Название: Según natura
Автор: Eva Cantarella
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Anverso
isbn: 9788446051367
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Debía mi corazón en el momento justo,
en la juventud tomar amores;
pero el que de las pupilas de Teoxeno
mira los brillantes rayos
y no perece en el deseo,
su negro corazón ha forjado de acero y
hierro con fría llama;
no honra a Afrodita de los brillantes ojos,
con furor se afana en el lucro
con impudicia de hembra
se arrastra por un frío sendero.
Pero por su voluntad
yo me consumo bajo los rayos
como la cera de las sagradas abejas,
cuando veo en los frescos miembros
de los jovencitos la amorosa gracia[66].
A la inmediatez de la inspiración, que hace evidente el transporte erótico que los griegos experimentaban por las personas de su sexo, los versos de los poetas líricos añaden la capacidad de transmitir, sin necesidad de declaraciones explícitas de principio, el significado de estos amores, el valor cultural que tenían, y las reglas de ética sexual a las que debían adecuarse.
El amor ligaba un adulto a un muchacho que era amado, en primer lugar, por su belleza: y la belleza para los griegos –es inútil repetirlo– era pareja de la virtud.
Aun siendo una relación erótica, por otra parte, la relación con un muchacho no era puramente sexual: estaba estrechamente ligada a la sociabilidad, a los ritos conviviales, a momentos de encuentro en los que el pais no era solamente objeto de deseo. Era un compañero de experiencia, que con el amante y gracias a él conseguía disfrutar del modo justo y en la justa medida de los placeres de la vida: el canto y la danza, el vino y el amor. Y ya esto, inevitablemente, hacía al amor homosexual superior al amor por las mujeres, que no podían ser compañeras de la vida social (a menos que fuesen danzarinas, flautistas y hetairas: son estas, en efecto, las figuras femeninas presentes en la lírica). Y para terminar, para un muchacho ser amado era signo de honor, prueba de su excelencia, confirmación de sus virtudes. El que era amado, en suma, no debía temer la reprobación si aceptaba las ofertas de los amantes: si los rechazaba por algún tiempo, era solo para ser más deseado, para provocar, para aumentar su fama y poner énfasis en las emociones de la claudicación.
He aquí, en una sociedad ya solo de hombres, los caracteres y las reglas de la homosexualidad en la época arcaica. Si estos caracteres y reglas van a variar en el tiempo es lo que intentaremos verificar, pasando a analizar los testimonios de época clásica.
[1] Frag. 130 Lobel-Page, trad. de J. Ferraté, Líricos griegos arcaicos, Barcelona, 1968.
[2] No es extraño, entonces, que el problema de los efectos de Eros sobre el alma humana fuese especialmente sentido y discutido por aquellos que, desde distintas perspectivas, se plantearon el problema de establecer en qué condiciones la acción humana era voluntaria, y cuándo, por consiguiente (si se trataba de acciones ilícitas), el que la hubiese realizado era considerado culpable. Prescindiendo de las primeras referencias en Homero (para lo cual remito a mi artículo «Aitios. Archeologia di un concetto», en Studi C. Grassetti, Milán, 1980, p. 209, modificado en Norma e sanzione in Omero, Milán, 1979, pp. 273 y ss.), el primer tratamiento explícito del problema se encuentra en Gorgias que en el Elogio de Helena analiza las posibles causas de la fuga de Helena con Paris, y sostiene que en ningún caso Helena puede ser considerada culpable. Todas las posibles causas que la indujeron a huir con su amante, dice, son tales que convierten su acción en involuntaria: y entre las posibles causas está –precisamente– también Eros (Gorgias, Helena = Diels-Kranz, Vs. 82 B 116).
[3] E. Bethe, «Die dorische Knabenliebe, ihre Etic, ihre Idee», Rhein. Mus, n. F. 62 (1907), pp. 438 y ss.
[4] H.-I. Marrou, Storia dell’educazione nell’antichitá, Roma, 1978, pp. 54-55 [ed. cast.: Historia de la educación en la Antigüedad, Madrid, Akal, 1985].
[5] Od., VI, 48-315.
[6] Il., VI, 369-493.
[7] Véase, por ejemplo, A. Van Gennep, I riti di passaggio, Turín, 1981 y A. Brelich, Paides e parthenoi, Roma, 1969.
[8] H. Jeanmaire, Couroi et couretes, Lille, 1939; L. Gemet, Anthropologie de la Gréce ancienne, París, 1968; A. Brelich, op. cit.; P. Vidal-Naquet, Le chasseur noir. Formes de pensée et formes de société dans le monde grec, París, 1981, pp. 151 y ss.; J. Bremmer, «An Enigmatic Indo-European Rite: Paederasty», Arethusa 13 (1980), pp. 2 y ss.; H. Patzer, Die griechische Knabenliebe, Wiesbaden, 1982; B. Lincoln, Emerging from the Chrysalis, Cambridge (Mass.), 1981; y B. Sergent, L’homosexualité dans la mythologie grécque, París, 1983 (sobre el cual véase E. Cantarella, Dialogues d’ histoire ancienne 10 [1984], pp. 420 y ss.) y L’homosexualité initiatique dans l’Europe ancienne, París, 1986.
[9] B. Sergent, L’omosessualitá nella mitologia greca, Bari, 1986, donde en las pp. 234-235 se encuentra una tabla resumen de los distintos mitos homosexuales, con la zona de procedencia.
[10] Estr., 10, 4, 21 (= Ef., FGrHist 70 F. 149,21).
[11] Plut., Lic. 7, I (cfr. Ages., 2, 1) y Jenofonte, Resp. Lac., 2, 12, ss. Sobre el asunto véase P. Cartledge, «The Politics of Spartan Paederasty», Proceedings of the Cambridge Philological Society (1981), pp. 17 y ss., que considera que en esta ciudad la pederastia estaba institucionalizada.
[12] Véase respectivamente F. Hiller von Gaertringen, Die Insel Thera in Althertum und Gegenwart, Berlín, 1899-1909 (del mismo véase también el artículo Gymnopaidien en PWRE, 1912, col. 2087-2089) y R. Carpenter, «The Antiquity of greek Alphabet», AJA 37 (1933) 26. La dotación de Carpenter es aprobada por D. M. Robinson-E. J. Fluck, A Study of the Greek Love-Names. Including a Discussion of Paederasty and a Prosopographia, Baltimore, 1937, pp. 21 ss., lo que por consiguiente permite considerar las inscripciones de Thera contemporáneas de las inscripciones que en Atenas, comenzando en este periodo, señalaban como kalos (hermoso) al muchacho amado por el ejecutante del vaso. Pero sobre esto volveremos más adelante.
[13] I. G., XII, 357.
[14] H.-I. Marrou, op. cit., p. 478, n. 10.