Colección integral de Miguel de Cervantes. Miguel de Cervantes
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Название: Colección integral de Miguel de Cervantes

Автор: Miguel de Cervantes

Издательство: Bookwire

Жанр: Языкознание

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isbn: 4064066443474

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СКАЧАТЬ como para vendida. Dormía Sancho Panza, hurtole su jumento y antes que amaneciese se halló bien lejos de poder ser hallado. Salió el aurora alegrando la tierra y entristeciendo a Sancho Panza porque halló menos su rucio, el cual, viéndose sin él, comenzó a hacer el más triste y doloroso llanto del mundo; y fue de manera que don Quijote despertó a las voces y oyó que en ellas decía: “Oh hijo de mis entrañas, nacido en mi mesma casa, brinco (joya, placer) de mis hijos, regalo de mi mujer, envidia de mis vecinos, alivio de mis cargas y, finalmente, sustentador de la mitad de mi persona, porque con veinte y seis maravedís que ganaba cada día, mediaba yo mi despensa”. Don Quijote, que vio el llanto y supo la causa, consoló a Sancho con las mejores razones que pudo, y le rogó que tuviese paciencia, prometiéndole de darle una cédula de cambio para que le diesen tres en su casa de cinco que había dejado en ella. Consolose Sancho con esto y limpió sus lagrimas, templó sus sollozos y agradeció a don Quijote la merced que le hacía. Al cual, como entró por aquellas montañas,…»

      (Así como don Quijote entró por aquellas montañas,) se le alegró el corazón, pareciéndole aquellos lugares acomodados para las aventuras que buscaba. Reducíansele a la memoria los maravillosos acaecimientos que en semejantes soledades y asperezas habían sucedido a caballeros andantes. Iba pensando en estas cosas, tan embebecido y transportado en ellas que de ninguna otra se acordaba. Ni Sancho llevaba otro cuidado —después que le pareció que caminaba por parte segura— sino de satisfacer su estómago con los relieves que del despojo clerical habían quedado; y así, iba tras su amo sentado a la mujeriega sobre su jumento, sacando de un costal y embaulando en su panza; y no se le diera por hallar otra ventura, entretanto que iba de aquella manera, un ardite.

      En esto, alzó los ojos y vio que su amo estaba parado, procurando con la punta del lanzón alzar no sé qué bulto que estaba caído en el suelo, por lo cual se dio priesa a llegar a ayudarle si fuese menester; y cuando llegó fue a tiempo que alzaba con la punta del lanzón un cojín y una maleta asida a él, medio podridos, o podridos del todo, y deshechos; mas, pesaba tanto, que fue necesario que Sancho se apease a tomarlos, y mandóle su amo que viese lo que en la maleta venía.

      Hízolo con mucha presteza Sancho, y, aunque la maleta venía cerrada con una cadena y su candado, por lo roto y podrido della vio lo que en ella había, que eran cuatro camisas de delgada holanda y otras cosas de lienzo, no menos curiosas que limpias, y en un pañizuelo halló un buen montoncillo de escudos de oro; y, así como los vio, dijo:

      —¡Bendito sea todo el cielo, que nos ha deparado una aventura que sea de provecho!

      Y buscando más, halló un librillo de memoria, ricamente guarnecido. Éste le pidió don Quijote, y mandóle que guardase el dinero y lo tomase para él. Besóle las manos Sancho por la merced, y, desvalijando a la valija de su lencería, la puso en el costal de la despensa. Todo lo cual visto por don Quijote, dijo:

      —Paréceme, Sancho, y no es posible que sea otra cosa, que algún caminante descaminado debió de pasar por esta sierra, y, salteándole malandrines, le debieron de matar, y le trujeron a enterrar en esta tan escondida parte.

      —No puede ser eso —respondió Sancho—, porque si fueran ladrones, no se dejaran aquí este dinero.

      —Verdad dices —dijo don Quijote—, y así, no adivino ni doy en lo que esto pueda ser; mas, espérate: veremos si en este librillo de memoria hay alguna cosa escrita por donde podamos rastrear y venir en conocimiento de lo que deseamos.

      Abrióle, y lo primero que halló en él escrito, como en borrador, aunque de muy buena letra, fue un soneto, que, leyéndole alto porque Sancho también lo oyese, vio que decía desta manera:

      O le falta al Amor conocimiento

      o le sobra crueldad, o no es mi pena

      igual a la ocasión que me condena

      al género más duro de tormento.

      Pero si Amor es dios, es argumento

      que nada ignora, y es razón muy buena

      que un dios no sea cruel. Pues, ¿quién ordena

      el terrible dolor que adoro y siento?

      Si digo que sois vos, Fili, no acierto;

      que tanto mal en tanto bien no cabe,

      ni me viene del cielo esta ruina.

      Presto habré de morir, que es lo más cierto;

      que al mal de quien la causa no se sabe

      milagro es acertar la medicina.

      —Por esa trova —dijo Sancho— no se puede saber nada, si ya no es que por ese hilo que está ahí se saque el ovillo de todo.

      —¿Qué hilo está aquí? —dijo don Quijote.

      —Paréceme —dijo Sancho— que vuestra merced nombró ahí hilo.

      —No dije sino Fili —respondió don Quijote—, y éste, sin duda, es el nombre de la dama de quien se queja el autor deste soneto; y a fe que debe de ser razonable poeta, o yo sé poco del arte.

      —Luego, ¿también —dijo Sancho— se le entiende a vuestra merced de trovas?

      —Y más de lo que tú piensas —respondió don Quijote—, y veráslo cuando lleves una carta, escrita en verso de arriba abajo, a mi señora Dulcinea del Toboso. Porque quiero que sepas, Sancho, que todos o los más caballeros andantes de la edad pasada eran grandes trovadores y grandes músicos; que estas dos habilidades, o gracias, por mejor decir, son anexas a los enamorados andantes. Verdad es que las coplas de los pasados caballeros tienen más de espíritu que de primor.

      —Lea más vuestra merced —dijo Sancho—, que ya hallará algo que nos satisfaga.

      Volvió la hoja don Quijote y dijo:

      —Esto es prosa, y parece carta.

      —¿Carta misiva, señor? —preguntó Sancho.

      —En el principio no parece sino de amores —respondió don Quijote.

      —Pues lea vuestra merced alto —dijo Sancho—, que gusto mucho destas cosas de amores.

      —Que me place —dijo don Quijote.

      Y, leyéndola alto, como Sancho se lo había rogado, vio que decía desta manera:

      Tu falsa promesa y mi cierta desventura me llevan a parte donde antes volverán a tus oídos las nuevas de mi muerte que las razones de mis quejas. Desechásteme, ¡oh ingrata!, por quien tiene más, no por quien vale más que yo; mas si la virtud fuera riqueza que se estimara, no envidiara yo dichas ajenas ni llorara desdichas propias. Lo que levantó tu hermosura han derribado tus obras: por ella entendí que eras ángel, y por ellas conozco que eres mujer. Quédate en paz, causadora de mi guerra, y haga el cielo que los engaños de tu esposo estén siempre encubiertos, porque tú no quedes arrepentida de lo que hiciste y yo no tome venganza de lo que no deseo.

      Acabando de leer la carta, dijo don Quijote:

      —Menos por ésta que por los versos se puede sacar más de que quien la escribió es algún desdeñado amante.

      Y, hojeando casi todo el librillo, halló otros versos y СКАЧАТЬ