Название: Madrid cautivo
Автор: Alejandro Pérez-Olivares García
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Història i Memòria del Franquisme
isbn: 9788491346494
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La reorganización de los planes de asalto a Madrid debe enmarcarse en un contexto más amplio, donde entraron en escena otros factores. Por ejemplo, la progresiva inserción de las milicias en unidades plenamente militares, para lo que fueron indispensables las escuelas de alféreces provisionales, el mejor aprovechamiento del material alemán e italiano y la formación de un ejército de mayores dimensiones (Casas de la Vega, 1974; Blanco Escolá, 2000: 349-384). Pero, por encima de todo, la primera mitad de 1937 fue el contexto en que se llevó a cabo la reorganización de los servicios de inteligencia franquistas, puesto que la sublevación se había convertido en un conflicto prolongado. Desde septiembre de 1936, cuando se creó, el Servicio de Información Militar (SIM) compitió con otros organismos como el Servicio de Información de la Frontera Noroeste de España (SIFNE), con sede en Biarritz, el Servicio de Información Naval (SIN) o las propias segundas secciones de los Estados Mayores, encargadas de las labores de inteligencia de las operaciones militares. El SIM, que operaba sobre todo en la zona centro a través de guardias civiles con contactos personales, había nacido bajo los auspicios del propio general Orgaz, por lo que su nombramiento para la División reforzada en Madrid también se explica en el marco de esta reorientación. Que fuera Orgaz el autor del nuevo bando de guerra no era, pues, inocente (Heiberg y Ros Agudo, 2006: 15-22 y 48-50; Cervera, 1998: 213-217).
En este contexto, hubo una persona que pronto destacó por su importancia para comprender la forma de operar de los servicios de información y la relación con la retaguardia de Madrid. José Ungría Jiménez contaba con nueve años de experiencia africanista cuando, en 1925 y como comandante, se convirtió en el jefe de enlace entre el Ejército español y el francés en Marruecos. Desde entonces, su particular currículum se desarrolló entre el Ministerio de la Guerra y la Academia General Militar, orientado hacia la teorización y enseñanza de la inteligencia y contrainteligencia en los conflictos. Su carrera entró en contacto con las enseñanzas de la I Guerra Mundial cuando, a partir de 1930, fue agregado militar en las embajadas de Francia y Bélgica y en las legaciones de Holanda y Suiza. Durante la II República su carrera se desarrolló en el Estado Mayor Central, y a partir de 1935 su relación con el uso de la información se estrechó en la práctica, pues fue nombrado representante del Ministerio en la Compañía Telefónica Nacional. Fue en ese puesto donde le sorprendió el golpe de Estado y en el otoño de 1936 consiguió refugiarse en la Embajada de Francia, haciendo uso de sus contactos previos. En abril de 1937 logró salir del Madrid republicano, y tan solo un mes después, en mayo, ya dirigía el SIM tras denunciar el exceso de servicios de inteligencia y su escasa coordinación tan solo un mes después de su evasión, se hizo con las riendas del SIM tras denunciar el excesivo número de servicios existentes y su escasa coordinación.8
La conversión del golpe en una guerra y la consideración del papel de la contrainteligencia en ella condujeron a otro tipo de reflexiones y a la creación de otro tipo de organismos en la primavera de 1937. Quizá el más importante de ellos fue la OIPA, la Oficina de Propaganda Anticomunista, dirigida por Marcelino de Ulibarri, un carlista muy próximo al conde de Rodezno que había sido miembro de la Oficina de Prensa y Propaganda en Pamplona en los primeros instantes de la sublevación. Como ya se ha demostrado, la oficina cumplió un destacado papel en la captación de rumores y opiniones y en el seguimiento de la prensa extranjera para conocer lo que ocurría en la retaguardia republicana. Informaciones que ayudaron a desarrollar una efectiva labor de represión tras la ocupación del territorio enemigo (Ollaquindía, 1995; Mikelarena, 2015: 251-262). Esta fue la experiencia que aportó Ulibarri cuando llegó a Burgos, donde influyó en el perfeccionamiento de los servicios de investigación a través de decretos reservados en el marco del ecuador de la guerra.
En ese contexto, la OIPA tuvo un protagonismo innegable, creada el 20 de abril como una agencia de contrainformación que dependía de la Secretaría General del jefe del Estado. El vínculo casi personal con Franco y su desempeño en la recogida y análisis de material propagandístico explican la progresiva preocupación del «Estado campamental» franquista por conocer y definir al «enemigo». A finales de mes Franco nombró a Marcelino de Ulibarri jefe de la Delegación de Servicios Especiales, encargada específicamente de la recogida de documentación. A diferencia de la OIPA, compuesta de personal militar y voluntarios, Servicios Especiales estaba íntegramente formada por guardias civiles que se habían destacado en diferentes servicios durante la guerra.9 La creación de Servicios Especiales hizo que desde entonces la recopilación de material fuera una prioridad, y la toma de Bilbao en julio de 1937 constituyó la primera oportunidad para su actuación en un núcleo urbano de importancia. El día 14, Ulibarri y el conjunto de mandos militares recibieron un documento desde el Cuartel General del Generalísimo que dejaba clara la nueva orientación de la guerra:
Son frecuentes las ocasiones en que nuestro Ejército, por sus continuos y victoriosos avances, ha de actuar en plan de ocupación militar de territorios conquistados durante cuyo período, entre las múltiples misiones que se presentan, es una importante la de salvar toda clase de documentación de centros oficiales (militares y civiles), políticos y sociales, que han de proporcionar una interesantísima información, en primer lugar para el inmediato desarrollo de las operaciones, en otro aspecto para el descubrimiento de responsabilidades por el movimiento disolvente que puso a la nación al borde de su ruina y siempre como material precioso para facilitar el juicio de la Historia10 (las cursivas son mías).
El cambio de rumbo iniciado en noviembre de 1936 ante las puertas de Madrid, unido a la reorganización del espionaje y la creación de la OIPA, cristalizó después en una forma concreta de concebir la guerra, más allá de las maniobras militares. Mediado el año de 1937, la preocupación por la gestión de la información en la persecución del enemigo y el control de las ciudades aún en poder de la República se concretó en una planificación más específica. El paso «de las balas al expediente» en la represión franquista, como se ha denominado de manera metafórica este proceso, tuvo mucho que ver con la experiencia acumulada en los núcleos urbanos durante ese año. En agosto el Estado Mayor del Ejército del Centro procedió a reformular los Servicios de Orden y Policía de Madrid. Su jerarquía se reforzó a través de la jefatura de un teniente coronel a cargo de 100 agentes de policía distribuidos en las comisarías y la Brigada Especial. También se amplió el resto de fuerzas, integradas por varias compañías de la Guardia Civil y unos 3.000 voluntarios militarizados. Se detallaban, asimismo, las funciones de los comisarios de distrito, encargados de labores de vigilancia e investigación, registros, precintos de edificios y, por supuesto, detenciones, en rigurosa coordinación con la Auditoría de Ocupación, que ya había dictado la orden de captura de quienes se habían destacado en la defensa de Madrid en el otoño-invierno anterior. Respecto a la gestión de Madrid, destacaban las funciones de abastecimiento y justicia por la importancia que se les otorgaba. En el caso de la primera, llama la atención el cambio de mentalidad respecto al volumen de mercancías que debían movilizarse: 300 vagones de tren diarios para alimentar a 200.000 familias, para lo que se hacía necesario una mayor intendencia con diferentes bases de partida en las provincias próximas a Madrid. СКАЧАТЬ