Название: Lo que decimos de ellos
Автор: Daniel Parodi Revoredo
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9789972455162
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De esta manera, el autor contrapone las imágenes iniciales del caos institucional peruano y de la corrupción administrativa con otras en las que el elemento humano de la sociedad se destaca por sus virtudes. Así, el peruano colectivo parece mostrar una particular fortaleza para enfrentar desafíos. Ciertamente, Basadre enfatiza con reiteración la dispareja correlación de fuerzas militares en los enfrentamientos, la que siempre favoreció al invasor y destaca el valor de los peruanos que en toda circunstancia se sobrepusieron a la adversidad.
Finalmente, la exaltación del heroísmo de los diferentes componentes de la sociedad coadyuva a la proyección de un imaginario nacional inicial, en el que las virtudes antes enunciadas configuran las características del ser nacional. Así pues, en las bambalinas del discurso de Basadre subyace, bajo la crítica a la gestión pública, la afirmación de una nación embrionaria, engendrada sobre sólidas bases morales:
Aquellos hechos y aquellos mártires no envejecerán nunca, cualesquiera que sean los cambios y las alternativas del porvenir. Nosotros, todos nosotros, nos volveremos viejos, moriremos y entraremos en el anonimato, y a ellos, en cambio, los años no los condenarán. Y así como ocurrió, felizmente con otros hechos y con otros personajes históricos, es la de ellos, una primavera sin ocaso en este país donde ha habido y hay tantas noches tenebrosas. (Basadre, 2005, t. IX, p. 89)
CHILE
Seguidamente examinamos el tratamiento que el autor realiza del desempeño de Chile en el conflicto bélico. La narración de la actuación de la nación chilena en la guerra contribuye con la difusión de un imaginario homogéneo acerca del enemigo o contrincante. Este es descrito como una sociedad ordenada, pero con notables tendencias al expansionismo y la agresividad.
El orden imperialista: primeras vistas de Chile
Jorge Basadre configura el imaginario de Chile resaltando su orden institucional, la claridad de sus objetivos geopolíticos, así como su vocación imperialista. De esta manera, representa al otro resaltando su tendencia a la expansión territorial, la que se desarrollará paulatinamente a lo largo del siglo XIX.
Principia Basadre exponiendo las tesis del ministro chileno Diego Portales, a quien presenta como el artífice de la política internacional de su país, la que, desde sus planteamientos iniciales, se habría trazado como meta imperiosa impedir el fortalecimiento del Perú, pues podría amenazar la existencia de Chile. Desde estas premisas, Portales planteó la destrucción de la Confederación Perú-Boliviana:
El omnipotente ministro chileno Diego Portales, en una carta desde Santiago […] explicó claramente su actitud ante la Confederación Perú-Boliviana. Dijo allí: “Va, usted, en realidad, a conseguir con el triunfo de sus armas la segunda independencia de Chile […] La posición de Chile frente a la Confederación Perú-Boliviana es insostenible”. (Basadre, 2005, t. II, p. 132)
Basadre desarrolla la idea del expansionismo pacífico del Estado y población chilenos, el que, con el transcurrir de las décadas, habría dado paso a otro de naturaleza, más bien, violenta. El expansionismo pacífico se habría expresado en la paulatina colonización de los territorios salitreros de Atacama, que en aquel entonces formaban parte de Bolivia. Es así como, apenas producida su independencia política de España, pobladores de Chile atravesaron el río Salado, que demarcaba las fronteras coloniales entre las audiencias de Charcas y Santiago, y lograron la anexión de la región de Paposo a su país (Basadre, 2005, t. VIII, p. 206).
Seguidamente, se sugiere que el Estado chileno aplicó una política sistemática de expansión hacia el norte. Desde esa perspectiva, Basadre sostiene que la firma del tratado de 1866 entre Bolivia y Chile favoreció los intereses de este último país. Para el autor, este proyecto perseguía finalidades aún más ambiciosas, pues buscaba correr las fronteras territoriales hacia el norte, de manera que Chile poseyese la totalidad de las regiones salitreras y Bolivia el puerto de Arica, que por aquel entonces formaba parte del Perú.
Gravoso como era este tratado para Bolivia, no presentaba el máximum de las pretensiones chilenas. Chile entregaba la zona comprendida al norte del paralelo 24. El ministro Vergara Albano propuso la cesión por parte de Bolivia de todo su litoral, o cuando menos hasta Mejillones, inclusive, “bajo la formal promesa (escribió años después el canciller de Melgarejo, don Mariano Donato Muñoz) de que Chile apoyaría a Bolivia de modo más eficaz para la ocupación armada del litoral peruano hasta el morro de Sama […] en razón de que la única salida natural que Bolivia tenía al Pacífico era el puerto de Arica”. (Basadre, 2005, t. VIII, p. 207)
Para Basadre un resultado parcial de la aplicación de esta política fue la invasión pacífica del litoral boliviano, la que se concretó a través de una serie de medidas adoptadas por el Estado chileno y gracias a diversas inversiones que en dicha región realizaron los empresarios de este país. Menciona el autor varias concesiones que el Estado boliviano otorgó a los salitreros chilenos, así como la explotación de minas de plata, entre otras actividades económicas realizadas en la provincia litoral de Atacama (Basadre, 2005, t. VIII, pp. 2007-2008).
De esta manera, desde los años que siguieron a su Independencia, Chile habría manifestado una explícita voluntad de expansión territorial y de apropiación de los recursos que existían en el litoral boliviano. Es así como el avance de mineros informales, la inversión de capitales privados, la explotación del salitre a gran escala y la política del Estado, configuran juntas la imagen de una nación expansiva e imperialista.
Basadre construye el imaginario del imperialismo de Chile a través de un discurso que establece una lógica de continuidad entre diferentes acontecimientos que tuvieron lugar desde su Independencia hasta el estallido y desarrollo de la Guerra del Pacífico. Así, la voluntad expansiva del Estado se habría manifestado desde los inicios republicanos y configura una representación del otro como sujeto hostil.
Por último, la idea del expansionismo pacífico de la nación chilena muta paulatinamente hasta adoptar las características de un expansionismo violento o agresivo. En tal sentido, el imaginario que representa a Chile como una potencia imperialista adoptará sus formas definitivas al producirse la invasión militar de las provincias salitreras de Atacama y Tarapacá, en Bolivia y el Perú, respectivamente.
Armamentismo y agresividad: la “naturaleza” del otro
En la obra de Jorge Basadre, la carrera armamentista que emprendiese Chile antes de la guerra del 79 es un elemento que viene aparejado con la idea del expansionismo que refiriéramos en el acápite anterior. De esta manera, la suma de ambos factores constituye el imaginario de la agresividad chilena, la que luego se manifiesta en acontecimientos militares específicos.
Según Basadre, ya desde tiempos de la Confederación Perú-Boliviana, Chile superaba las fuerzas navales de las potencias aliadas, lo que le permitió incursionar en dos ocasiones sobre el Perú y liquidar el proyecto confederado en 1839. Sobre este particular, destaca también el orden del Estado chileno, el que se manifestó prácticamente desde su fundación política. Refiere así su eficiente administración y la eficacia de sus fuerzas armadas (Basadre, 2005, t. II, p. 175).
Tiempo después, Chile recuperó el dominio marítimo que perdiera temporalmente en la década de 1860, tras la compra peruana de la fragata Independencia y el monitor Huáscar. En 1874, el Estado chileno adquirió los buques Cochrane y Blanco Encalada con los que contrarrestó y superó de nuevo a las fuerzas de la armada del Perú.
Para Basadre, la СКАЧАТЬ