Название: Jesus 33 nombres nuevos
Автор: Fernando Rivas Rebaque
Издательство: Bookwire
Жанр: Документальная литература
Серия: Fuera de Colección
isbn: 9788428836906
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Cuando en lo oculto me iba formando
y entretejiendo en lo profundo de la tierra,
tus ojos veían mi embrión... (Sal 139,15-16).
Fuiste tú quien me sacó del vientre,
me tenías confiado en los pechos de mi madre,
desde el seno pasé a tus manos,
desde el vientre materno tú eres mi Dios (Sal 22,11).
Aunque camine por cañadas oscuras,
nada temo, porque tú vas conmigo,
tu vara y tu cayado me sosiegan (Sal 23,4).
En tus manos pongo mi aliento,
tú velas por mi vida en peligro.
Mis azares están en tu mano (Sal 31,6.11).
Las súplicas y deseos
Atiende y respóndeme, Señor, Dios mío,
sigue dando luz a mis ojos,
que no me duerma en la muerte... (Sal 13,4).
Indícame tus caminos, Señor;
enséñame tus senderos;
tú eres mi Dios y salvador, en ti espero siempre (Sal 25,4).
Su saber sobre Dios
Los sacrificios y las ofrendas no los quieres
y, en cambio, me abriste el oído;
entonces yo dije: «Aquí estoy,
vengo con el pergamino del libro escrito para mí».
Cumplir tu voluntad.
Dios mío, lo quiero, tu Ley en mis entrañas (Sal 40,7-9).
Él libra al pobre que pide auxilio, al afligido al que nadie protege;
él se apiada del pobre y del indigente, y salva la vida de los pobres;
él rescata sus vidas de la opresión,
su sangre es preciosa a sus ojos (Sal 72,12-14).
Tú, Señor, Dios compasivo y piadoso, paciente,
misericordioso y fiel... (Sal 86,15).
Como un padre es tierno con sus hijos,
el Señor es tierno con sus fieles;
porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro (Sal 103,13).
Sus quejas y sufrimientos
Dios mío, Dios mío, ¿por qué me abandonas?
No te alcanzan mis clamores ni el rugido de mis palabras;
Dios mío, de día te grito y no respondes;
de noche, y no me haces caso (Sal 22,2-3).
Incluso mi amigo, de quien yo me fiaba
y que compartía mi pan,
es el primero en traicionarme (Sal 41,10).
Tengo las espaldas ardiendo,
no hay parte ilesa en mi carne,
siento palpitar mi corazón,
me abandonan las fuerzas
y me falta hasta la luz de los ojos.
Mis amigos, mis compañeros, mis parientes,
se mantienen a distancia (Sal 38,10-13).
Respóndeme enseguida, Señor,
que me falta el aliento (Sal 143,4).
Su agradecimiento y su júbilo
Dios mío, me siento animoso;
voy a cantar y tañer para ti, gloria mía:
despertad, cítara y arpa, despertaré a la aurora (Sal 108,2-3).
Mi corazón y mi carne retozan por el Dios vivo;
dichosos los que encuentran en ti su fuerza
y la esperanza de su corazón (Sal 84,3.5).
Yo siempre estaré contigo,
tú agarras mi mano derecha,
me guías según tus planes,
me llevas a un destino glorioso (Sal 73,23).
Tus preceptos son mi herencia perpetua,
la alegría de mi corazón.
Me alegro con tu promesa,
como el que encuentra un rico botín (Sal 119,111.162).
Al despertar me saciaré de tu semblante (Sal 17,5).
En los Padres de la Iglesia
El Señor nos enseñó a orar no solo con sus palabras, sino también con sus obras, ya que él mismo oraba y suplicaba con frecuencia, mostrándonos con su ejemplo lo que nos conviene hacer, como está escrito: «Pero él se retiraba a lugares solitarios, donde oraba» (Mc 6,46); y también: «Se fue al monte a orar y se pasó la noche orando a Dios» (Lc 6,12). Por tanto, si el que no tenía pecado oraba, ¡cuánto más necesitan orar los pecadores! Y si él, velando toda la noche, oraba sin interrupción, ¡cuánto más deberemos velar nosotros, permaneciendo en oración! (San Cipriano, Sobre la oración dominical 29).
En la poesía
Dice un poeta que nombrar no basta, y eso que dar nombre a las cosas del mundo fue la primera tarea de Adán. Dice que, desnudo, todo el cuerpo es rostro, que durante el tiempo de la vida buscamos lo alto, pero que morimos transformados en raíces, que hay sombras que no parecen sombras y que lo derramado –el vino, la nieve, las lágrimas– siempre se seca. Que la noche es un libro СКАЧАТЬ