivalidad excesivas también deja graves heridas. Santo Tomás decía de la envidia que es la «madre del odio». Caín mató a su hermano Abel por envidia (ver Gn 4, 3-8). Al esposo herido por un hermano le puede resultar beneficioso pararse a pensar: «Quiero comprender las sobrerreacciones de ira de mi hermano [o mi hermana] contra mí. Quiero perdonar para no dirigir contra mi cónyuge la ira que mi hermano despierta en mí». Además de perdonar al hermano, esa persona también deberá corregir conductas insensibles o agresivas.
Los maridos y su ira no resuelta contra el padre
La relación con el padre es la causa más habitual de la ira sin resolver generada en el contexto familiar del pasado. Para los hombres el proceso de perdonar al padre puede constituir un reto, porque la mayoría no ha hablado nunca de la decepción que han sufrido; y, en lugar de identificar y gestionar conflictos emocionales como la ira desmedida, tienden a recurrir a una negación significativa.
Cuando el daño causado en los varones sale a la luz, la manifestación más común es la incapacidad de prestar a sus hijos un apoyo emocional que les aporte seguridad. Si un hombre intenta comprender a su padre, suele descubrir que en su niñez también a este le faltó una relación estrecha con el suyo. Esta toma de conciencia suele traducirse en compasión y en el deseo de perdonarlo. Identificar y agradecer las buenas cualidades —la lealtad, la fidelidad, la fortaleza y la fe— del padre facilita el proceso de perdón. La sanación matrimonial también se ve beneficiada cuando los maridos que han СКАЧАТЬ