Название: El patrimonio natural de la Ribera del Júcar.
Автор: AAVV
Издательство: Bookwire
Жанр: Социология
isbn: 9788491332107
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6. Los paisajes de la Ribera del Júcar
Al principio del texto ya apuntamos que hablar de paisajes naturales, entendidos como paisajes vírgenes en los que no se ha experimentado la acción del ser humano, en contextos mediterráneos es poco acertado, por ser cuestionable esa “naturalidad”. Hemos de tener en cuenta la ancestral presencia humana en este ámbito, con la consecuente transformación paisajística. Y esto es lo que sucede en La Ribera del Júcar, un territorio que no se puede explicar sin la intervención de los distintos grupos que lo han ocupado.
El paisaje de La Ribera está marcado por la evolución del río Júcar y de sus afluentes. A la salida de los relieves montañosos que enmarcan el espacio deprimido (Caroig, Ave y Caballón), se ha ido creando la gran llanura sedimentaria, cerrada al sudeste por las sierras de Corbera, Agulles y de Carcaixent. Estas últimas, con un carácter agroforestal, pero con una revalorizada función ambiental, se han convertido en el sector con un paisaje “más naturalizado”.
Figura 3. Hoces del Júcar. Tous
La Ribera del Júcar es fundamentalmente un gran llano de inundación resultante de la fracturación y hundimiento de diversos bloques del Sistema Ibérico. Este llano está enmarcado por relieves del Mesozoico, que han experimentado un proceso de carstificación, y por una pequeña banda, al suroeste, de cerros triásicos. Ha sido su topografía, la disponibilidad de agua superficial y subterránea, la fertilidad de sus suelos cuaternarios, y sus bosques adyacentes, lo que propició que este espacio se antropizase intensamente a partir de la Edad Media (Sanchis et al. 2010). Estamos ante un paisaje que se ha ido reconfigurando a partir de su puesta en cultivo.
Figura 4. Citricultura en el llano de inundación del Júcar. Alberic
No obstante, topográficamente la llanura no posee la misma morfología. Existe una alternancia de tramos de geometría cóncava y tramos de geometría convexa. Cuando el Júcar sale del cañón a la llanura circula en un valle confinado por glacis, piedemontes y abanicos aluviales de los ríos Sellent y Albaida. Aguas abajo de la confluencia Júcar-Albaida, la llanura adquiere una geometría convexa, siendo sus laterales drenados por los ríos Verd y Barxeta. Y aguas abajo, la llanura queda cerrada por el abanico del río Magro y el barranco de la Murta (Mateu 1980, Ruiz, Carmona y Bellés 2006, Sanchis et al. 2010). El contacto entre el río Magro y el Júcar marca la diferencia entre dos espacios geomorfológicos, que vienen a coincidir con la histórica división entre La Ribera Alta y La Ribera Baja. Desde este punto, hasta su desembocadura en el mar, el río divaga sobre una cresta sedimentaria, dejando dos extensos llanos de inundación a cada margen.
Si en la Antigüedad La Ribera era un extenso llano ocupado por bosques de ribera, pastos y marjales, con la dominación islámica se inició un proceso de desarrollo de la agricultura de regadío, que ha perdurado hasta nuestros días. Las condiciones climáticas (temperaturas medias anuales suaves y precipitaciones en torno a los 500 mm), y la topografía, instaron al levantamiento de la red hidráulica y posibilitaron su consolidación. La navegabilidad del río Júcar hasta la población de Alzira limitó su aprovechamiento para el regadío hasta bien avanzada la Baja Edad Media (siglo XV). A cada margen del Júcar, el regadío se fue desarrollando mediante sistemas de meso y de microescala, a partir de captaciones de aguas de fuentes, de “ullals”, del subsuelo, mediante norias de sangre, y de cursos de agua menores, afluentes del Júcar. El río Albaida sí que permitía el desarrollo de un espacio irrigado de más envergadura, pero en el resto de la comarca los regadíos se limitaban a pequeñas huertas asociadas a las alquerías y núcleos de población (Furió y Martínez 2000).
Figura 5. Valle de Aigües Vives
Por tanto, el paisaje de La Ribera, notablemente ligado a la agricultura de regadío, se ha ido configurando atendiendo a cuatro grandes etapas históricas (Sanchis et al. 2010). Un origen islámico medieval, como el que arriba apuntábamos, vinculado a las alquerías que se extendían por el llano. Algunas alquerías de La Ribera Alta captaban las aguas de afluentes, pero en La Ribera Baja el desarrollo del regadío estuvo limitado a la captación de aguas subterráneas. La segunda etapa sería la iniciada tras la Reconquista (siglo XIII), donde, además de conservarse el paisaje hortícola existente, se abrieron nuevos sistemas de riego para abastecer los entornos de las villas reales fundadas. En este momento es cuando se empiezan a crear sistemas de regadío a partir del río Júcar. En 1258 se inicia la construcción de la Acequia Real de Júcar, arteria que va a condicionar el paisaje comarcal en la margen izquierda del río.
En el siglo XV se permitió que, ciudades situadas aguas abajo de Alzira (Sueca y Cullera), pudiesen captar aguas del río Júcar, lo que hizo posible la integración de las huertas de las alquerías existentes en un único sistema. Esto tuvo consecuencias ambientales y paisajísticas, al cambiar la salinidad del lago y las condiciones de los humedales en torno a La Albufera, y al transformar tierras de marjal, o tierras de secano, en regadíos. Entre los siglos XVI y XIX, el cereal, la vid y el olivo, las moreras y el arroz, acompañaban a los cultivos hortícolas, destinados al autoconsumo. La expansión del arroz se inició en La Ribera Baja, en el siglo XVIII, pero su rentabilidad provocó su expansión en La Ribera Alta.
Figura 6. Panorámica de los arrozales meridionales de la Albufera
La última etapa estaría compuesta por los siglos XIX y XX, donde se produce una enorme expansión de la agricultura de regadío. Los sistemas de regadío se optimizaron, y se continuó con la construcción de canales de drenaje para la transformación del marjal de La Albufera. La incorporación de motores para la elevación de agua, a finales del siglo XIX, permitió extender el riego, como por ejemplo a los piedemontes de La Ribera, y en los valles de la Murta, Casella, y Aguas Vivas. En este periodo también se generaliza el cultivo del naranjo, en detrimento de la morera, un avance que se ha producido sin cesar durante todo el siglo XX. El resultado es la consolidación de un monocultivo, que se manifiesta en un paisaje citrícola homogéneo, junto al arrozal de La Ribera Baja. En la actualidad, otros cultivos (caqui) están ganándole terreno al naranjo, especialmente en La Ribera Alta.
Así pues, La Ribera del Júcar es un ejemplo de paisaje agrícola de regadío mediterráneo, dominado por el naranjo y el arroz, que ha creado todo un imaginario que alimenta la identidad colectiva de los valencianos.
Bibliografía
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Berque, A. 1995. Les raisons du paysage: De la Chine antique aux environnements de synthèse. Hazan, París.
De Bolós, M. 1992. Manual de Ciencia del Paisaje. Teoría, métodos y aplicaciones. Masson, Barcelona.
Dixon, J. y Sherman, P. 1990. Economics of protected areas: A new look at benefits and costs. Island Press, Washington, DC, USA.
Furió, A. y Martínez, L. P. 2000. De la hidràulica andalusí a la feudal: continuïtat i ruptura. СКАЧАТЬ