El Encargado De Los Juegos. Jack Benton
Чтение книги онлайн.

Читать онлайн книгу El Encargado De Los Juegos - Jack Benton страница 12

Название: El Encargado De Los Juegos

Автор: Jack Benton

Издательство: Tektime S.r.l.s.

Жанр: Зарубежные детективы

Серия:

isbn: 9788835433330

isbn:

СКАЧАТЬ porche, sabandija —le escupió a Croad, haciendo que este diera otro paso atrás—. Solía gustarme tu mirada, pero te has convertido en un esbirro de Ozgood desde hace tanto tiempo que la veo llena de…

      —Puedo volver en otro momento —dijo Slim.

      Shelly gruñó y le tiró algo. Le dio en el muslo y rebotó. Slim frunció el ceño. Un muñeco artesanal, sucio y arañado como si alguien lo hubiera arrastrado con el pie por cemento. Su cabeza hecha con cable tenía pequeñas depresiones y quedaban restos de pegamento en los ojos que le habían sacado, mientras que su boca estaba cubierta por cinta adhesiva. Frunciendo el ceño, Croad levantó un pie y la pateó hacia la hierba.

      —Solo enséñaselo, Shelly —dijo el viejo—. Déjale que lo vea.

      Shelly lanzó una retahíla de juramentos a Croad, pero dio un pequeño paso atrás y dio un pequeño empujón a algo oculto bajo el toldo con un zapato sucio y desgastado.

      Una pequeña cruz de madera.

      —Mi chico está ahí —dijo—. Aquí conmigo, como debe ser. Donde nadie más pueda hacerle daño. Ahora iros y no volváis.

      12

      Capítulo Doce

      Slim estaba demasiado traumatizado por la visita a Shelly como para hablar mientras Croad conducía de vuelta a la casa. Había demasiadas cosas que no olvidaría: los ojos salvajes de la mujer, el muñeco destrozado y la pequeña cruz, rodeada por una cadena de margaritas que podía haber hecho un niño.

      —¿Ha tenido bastante por hoy? —preguntó Croad mientras se apeaba—. ¿Ha conseguido suficiente de ella? ¿Cree que lo está escondiendo?

      Slim se limitó a encogerse de hombros. Dijo adiós con la cabeza a Croad, luego subió y entró, sintiéndose aliviado mientras el coche se iba.

      Por primera vez en un par de días tenía un ansia desesperada de beber y se sentó a la mesa con la cabeza entre las manos, esperando que se pasara esa sensación.

      Croad le había traído más listas y, tan pronto como fue capaz, llamó a un hombre llamado Evan Ford, con la indicación de detective inspector entre corchetes junto a su nombre, seguido por una nota que decía: «en caso de que quiera comprobar que Den está realmente muerto».

      Ford aceptó ver a Slim en el pueblo cercano de Stickwool. Reticente a que Croad le acompañara, Slim caminó hasta la carretera principal, donde tuvo la suerte de poder detener a un autobús local que pasaba y que lo dejó en las afueras del pueblo.

      Ford llevaba una chaqueta ligera de paseo y tenía un bastón sobre sus rodillas. Su pelo se arremolinaba en mechones y unas gafas descomunales hacían que pareciera un agente de policía tratando de pasar inútilmente inadvertido. Se levantó para sacudir la mano de Slim y luego pidió a la única camarera dos cafés antes de que Slim hubiera podido siquiera ver una carta.

      —Oí que podía llamarme en algún momento —dijo Ford como bienvenida—. ¿Es usted quien pregunta por Dennis Sharp? Algo acerca de una herencia.

      —Es una cantidad pequeña —dijo Slim, sofocando un suspiro, sintiendo una creciente frustración por su disfraz y por la capacidad de Croad de adelantarse en cualquier caso en que podría haber planteado algunas respuestas decentes.

      —¿Y necesita una prueba de su muerte antes de poder pasar a su pariente más cercano?

      —Algo así.

      Ford sacó un sobre de plástico.

      —Tengo una copia de su certificado de defunción —dijo—. No es el original, me temo. Ese está en el registro público correspondiente. Puede verlo si pide cita.

      —Estoy seguro de que no será necesario. —Slim miró el documento, fingiendo interés. Podría ser fácilmente falsificable si estuviera en medio de alguna extraña conspiración, pero ¿qué sentido tendría?

      —¿Usted era el oficial a cargo de la investigación? —dijo Slim devolviéndole el documento a través de la mesa y mirando al frente—. ¿Puedo preguntarle si había alguna señal de manipulación?

      Ford sacudió la cabeza.

      —Ninguna. El accidente de Dennis Sharp tenía todas las trazas de un hombre conduciendo demasiado aprisa en un camino que conocía muy bien, confiándose y cometiendo un error en unas condiciones bastante malas para conducir, un error que le costó la vida.

      Slim se inclinó hacia delante.

      —¿Y no había ninguna manipulación en el coche?

      —Era un coche viejo. Sharp no era rico. Podían haber ido mal media docena de cosas en ese coche. ¿Pero señales evidentes de manipulación? —Ford sacudió la cabeza—. La investigación no encontró ninguna.

      —Oí que Sharp había sido absuelto recientemente de un ataque sexual a Ellie Ozgood, la hija de un terrateniente local.

      —Absuelto, no. Nunca llegó a juicio. La chica retiró los cargos.

      —He oído rumores de que tenían una relación.

      —¿Qué tiene eso que ver con una herencia?

      —Bueno —dijo Slim—, si hubiera un hijo de su relación, significaría un buen pellizco.

      Ford sacudió la cabeza.

      —Creo que debería buscar en otro lugar para un pariente más cercano.

      Slim asintió mirando el sobre.

      —¿Qué más tiene?

      —Croad me dijo que sería persistente. ¿Todos los abogados de herencias son como usted?

      Slim contuvo una sonrisa.

      —Oh, somos como tiburones.

      —Creo que su madre es su único pariente vivo. Tratamos de contactar con el padre que parece en el certificado de nacimiento de Dennis, Julian Sharp. Pero descubrimos que había muerto en los noventa. Dennis también tenía un hermano más joven, pero también está muerto.

      Slim frunció en entrecejo. La muerte parecía perseguir a Dennis Sharp como una sombra.

      —Acabo de conocer a su madre —dijo—. Sin un análisis oficial, creo que no está lo suficientemente bien de la cabeza como para manejar un fideicomiso. ¿No hay otros hermanos? ¿Primos? ¿Tal vez un hermano o hermana nacidos fuera del matrimonio dados en adopción?

      Ford frunció el ceño.

      —Es raro que lo diga.

      Slim encogió los hombros.

      —No estoy convencido de que aquí no pueda haber más parientes carnales que su madre.

      —Una actitud bastante esnob, ¿no cree? Está suponiendo que la gente del campo no hace más que aparearse.

СКАЧАТЬ