Madrid cautivo. Alejandro Pérez-Olivares García
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СКАЧАТЬ con los tribunales ya formados desde el año anterior. En líneas generales, se penaba la resistencia a las nuevas autoridades, cualquier posible boicot al abastecimiento de la ciudad y toda reunión no autorizada. El bando extendía la sospecha al comportamiento de cualquier madrileño, por lo que debe entenderse como la voluntad de controlar el espacio público, no solo como una herramienta de castigo. Orgaz, igual que Mola meses antes, no hacía sino proyectar su propia experiencia, en este caso como gobernador militar de Las Palmas después del golpe de Estado en julio de 1936.7 Por supuesto, había algunas diferencias con el año anterior. En plena batalla del Jarama, el intento de conquistar Madrid cortando sus comunicaciones, el Ejército del Sur asumía el protagonismo en la posible ocupación, y la organización en columnas desaparecía por completo del esquema. Seguía sin existir, sin embargo, una reflexión sobre cómo hacerse cargo de la complejidad de una ciudad moderna.

      La reorganización de los planes de asalto a Madrid debe enmarcarse en un contexto más amplio, donde entraron en escena otros factores. Por ejemplo, la progresiva inserción de las milicias en unidades plenamente militares, para lo que fueron indispensables las escuelas de alféreces provisionales, el mejor aprovechamiento del material alemán e italiano y la formación de un ejército de mayores dimensiones (Casas de la Vega, 1974; Blanco Escolá, 2000: 349-384). Pero, por encima de todo, la primera mitad de 1937 fue el contexto en que se llevó a cabo la reorganización de los servicios de inteligencia franquistas, puesto que la sublevación se había convertido en un conflicto prolongado. Desde septiembre de 1936, cuando se creó, el Servicio de Información Militar (SIM) compitió con otros organismos como el Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España (SIFNE), con sede en Biarritz, el Servicio de Información Naval (SIN) o las propias segundas secciones de los Estados Mayores, encargadas de las labores de inteligencia de las operaciones militares. El SIM, que operaba sobre todo en la zona centro a través de guardias civiles con contactos personales, había nacido bajo los auspicios del propio general Orgaz, por lo que su nombramiento para la División reforzada en Madrid también se explica en el marco de esta reorientación. Que fuera Orgaz el autor del nuevo bando de guerra no era, pues, inocente (Heiberg y Ros Agudo, 2006: 15-22 y 48-50; Cervera, 1998: 213-217).

      La conversión del golpe en una guerra y la consideración del papel de la contrainteligencia en ella condujeron a otro tipo de reflexiones y a la creación de otro tipo de organismos en la primavera de 1937. Quizá el más importante de ellos fue la OIPA, la Oficina de Propaganda Anticomunista, dirigida por Marcelino de Ulibarri, un carlista muy próximo al conde de Rodezno que había sido miembro de la Oficina de Prensa y Propaganda en Pamplona en los primeros instantes de la sublevación. Como ya se ha demostrado, la oficina cumplió un destacado papel en la captación de rumores y opiniones y en el seguimiento de la prensa extranjera para conocer lo que ocurría en la retaguardia republicana. Informaciones que ayudaron a desarrollar una efectiva labor de represión tras la ocupación del territorio enemigo (Ollaquindía, 1995; Mikelarena, 2015: 251-262). Esta fue la experiencia que aportó Ulibarri cuando llegó a Burgos, donde influyó en el perfeccionamiento de los servicios de investigación a través de decretos reservados en el marco del ecuador de la guerra.