Elementos históricos, políticos y militares para comprender las relaciones Colombo-Venezolana. Martha Ardila
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СКАЧАТЬ identificables y objetivas” (Tickner, 2005, p. 15).

      Sin embargo, con el ataque a las torres gemelas en Nueva York y al edificio del pentágono en Virginia (Estados Unidos), desde el 11 de septiembre de 2001 se da un cambio en el concepto de seguridad, ante la aparición de nuevos actores como el terrorismo y el accionar del crimen organizado, con el tráfico ilegal de drogas ilícitas, principalmente. Hasta entonces, el concepto de seguridad se circunscribe al mantenimiento del orden interno mediante el empleo de cuerpos policiales y, el de defensa, en la protección de las fronteras para garantizar la soberanía nacional y la integridad territorial, frente a eventuales amenazas de los países vecinos, con el empleo de las fuerzas militares o fuerzas equivalentes en los respectivos Estados.

      De ahí que se presenta un cambio de paradigma con la Declaración de Seguridad en las Américas (octubre 2003), adoptada por los países miembros de la OEA, en Ciudad de México, la cual “creó un nuevo concepto de seguridad hemisférica que amplía la definición tradicional de defensa de la seguridad de los Estados a partir de la incorporación de nuevas amenazas, preocupaciones y desafíos, que incluyen aspectos políticos, económicos, sociales, de salud y ambientales” (Suárez, 2007, p. 45). De esta manera, se le da a la seguridad un enfoque “multidimensional” que encierra no solo las amenazas tradicionales, sino también las nuevas.

      Hasta aquí, lo cierto es que no hay y quizás no podrá existir un consenso general respecto del concepto de seguridad. Por tanto, es un debate aún no acabado, por la variedad de significados que adquiere según el tipo de nación, personas, idiosincrasia, ideas, percepciones y cultura que afectan su manera de ver la realidad, también influenciada por la postura ontoepistémica. En ello, radica la multiplicidad de definiciones que han surgido alrededor del concepto de seguridad, en especial tras el fin de la guerra fría.

      Son buenos ejemplos de lo dicho: la seguridad colectiva, la seguridad común, la seguridad cooperativa, la seguridad compartida, la seguridad sostenible y la seguridad humana, entre otras. De lo anterior se colige que, la definición de seguridad, no se puede dar en términos absolutos sino relativos, por cuanto es un concepto que por su dinámica está en constante evolución y según las personas que lo utilicen, de las circunstancias de tiempo y lugar en que se encuentren, adquirirá un significado diferente.

      Por ello es claro que más allá de la discusión teórica si es el Estado o el individuo, el objeto referente de la seguridad, es un hecho que los dos deben atender para salvaguardarse de las amenazas. Entonces, los esfuerzos deben orientarse hacia la elaboración de políticas, estrategias e instrumentos que deban aplicarse para satisfacer esta necesidad básica, tanto en lo externo como en lo interno. Se propone que cada sector defina un punto focal dentro de la problemática de seguridad, al mismo tiempo que ordena las prioridades. Es decir, el uso del poder militar se enfoca al primer sector, el de la seguridad militar, mientras que a los otros sectores se les da el tratamiento de seguridad requerido, con lo que se limita la securitización a los aspectos: político, económico, social y ambiental. Así, se evita una securitización generalizada que a todas luces no es conveniente, a la vez que los cinco sectores operan interdependientemente, vinculados con fuerza unos de otros como una red entretejida, por lo que de ninguna manera actúan aisladamente.

      En este punto conviene desarrollar la teoría constructivista sobre el concepto de la securitización, partiendo por entender que dicha palabra es un neologismo, utilizado en los estudios de seguridad, para señalar que algo se convierte en una amenaza existencial. Dicho concepto fue acuñado por Ole Wæver, en 1995, con el fin de no restringir las amenazas a peligros eminentemente militares que, por lo general, se daba entre Estados. Posteriormente, en 1998, el concepto de securitización escaló a la categoría de teoría, al ser complementado y desarrollado ampliamente con la contribución de Barry Buzan y Jaap de Wilde.

      Para dichos autores, “la definición y los criterios exactos de la securitización están constituidos por el establecimiento intersubjetivo de una amenaza existencial con una notoriedad suficiente para tener efectos políticos sustanciales” (Buzan et al., 1998, p. 25). Así, la securitización está intrínsecamente ligada a la construcción de una conceptualización derivada de la seguridad, que ayude a explicar y clarificar cualquier amenaza o problema, de una manera mucho más específica.

      Sin embargo, es necesario considerar que si bien las amenazas y vulnerabilidades se pueden originar en diversas áreas, tanto militares como no militares, ello no significa que se constituyan en problemas de seguridad. Para que así sea, es necesario que se cumplan estrictos criterios que los diferencien de los problemas que pertenecen a la funcionalidad puramente política. En esencia, “deben presentarse como amenazas existenciales a un objeto de referencia por parte de un actor de securitización que de ese modo genera el respaldo de medidas de emergencia más allá de las reglas que de otro modo obligarían” (Buzan et al., 1998, p. 5). De este postulado, analíticamente hablando, resultan siete elementos o unidades que constituyen la naturaleza dinamizadora del proceso de la securitización.

      FIGURA 2. PROCESO DE LA SECURITIZACIÓN

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      Fuente: Elaboración propia.

      Como se puede observar en la figura superior, el proceso comienza con 1) la amenaza existencial (tradicionalmente, pero no necesariamente, el Estado, soberanía, territorio o ideología), sobre 2) un objeto referente (lo que se percibe amenazado), del cual se desprende la necesidad de 3) la supervivencia (si no se resuelve, nada más se resolverá); estas tres unidades se configuran en la fuente del proceso y son seguidas por 4) el movimiento de securitización, el cual surge de la acción que ejerce el actor securitizante (individuo o grupo, representante del gobierno, partido político, ONG), al invocar y hacer visibilizar la amenaza. ¿Cómo lo hace? A través del discurso, para convencer a la sociedad o audiencia de las medidas de emergencia a tomar; finalmente, las tres últimas unidades que completan el proceso son: 5) el respaldo a las medidas de emergencia que requiere tomar el actor securitizante, 6) la securitización y 7) el rompimiento de las reglas de una manera legítima.

      En consecuencia, la securitización tiene implícita una discusión abierta y libre de dominio sobre la amenaza existencial, en la que prevalece el consentimiento sobre la coerción, ganando la suficiente resonancia para crear las condiciones requeridas y, así, hacer posible que se legitimen las medidas a tomar para neutralizar la amenaza. En otras palabras, la securitización parte de una visión intersubjetiva que conlleva a la construcción de amenazas e identidades, a cargo de un agente securitizador, frente a uno o varios objetos referentes de una sociedad que, en últimas, aprueba o niega la realización de medidas excepcionales y de emergencia o urgentes.

      Dentro de este marco argumental, es oportuno adicionar la idea primigenia expresada por Wæver (1995), respecto a que otros autores describen la securitización

      como la versión extrema de carácter político aplicada en asuntos considerados amenazas y que vulneran la integridad e intereses de los actores implicados. La securitización, en un panorama como el descrito, activa mecanismos de control con el fin de identificar riesgos, adoptar medidas de contingencia, definir objetivos y emprender medidas justificadas por encima del tratamiento político, permitiendo así al Estado recurrir a medios extraordinarios, en un marco de legitimidad, y garantizar la defensa de los ciudadanos, el blindaje de las instituciones o evitar la guerra o el impacto desfavorable que la amenaza trae consigo (Salazar & Yenissey, 2011, p. 33).

      En estos términos, se ve que conceptos como poder, liderazgo y seguridad ayuda a comprender la relación entre lo ideológico y lo pragmático, si hay o no una carrera armamentista en la región, así como los aspectos estructurales y coyunturales que inciden en el cambio de percepción de las fuerzas militares colombianas frente a Venezuela.

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