Название: El nuevo gobierno de los individuos
Автор: Danilo Martuccelli
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789560014849
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Como antaño se hizo desde lo sagrado y lo profano o las jerarquías naturalizadas, la economía instituye hoy la gran creencia funcional en los límites de la realidad. El éxito es innegable. Pocas cosas se han vuelto tan obvias y evidentes en nuestra época como los efectos inevitables de ciertas políticas económicas. Desde hace algunas décadas, un acrónimo, masivamente evocado por políticos de todas las tendencias, resume esta ecuación: TINA (There is no alternative –no hay alternativa).
La economía es la columna vertebral del régimen de realidad actualmente hegemónico. Condensa, a la vez, representaciones de sentido común (un nuevo miedo original en torno a la escasez), una representación muy abstracta e implacable de su funcionamiento (las famosas leyes de la mecánica económica) y un conjunto de choques –retornos de realidad–, que son vivenciados como teniendo consecuencias inevitables e inmediatas en caso de no respetar sus límites. En este sentido, la economía realiza una tarea similar a la que ejerció antaño la teología (Flahault 2003: 106), a saber, enunciar lo real. Dicta, en última instancia, el horizonte societal de lo posible y lo imposible; pliega las voluntades, cierra los debates. En las sociedades modernas, en continuidad con lo que hicieron en el pasado la religión o la política, y con una innegable especificidad con respecto a ellas, la función social de regulación de la acción por la realidad se ejerce a través de procesos sistémicos desde el ámbito económico.
Esta eficiencia formidable resulta de la combinación de tres grandes factores. Primero, la escasez como evidencia sensible inmediata del mundo (es suficiente pensar en los oscuros anuncios de Malthus) capturó, desde el siglo XIX, el gran imaginario del temor de la época moderna. En segundo lugar, la ciencia económica impuso la concepción de la existencia de una mecánica económica implacable, coercitiva y sistémica a nivel de los fenómenos sociales –y ello a pesar de la existencia de un gran número de contraejemplos y complejidades históricas (Bairoch, 1999). Finalmente, las ciencias económicas han propuesto una nueva versión de los choques con la realidad, los que se construyen apoyados en lo que se presenta como sólidos e incontestables conocimientos científicos sobre lo que es la realidad. En cada uno de estos puntos, más allá de innegables divergencias, el acuerdo es in fine profundo entre los analistas. Ya sea a través del cuadro económico de Quesnay, la mano invisible de los liberales, la determinación en última instancia del marxismo, el horizonte performativo del equilibrio general o el circuito keynesiano, todos comparten, básicamente, la idea de la existencia de un dominio social sujeto a sanciones fácticas inequívocas. Todos comparten –construyen y sedimentan– la idea de la existencia de una mecánica económica que impone sanciones y límites insuperables. Es sobre este acuerdo fundamental que se erigió la especificidad del imaginario económico propio de la modernidad y de su peculiar régimen de realidad.
Tras el desencanto del mundo y el fin de un orden moral basado en la realidad, tras los excesos irreductibles de un ámbito político que, repensado desde las revoluciones, está marcado por el voluntarismo, le correspondió a la economía introducir, en las sociedades actuales, el sentido liminar de los choques con la realidad. Lo hizo ya no en términos morales o jerárquicos, sino a través de criterios puramente fácticos. En verdad, como en los regímenes anteriores, pero sobre otras bases, también somos testigos de un trabajo de institución que reivindicándose exclusivamente de los hechos transforma más o menos sigilosamente las restricciones (económicas) en límites imaginarios.
Es absurdo negar una cierta sistematicidad a los hechos económicos. Sin embargo, la supuesta naturalidad e inmediatez de las sanciones económicas debe ser cuestionada constantemente y por doquier. Los retornos de realidad económicos no son menos elásticos en su modo de funcionamiento que las otras modalidades históricas precedentes. Se trata de aspectos visibles y conocidos en las crisis de los mercados de valores, en los episodios de inflación, en el sobreendeudamiento, en la distribución altamente compleja de los fenómenos financieros a nivel mundial. Sin embargo, la elasticidad efectiva de estos retornos de realidad no pone en cuestión, por el momento, el vigor de la creencia colectiva en el imaginario de la mecánica económica y sus inevitables desenlaces.
La afirmación precedente puede suscitar incredulidad. ¿No es acaso cierto que el dominio económico abunda en ejemplos de coerción activa? El hecho, por ejemplo, de que la actividad del capitalista esté determinada, como lo afirmó Marx, por una lógica de acumulación impuesta de manera objetiva independientemente de su voluntad, ¿no es una prueba obvia de su eficacia mecánica? Con respecto al desarrollo de los países emergentes, ¿es razonable ignorar el papel objetivo que en tanto que obstáculos imponen los déficits crónicos de la balanza de pagos, el peso de la deuda externa o la dificultad a la hora de obtener créditos? Entendamos bien lo que está en juego. La realidad es lo que resiste y las coerciones, por elásticas que se revelen en su accionar, no están en discusión. Sin embargo, y es toda otra cosa, estas restricciones prácticas sirven de punto de apoyo para elaborar límites imaginarios. El paso de las primeras a las segundas está lejos de ser evidente. Muchas coacciones objetivas tienen un modo de funcionamiento infinitamente más lábil de lo que sugiere la idea de los límites imaginarios de la realidad. Sin que esto lleve a desdecir la existencia de coerciones sistémicas, el estudio detallado de éstas, incluso tratándose de las grandes leyes de hierro de la economía, revela que su modo operatorio es mucho más problemático.
Limitémonos a un solo ejemplo: la complejidad del choque con la realidad que se produce en las crisis financieras21. Para algunos, los ajustes cíclicos en los intercambios bursátiles no serían sino el resultado de la creación especulativa de burbujas producidas por una desconexión entre la especulación financiera y la realidad de la economía productiva. La idea, incluso si no se expresa nunca en términos tan ingenuos, supone la existencia de un punto de equilibrio (basado en los fundamentos económicos de un grupo) más allá del cual, inevitablemente, y por razones objetivas, se produciría una corrección en el precio de las acciones. Sin embargo, esta relación es problemática, y muchas veces, altamente problemática, lo que no impide que para los partidarios de esta interpretación (y tras ella de la tesis de la eficiencia de los mercados) la sanción contra los excesos de la especulación sea siempre en último análisis de índole objetiva.
Para otros, por el contrario, los mercados de valores operarían dentro de limitaciones más bien intersubjetivas que objetivas: en las bolsas de valores los comportamientos de manada serían frecuentes dada la sinergia cruzada que se produce a nivel de las expectativas entre diferentes actores. En estos mercados, serían las expectativas y las creencias de los actores, y sus apuestas ante el futuro, lo que daría cuenta de su verdadero funcionamiento. Las decisiones de los actores se explican así más a partir de lo que piensan harán otros actores, que en referencia al estado real de las empresas o de las economías nacionales. El sistema bursátil, como ya lo comprendió Keynes (1977: 168) al compararlo a un concurso de belleza, funciona esencialmente a través de reflejos miméticos –todo el mundo trata de hacer no lo que él juzga que debe hacer sino lo que cree que su vecino piensa y hará (Godechot 2001; Orléan, 2011). En este proceso, y según esta interpretación, en las bolsas los precios de las acciones están muy lejos de reflejar el verdadero valor de las empresas: los mercados bursátiles reflejan más la psicología de sus agentes que los fundamentales de un grupo o de una economía. Si en la literatura especializada estas dos perspectivas siguen oponiéndose entre sí, en las últimas décadas la brecha entre los procesos ha sido tal que, incluso partidarios de la primera tesis han debido reconocer la exuberancia «irracional» de los mercados.
Para nuestro propósito actual lo importante es que ambas tesis suponen, al menos de manera implícita, el reconocimiento de una contingencia fundamental en el corazón del funcionamiento de la bolsa. Cierto, para todos, las famosas correcciones СКАЧАТЬ